Entre diciembre del pasado 2021 y agosto de este año que tiene las semanas contadas, Panini nos ha ofrecido a los amantes del shonen la oportunidad de tapar, como decíamos en la primera entrada que le dedicábamos a esta edición kanzenban de ‘Spriggan‘, una herida que llevaba casi tres décadas supurando y que, por fin, podemos dejar atrás. A lo largo de casi tantos meses como los transcurridos desde la aparición del primer volumen hasta la del octavo y último, hemos ido recorriendo el universo creado por Ryōji Minagawa e Hiroshi Takashige, dando cuenta en cinco entradas —contando con esta que ahora mismo estáis leyendo— de todo aquello que hemos ido encontrando en una cabecera que suponía, para empezar, todo un bofetón de nostalgia para los que nos habíamos asomado a ella de mano de aquellos exiguos tres números que publicara Planeta DeAgostini en 1993.
Pero la nostalgia llega a donde llega y, conforme hemos ido avanzando en la lectura de los ocho volúmenes que conforman ‘Spriggan’ se ha ido haciendo cada vez más evidente que el recuerdo —vívido, no cabe duda, por las incontables ocasiones en que pudimos revisar aquellas páginas— de lo que ‘Striker’ ofrecía en esa tímida aproximación a uno de sus arcos argumentales no iba a ser suficiente para dar pábulos a un manga que se preocupa mucho más por desarrollar la idea de turno para la trama que toque y no de ofrecer un semblante de continuidad que lleve a alguna parte en concreto. Dicho de otra forma, que parece que a Minagawa no le interesa contar una historia con un principio, un punto intermedio y un fin definidos sino montar un microcosmos de épicos relatos cosidos de manera muy, pero que muy somera, por un pespunteado que se percibe como insuficiente cuando uno reflexiona sobre la cabecera en su totalidad.
Que sí, que nadie discute que esas ideas sobre las que se van sustentando los diferentes arcos que conforman ‘Spriggan’ son contundentes como las que más y parecen asumir una clara voluntad de convertir a Yu Ominae en una suerte de cruce imposible entre Indiana Jones y Goku. La fusión entre mundos tan opuestos funciona más veces de las que no lo hace cuando uno considera cada historia de las que componen ‘Spriggan’ por separado pero, al unirlas y tener que valorarlas en conjunto, se nos queda corto que, en lo referente a su personaje central, haya poca o nula intención de hacerlo desarrollarse más allá de cuatro burdas pinceladas. Esa decisión marca, no cabe duda, el progresivo distanciamiento y la paulatina pérdida de interés que genera cualesquiera sea el lugar en el que termina la serie.
Y es que, si algo deja claro su octavo y último volumen, es que ‘Spriggan’ termina ahí como bien lo podría haber hecho mucho antes o, por supuesto, mucho después: esa sensación de obra inacabada —vale, lo admito, alguien con ganas de dar guerra podría decir lo mismo acerca de ‘Dragon Ball’ y quedarse tan ancho—, lejos de herir de muerte a lo que Minagawa y Takashige desarrollan, sí que empaña, y mucho, lo que terminamos extrayendo de una lectura de esas que entretiene a rabiar pero no deja poso alguno. De acuerdo, no todo tiene que ser tremendamente elevado y terminar ostentando una posición de honor en nuestras estanterías pero de verdad creía que ‘Spriggan’ estaba destinado a ello…¡¡maldita nostalgia!!
Spriggan 7 & 8s
- Autores: Ryōji Minagawa e Hiroshi Takashige
- Editorial: Panini Manga
- Encuadernación: 2 vols. rústica con sobrecubierta
- Páginas: 312 páginas c/u
- Precio: 12,95 euros c/u