Si bien tengo claro de todo aquello de lo que quiero hablar a lo largo de esta, probablemente la entrada más larga que haya escrito en Fancueva, dicha claridad no me acompaña en estos renglones iniciales. De hecho, son tantas las opciones que se me ocurren, que voy a tirar de hemeroteca y copiar y pegar los dos párrafos —con alguna modificación ad hoc— que me sirvió, hace ocho años, para arrancar el extenso artículo que le dediqué a ‘Akira‘, la película, en Blog de cine —la actual Espinof—. Espero sepáis disculparme:
La generación a la que pertenezco había crecido viendo en la caja tonta a Heidi paseando por los Alpes, a Marco viajando de los Apeninos a los Andes, a Candy vertiendo lagrimones por Anthony, a un perro llamado Sherlock Holmes resolviendo los casos que se le ponían por delante y a Koji Kabuto venciendo cualquier amenaza a bordo del mítico Mazinger Z. Esos, y alguno que otro más, habían sido nuestros tempranos contactos con el mundo del anime, pero poco podíamos imaginar el desproporcionado desembarco que, preludiado en el último año de aquella década maravillosa que fue la de los 80, tuvo lugar a principios de los noventa, con la llegada a nuestro país de ‘Bola de Dragón’.
Emitida por diversas televisiones autonómicas desde 1989, la publicación del manga de Akira Toriyama en 1992 por parte de Planeta DeAgostini supuso el pistoletazo de salida para la configuración de la generación Otaku al tiempo que permitió a aquellos que por aquél entonces éramos adolescentes tomar contacto con un inmensa cantidad de publicaciones impresas y películas editadas directamente en VHS por Manga Films, adentrándonos de lleno en una cultura, la nipona, que hasta entonces nos había sido algo ajena pero que, a partir de ese momento, entraría a formar parte indeleble de un fandom que el mes de Julio de ese año de Exposición Universal y Juegos Olímpicos, descubriría con asombro hasta dónde podían llegar los dibujos animados venidos del país del sol naciente.
Neo Tokyo está a punto de E.X.P.L.O.T.A.R
Expuesto a ella un año más tarde, gracias a la edición en VHS que llevó a cabo Manga vídeo, las sensaciones que dejaron las dos horas de metraje de ‘Akira’ en aquel joven espectador de diecisiete años que servidor era, fueron tan extremas que, como decía en la entrada de la que he copiado los dos párrafos previos, no podía esgrimir mucho más de un «pues a mí me ha encantado» cuando, hablando con alguno de los amigos proto-frikis de aquellos años, arremetían con cierta indignación hacia la «ida de olla» que era una cinta cargada de jerga pseudo-tecnológica cuasi incomprensible que se hacía fuerte en las muy limitadas explicaciones que daba al espectador, sobre todo en lo concerniente a su psicotrópico final.
Parcialmente justificable puesto que, cuando la producción de ‘Akira’ se pone en marcha, Katsuhiro Otomo está todavía lejos de acabar las más de 2000 páginas de su OBRA MAGNA y debe casi improvisar una conclusión a una historia que todavía no ha podido madurar en su cabeza, no deja de ser cierto que la componente visual del filme es tan potente, tan trabajada y tan ASOMBROSA que, si así lo queremos, oblitera cualquier percepción negativa que se derive de su obscuro guión. De hecho, será que los años, las revisiones y, sobre todo, las varias lecturas de las distintas ediciones del manga —de las que hablaremos a continuación— han hecho su trabajo pero, a día de hoy, y no habiendo transcurrido ni veinticuatro meses desde la última ocasión en la que me acerqué al filme, he de confesar que ‘Akira’ se ha ido esclareciendo paulatinamente hasta convertirse en uno de mis cinco animes favoritos. Ahí queda eso.
El largo camino hasta la edición definitiva
Siempre que se habla —siempre que hablo— del manga en España, se coloca a ‘Dragonabll’ en el ojo del huracán de la fiebre que levantó el cómic venido del país del sol naciente y a 1992 como año del pistoletazo de salida de un recorrido que hoy, casi treinta años después, acumula miles de títulos publicados por incontables editoriales. Pero lo cierto es que el manga había comenzado a permear en el mundo editorial patrio años antes de que el fértil imaginario del universo de Akira Toriyama nos conquistara. De hecho, cabría remontarse hasta ocho años antes, a 1984, para encontrar las primeras muestras de tebeo nipón de mano de Bruguera y sus hasta tres ediciones diferentes de ‘Candy Candy‘.
Supongo que, a lo largo del tiempo de vida de la década, algún título más aparecería, pero como desconozco de su existencia, demos un salto de seis años, y vayamos a 1990 cuando Grupo Zeta, colaborando con Glénat París y a través de su sello Ediciones B, pone en circulación el primer cuadernillo de la primera edición de ‘Akira’ que vio la luz en nuestro país: 38 ejemplares de 64 páginas a color que traducían la edición americana tratada por el gran Steve Oliff y que aparecerían en dos tramos; uno inicial de 1990 a 1992 en el que se publicarían los 33 primeros números y, cuando ya habría más de uno que pensaba que nunca llegaría a completarse, los cinco restantes entre 1995 y 1996.
Más o menos al mismo tiempo en el que sobreviene un parón que pondría a prueba los nervios de más de un coleccionista, la misma Ediciones B aventuraría una edición de mejor calidad del mismo material a color, esta vez en volúmenes de 180 páginas en tapa dura —el tercero de los cuales supuso, a título personal, el primer contacto de servidor con el manga de Otomo tras haber visto la película—. Pero todavía habría que esperar unos años, hasta 1999, para que, por fin, llegara a las estanterías de las librerías especializadas lo que muchos llevaban tiempo reclamando: una edición en blanco y negro y en sentido de lectura japonés de los seis volúmenes en que la serie había sido recopilada en Japón. Aparecidos a lo largo de dos años, todavía habría sitio para que Norma volviera a rescatar el material a color en sendos seis tomos —y en una caja espectacular que incluía el ‘Akira club‘, un volumen lleno de ilustraciones y de material complementario al manga— antes de que, en 2019, y tras algún que otro retraso, la editorial catalana nos hiciera llegar esta edición definitiva, con nueva traducción y rotulación, de tan inmortal manga.
Obra cumbre del manga
Que este redactor haya esperado pacientemente los dos años y medio que Norma ha tardado en publicar esta nueva edición de ‘Akira’ para escribir las líneas que ahora leéis no ha sido casual. De hecho, fue una decisión plenamente consciente y tomada nada más tuve en mis manos el primer volumen de la colección. El porqué de dicha decisión atañe a varias razones encabezadas, de manera fundamental, por la intención de poder volver a dar cuenta de la cabecera completa en una lectura hecha de manera ininterrumpida, sin tener que someterme a lo episódico de la temporalidad marcada por la salida de cada volumen independiente.
Dicho y hecho, no han pasado ni diez minutos desde que haya cerrado el sexto volumen de ‘Akira’ —por cuarta vez si no me falla la memoria— para arrancar la escritura de esta extensa entrada que, antes que cualquier otra disquisición, quiere dejar claro que, con casi cuarenta años a sus espaldas —las primeras páginas de ‘Akira’ vieron la luz en Japón en 1983— estamos ante una obra que, no sólo no ha envejecido ni un ápice, sino que, con el bagaje personal adquirido a lo largo de las últimas tres décadas, se reconoce hoy, con argumentos que van más allá de hacerse eco de las afirmaciones de otros, como uno de los títulos más influyentes de la historia del manga y, por ende, de la ciencia-ficción contemporánea.
Una influencia que cabe rastrear en el cine y la historieta a nivel mundial y que asienta sus cimientos en un trabajo de un calado que coloca a Otomo, con una sola obra, a la misma altura que otros mangakas consagrados de producción más vasta y rica. Y eso es debido a que, a lo largo de las ya citadas más de 2.000 páginas que conforman ‘Akira’, Otomo se encumbra como un narrador portentoso que asume muchas de las claves más arquetípicas del manga pero también las de la narrativa occidental, siendo su criatura, en un oxímoron maravilloso, paradigma del tebeo japonés y ejemplo a seguir por aquellos artistas que, después suya, y claramente influenciados por él, se han dejado contaminar por formas menos autárquicas que las de los más típicos ejemplos de viñetas niponas 100%.
A eso se suma, desde el primer momento, la extrema dedicación que Otomo pone en cada puñetera página para hacer de ellas un hecho pictórico alucinante: la singular filia del dibujante por el detalle convierte a muchas planchas de ‘Akira’ en un ejercicio de barroquismo gráfico de elegancia suma, y por muy intrincadas que puedan llegar a ser sus tecnologías o sus arquitecturas —dos de las vertientes en las que se llega al mayor grado de paroxismo por el detalle—, sus páginas nunca aparecen sobrecargadas, como si el autor hubiera tenido siempre la lucidez suficiente para añadir los trazos justos y necesarios pero ni uno sólo más.
Dicha cualidad, que ya habla por sí sola de la genialidad del artista, se une a una pulcritud extrema en la narración secuencial, a un gusto exquisito en la alternancia entre páginas «normales» y aquellas en las que la épica pide permiso para quedar plasmada en splash simples o dobles que quitan el hipo o, por supuesto, en la caracterización y enorme expresividad de sus personajes, actores de una personalidad casi tridimensional que no responden a arquetipos en un claro esfuerzo por parte de Otomo de dotar a su obra de un fuerte anclaje «realista» —todo lo realista que puede ser este futuro post-apocalíptico con gente con poderes y una figura central, la de Tetsuo, que, en los compases finales de la historia, cambia de humano a masa informe gigantesca de una viñeta a otra—.
Bajo un ritmo imparable y furioso —que alguna que otra vez se le ha criticado, aduciendo el que lo haya hecho que la lectura hubiera necesitado de algún tramo de exposición y cierta calma— la trama de ‘Akira’, que en esencia es bastante simple por más que después quede enmarañada por sus muchas y muy diversas adendas —algo que Otomo ha confesado se debe al haber tenido la historia clara desde un principio pero no cómo iba a desarrollarla—, somete al lector a un viaje en constante ascenso en una de las montañas rusas aviñetadas más espectaculares que se hayan visto en este mundillo del noveno arte.
Obra de culto. Referente incuestionable de la ciencia-ficción. Manga imperedecero. Y otros muchos apelativos podrían asignarse al que es uno de los tebeos más icónicos que nos han llegado desde el lejano oriente. Esta nueva edición de Norma, se alza, por el mimo puesto en ella, como una pieza de obligada adquisición, ya seáis de los que, como yo, es la cuarta o quinta vez que adquirís la serie; ya, sobre todo, si todavía pertenecéis al grupo de los que, por la razón que sea, no os habéis acercado nunca a ‘Akira’. Creedme cuando os digo que sin desmerecer al manga, ‘Akira’ es mucho más que un mero manga, es un tebeo cuya universalidad, a prueba de bombas tras casi cuarenta años, seguirá impertérrita dentro de otros cuarenta. Y eso, queridos lectores, no es algo que se pueda afirmar de muchas obras…pertenezcan a la disciplina narrativa a la que pertenezcan.
Akira
- Autores: Katsuhiro Otomo
- Editorial: Norma Editorial
- Encuadernación: 6 vols. rústica con sobrecubierta
- Páginas: Entre 350 y 392 páginas
- Precio: Entre 19,95 y 22,95 euros
Suscribo todo lo que dices. La peli me causó el mismo efecto y del manga tengo solo el primer tomo. Quizá vaya siendo hora de completar la colección…
Pues sí, más te valdría empezar a completarla XD