No tengo hoy un gran día, la verdad, y ni siquiera las cosas que deberían hacerme reír lo logran. Viene esto a cuento de que, en un despistado artículo de 20 minutos, tratan de venderme, entre errores de novato y rápidas consultas a google, motos que ya he oído en otras ocasiones: Que si la novela gráfica tratar de dignificar al cómic, que si obras así no son cómics, que si la abuela fuma… En resumen, que si lees otras-cosas-con-viñetas que no sean dignas de ese discutible nombre (novela gráfica, vaya sandez) cae en el terrible pecado del «entretenimiento infantil o frívolo».
Esto, que en cualquier otro momento me hubiera resbalado, en un día como hoy ha logrado soliviantarme. Tópicos repetidos uno tras otro y un tonillo paternalista bastante agobiante adornan el artículo, como muchas veces antes han hecho acto de presencia en las miradas de gente que te ve comprar tebeos, de «adultos» que consideran pecado que tengas en tus estanterías al Capitán América o a Batman justo al lado de, yo qué sé, Galdós, Shakespeare, Capote o Joyce.
¡Oh, la novela gráfica no salvará a todos, nos redimirá por completo! Dejaremos de ser niños frívolos que leen a Calvin & Hobbes y se emocionan cuando a Linus le ponen gafas. Abandonaremos por completo nuestra práctica repulsiva de disfrutar con las aventuras de Catwoman contra el cinéfilo, o de repasar por enésima vez las muertes de quiénes ya sabéis (y si no, ya estáis tardando) en Crisis en tierras infinitas.
Términos como ‘novela’ no son aplicables aquí y sólo contribuyen a confundir haciendo creer que estamos creando una versión ilustrada de literatura tradicional cuando tenemos un pez más grande que freír en la sartén; estamos forjando una nueva forma de arte que no estará atada a las reglas arbitrarias de una anterior
El texto del que forma parte la cita de Eddie Campbell que encabeza torticeramente el artículo de 20 Minutos siempre me ha parecido una gran broma a costa de un eufemismo para no llamar cómic al cómic.
Es muy fácil. Si aún os da reparo reconocerlo, leed el primer número de Tom Strong, de Alan Moore (¿Pero éste no escribía novelas gráficas?) y descubrid el poder de fascinarse, aún, a estas alturas de la vida, con eso que casi todo el mundo mira mal (hasta muchos de nosotros, en las tiendas de cómics, nos miramos mal). De disfrutar sin estar atados a externas reglas arbitrarias. De ser fiel a eso que en España se llama tebeo.
Sí, leo tebeos, ¿y qué?
Vía | La Cárcel de Papel
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