Para futuras entregas prometo no centrarme de manera única en las fórmulas con las que Urasawa nos coge por las gónadas y nos mantiene atentos a todo lo que les va ocurriendo a sus carismáticos personajes y analizar, enfocándolo de maneras diversas, lo que el japonés desarrolla en una faceta visual que es tanto o más fascinante que la que concierne a aquello sobre lo que orbita este magistral manga que es ’20th Century Boys’.
Como quiera que no me gusta hacer promesas que no se cumplan a posteriori, por las razones que sean, y dado que llegados ya a estas alturas de la colección —e incluso muchísimo antes— resulta de todo punto imposible hacer referencia a los acontecimientos que en ella se suceden sin incurrir en sonoros destripes —lo que no quita para que, en futuros acercamientos a ella, sea inevitable hacer alguna referencia más o menos velada a los mismos—, hoy centraremos nuestra atención sobre aquello con lo que cerraba la anterior entrada dedicada a esta nueva edición en formato kanzenban de ’20th Century Boys’: lo portentoso del arte gráfico de Urusawa. Una aproximación que podría hacerse, como decía entonces, desde diversos enfoques, y que en las líneas que siguen tratará de trazar un semblante más o menos claro de lo que cabe esperar con respecto a la narrativa, parte esencial del espectacular funcionamiento de la serie.
De trazo claro y preciso —para otro día me reservo el dar puntadas sobre su dibujo en términos estrictos— la narrativa de Urasawa es puramente nipona sin que ello sirva como excusa al autor para obscurecer el normal transcurrir de los acontecimientos. Dicho de otra manera: estamos hartos de asomarnos a títulos provenientes del país del sol naciente que son típicamente japoneses y que, bajo esa identidad, cargan las tintas en empobrecer las formas narrativas, entorpeciendo la lectura con una estructura farragosa, llena de saltos mal entendidos, de elipsis poco trabajadas y de un paupérrimo conocimiento del lenguaje secuencial a la hora de planificar y ejecutar los diferentes puntos de vista y la validez de los encuadres elegidos para los mismos. Todas esas cualidades nunca estarán presente en Urasawa, algo que ya afirma mucho acerca del artista.
Sí que cabe ser hallada cierta dilatación de los acontecimientos como característica inherente, no ya a ’20th Century Boys’, sino a toda su producción —asunto también para posteriores análisis—, pero poco importa que haya páginas y más páginas que algún osado pudiera calificar de relleno cuando todo lo que éstas trabajan con esmero es ir manejando los hilos de la tensión en el lector como si fuéramos meros títeres a merced de un maestro que dicta por dónde hemos de movernos: el fabuloso conocimiento por parte de Urasawa de los mecanismos internos del noveno arte provoca, sí o sí, que cada nueva fase de su historia se sienta con mayor intensidad que la anterior, y la fluidez con la que discurren todas —la mirada siempre se mueve inquieta y veloz por sus viñetas—, hace que queden perfectamente enhebradas en un cosmos que, y me repito, no ha hecho más que arrancar en los cuatro volúmenes que hasta ahora hemos revisado.
20th Century Boys kanzenban vol.4
- Autores: Naoki Urasawa
- Editorial: Planeta Cómic
- Encuadernación: Rústica con sobrecubiertas
- Páginas: 424 páginas
- Precio: 15,15 euros en