Llevo semanas queriendo hablando de este tema pero cada día aparecen nuevas noticias, declaraciones, acusaciones y demás historias que empiezan a hacerlo peligrosamente inabarcable así que allá vamos antes de que sea demasiado tarde. Todo empieza a principios de año cuando el gobernador de Tokio, Shintaro Ishihara, uno de los políticos más poderosos de Japón, presentó un proyecto de ley para modificar la actual Ordenanza para el desarrollo de una Juventud Saludable con la intención de acabar con la publicación, venta o alquiler de cualquier anime, manga o videojuego que presente a menores de edad en un contexto erótico.
A la mente me viene inmediatamente ejemplos como ‘KissXSis’ por mencionar tan solo uno de los más leves y si bien es cierto que una de las primeras cosas que llaman la atención cuando caminas por un barrio como el de Akihabara es descubrir hasta que preocupante extremo se puede llevar el género lolicon, no es menos cierto que precisamente lo que más impacta a ojos occidentales no son los manga o los animes, sino los libros, revistas y DVDs protagonizados por menores de carne y hueso en situaciones que rozan la pederastia y que paradójicamente quedan fuera de esta ley.
La industria reaccionó claramente en contra de la reforma, especialmente a causa de ciertas ambigüedades que podían dar como resultado un ejercicio indiscriminado de censura en toda regla, y finalmente la ley fue rechazada cuando se sometió a votación. El mes pasado sin embargo, el Gobierno metropolitano de Tokio volvió a poner en juego una versión modificada que suavizaba algunos aspectos mientras extendía su radio de actuación, ya no solo al lolicon, sino a cualquier título que “glorifique o enfatice injustificadamente determinados actos de naturaleza sexual que violen las normas sociales”.