‘Happy! vols. 2 y 3’, de genio

Ya lo dije allá por diciembre y, a tenor de lo que podemos encontrar en los dos volúmenes que hoy nos ocupan, mucho me temo que sólo voy a repetirme: que Naoki Urasawa es un genio del noveno arte es algo que cualquiera de sus creaciones más celebradas —ya se sabe, ‘Monster’, ‘Pluto’, ’20th Century Boys’— pone de relieve más allá de cualquier duda razonable. Pero a colación de ‘Happy!’ el epíteto de genio adquiere un nuevo matiz. Y me explico.

Uno ronda ya los cuarenta, y si bien es cierto que lee todo aquello que cae en sus manos, hay ciertos sesgos del mundo del cómic que evita visitar por cuanto poco o nada aluden a lo que suele encandilarme. De ahí que resulte como poco sorprendente que tenga que reconocer sin ningún tipo de rubor la transformación que se produce en virtud de las páginas de este drama con el tenis de trasfondo: de adulto hecho y derecho a chavalillo imberbe que se muerde las uñas de impaciencia y profiere enardecidos insultos contra la némesis femenina de nuestra heroína en cosa de poco más de trescientas páginas. Si conseguir eso no está al alcance de un genio, es que tengo muy trastocado mi medidor de excelencia.

Poco más se puede afirmar de una lectura entretenida hasta la médula que se pasa en un suspiro y, no es que deje ganas de más, es que llegada la última página uno comienza a buscar de forma frenética dónde continua la historia y, por ejemplo con el segundo volumen, qué diantres es eso de la bola diabólica que Miyuki se niega a usar para pulverizar a sus adversarias en el torneo de tenis. Dibujado, como no podía ser de otra forma, con la singular maestría que siempre acompaña al mangaka, huelga decir que ‘Happy!’ es una lectura más que recomendable de la que, lamentablemente, servidor no volverá a hablar por estas líneas. Soy así de egoista y prefiero guardarme el «sufrimiento» de saber si la conclusión de los doce volúmenes que compondrán la serie será de final feliz, o no.