Ahora que se empiezan a confirmar los nombres para la nueva adaptación de Conan al cine, es un excelente momento para recordar la que ya hiciera John Milius en 982. De algún modo, pese a lo discutible de ciertas decisiones, aquella película fue todo un triunfo en el género fantástico: sirvió de canon en muchas cosas y no tuvo demasiados rivales hasta que Peter Jackson decidió superarla de largo con El Señor de los Anillos.
Ante todo, la adaptación dirigida por Milius y encabezada por Schwarzenegger es una película que supo captar bien la esencia pulp de las novelas escritas por Robert W. E. Howard. No tuvo reparos en ser violenta, en mostrar desnudos o en tener escenas de sexo bastante más explícito de lo que uno puede esperar en una película de fantasía hollywoodiense. Milius no se cortó un pelo y esa elección, unida a una gran producción permitió que los espectadores entráramos sin problemas en el mundo de Conan. Nos lo creímos: vimos que la trama principal de la película funcionaba. Esa venganza de un bárbaro que vio, cuando era pequeño, (¡ay, Jorge Sanz!) cómo mataban a sus padres tenía todo el sentido del mundo en la tierra supersticiosa, primitiva, mágica y épica habitada por Conan.