Son incontables las aventuras que ha protagonizado el célebre detective británico tras la muerte de su creador, Arthur Conan Doyle. La versatilidad del personaje ha dado pie a historias de corte diferente: aventuras, misterio, humor e incluso terror. En el caso del cómic que hoy nos ocupa, ‘El juicio de Sherlock Holmes’, los autores han decidido mantenerse fieles al estilo y el espíritu de los textos originales de Doyle, con la salvedad de que esta vez es el propio Holmes el sospechoso del crimen que está investigando.
Sir Henry Samuel, asistente jubilado del comisario, recibe un anónimo en donde se le dice que morirá en su propio domicilio a las siete de la tarde. Holmes acude a su casa para velar por su seguridad, en compañía de Scotland Yard, con el inspector Lestrade a la cabeza. Poco antes de la hora señalada, Sir Samuel invita a Holmes a su dormitorio, donde se encuentra convaleciente. Entonces, poco antes de que el reloj toque las siete campanadas, se escucha un disparo en la casa. Watson, Lestrade y compañía acuden inmediatamente al cuarto de Sir Samuel, y allí lo encuentran muerto a causa de un disparo. Holmes está junto a su cama, con una pistola humeante en la mano.
Comienza así este caso que combina el misterio clásico de un crimen en una habitación cerrada, con la posible culpabilidad del detective más famoso del mundo. Un buen punto de partida para una historia que, sin embargo, va perdiendo fuelle conforme avanzan las páginas.