Aunque dista de ser una película redonda, ‘EVA’ supone un importante paso adelante para el cine español al dar dignidad y presencia a un género, el de la ciencia-ficción, frecuentemente ignorado por nuestros cineastas. Hay que resaltar que no es una cinta de ci-fi pura y dura, ya que la carga dramática del guión termina llevándola por otros derroteros, pero su ambientación y el espíritu con que ha sido concebida la hacen merecedora de un hueco en el panorama del cine fantástico actual.
El mundo futurista que nos propone Kike Maíllo es cuanto menos peculiar. Mientras que los coches, edificios y otros elementos cotidianos apenas cambian respecto a nuestra época, la convivencia con entes robóticos, ya tengan aspecto humano o animal, está perfectamente asentada. Se crea así un curioso contraste entre presente y pasado que no sé si vendrá motivado por una cuestión de presupuesto, pero en cualquier caso hace ganar puntos a la ambientación del filme.
En este contexto conocemos a un joven ingeniero cibernético llamado Álex (interpretado por un Daniel Brühl que no deslumbra, pero sí convence) que regresa a su ciudad natal para cumplir un encargo de la Facultad de Robótica. Allí se reencuentra con su hermano, interpretado por un discretito Alberto Ammann; y con su antigua novia, Lana, a la que da vida Marta Etura. Empiezan a florecer entonces viejas heridas del pasado, que pasan a un segundo plano cuando entra en escena Eva, una niña vivaracha y con mucha personalidad que servirá de base a Álex para su investigación.