Dando un par de pasos hacia atrás y observando el recorrido del Universo DC desde que, a mediados de los ochenta, las primeras Crisis impactarán con sobrecogedora fuerza sobre la estructura de la editorial, resulta cuanto menos representativo de la forma en la que la compañía ha querido ir reinventándose que, en los casi cuarenta años que han transcurrido desde entonces, la casa de Superman, Batman y Wonder Woman haya recurrido, de manera directa o velada a, cada cierto tiempo, poner patas arriba todo el tinglado, no con esos eventos anuales de La Casa de las Ideas que ya sabemos que no llevan a nada, sino con auténticos terremotos supuestamente llamados a alterar la complexión del cosmos de la Distinguida Competencia desde sus mismos cimientos. Ya sabemos que esto no es del todo así, que al final el estatus quo siempre termina imponiéndose y que no hay muerte que no lleve a resurrección en alguna de las dos majors yanquis. Pero eso no quita para que, dejando ‘Crisis en Tierras infinitas‘ a un lado porque ahí sí que hubo férrea voluntad de completo reseteo, no podamos valorar en su justa medida aquello que se hizo con ‘Infinite Crisis‘, ‘Final Crisis‘, ‘Flashpoint‘ —quizás el peor ejemplo de una crisis que no lo fue por nombre pero nos dejó durante un lustro huérfanos en su inmensa mayoría a los que seguíamos buscando la grandeza en una editorial que pasaba por su momento más lúgubre— o, por supuesto, todo lo que Scott Snyder orquestó en esa sinfonía en tres movimientos que arrancaba con este ‘Noches oscuras: Metal’, seguía con el magnífico paso del guionista por los salones de la ‘Liga de la Justicia‘ y acababa de manera espectacular con ‘Noches Oscuras: Death Metal‘, un evento que ahora ECC recoge en dos integrales y que, de primeras, es una de esas raras ocasiones en las que todo se conjuga para ofrecernos un espectáculo de primera en el que casi nada…por no decir nada…sobra.
Muy acostumbrados estamos los lectores a que, cuando llega la hora de confrontar lo que sea que un evento de estas proporciones tiene que ofrecernos, nos encontremos con tal cantidad de tie-ins y one-shots destinados a complementar la cabecera principal —y, qué leches, a sacarnos los cuartos— que, o bien descartemos como descabellada la idea de acometer la lectura completa del festejo tebeístico en cuestión o, como suele pasar, hagamos caso omiso de los cantos de sirena que nos llegan de todas partes y, en un esfuerzo consciente, sólo atendamos, precisamente, al corazón de ese algo llamado a cambiarlo todo…y que nunca cambia nada, por supuesto. Máxima que casi nunca ha encontrado excepción, imaginad cuál fue mi sorpresa cuando, llevado por un momento de enajenación transitoria que me impulsó a decidir leer todos los especiales llamados a orbitar en torno a esta épica conclusión al plan de Scott Snyder, uno tras otro fueron negando la mayor y demostrando que, cuando hay ganas —y aquí las había— se puede dar con un conjunto digno de nuestra plena atención.
Recogido ahora, como decíamos, en preciso orden cronológico de lectura en dos volúmenes de esos que siempre siembran la discordia entre los aficionados españoles por su tamaño «jibarizado» —supongo que no habré de aclarar el término ¿verdad?— desvelar detalles acerca del argumento de ‘Noches oscuras: Death Metal’ es una labor como poco compleja. A fin de cuentas, no estamos hablando de un «evento al uso», esto es, algo como la citada ‘Flashpoint’ que surgía casi de la nada —sólo venía del reducido puñado de números que cerraba el ‘Flash‘ de Geoff Johns—, sino de, insistimos, el final de un largo recorrido que empezaba con la considerable complejidad que envolvió a ‘Noches oscuras: Metal’ —una cabecera que provocó muy opuestas reacciones y radicales reacciones en el fandom—; que continuó, a fuego lento, durante los tres años en que el guionista llevó a la mayor agrupación de héroes del Universo DC a cotas que hacía tiempo que no se veían en sus páginas —por mucho que nos guste la ‘Justice League’ de Geoff Johns durante las Nuevas 52, creemos que, dentro de su complejidad, sello característico de Snyder, lo que el escritor cuajó en los 39 números de su estancia en la cabecera es muy superior—; y que, al llegar aquí, a los 7 números de ‘Death Metal’ y a sus 14 satélites, arrastra tras de sí una estela multifacetada, compleja y de la que no es fácil siquiera hacer una sinopsis.
Baste decir, quizás, que los planes de Perpetua —una entidad multiversal presentada en ‘Metal’— y del Batman que ríe, oscura versión del protector de Gotham, mezcla del caballero oscuro y Joker y procedente de otro universo, para hacerse con el control de lo que queda del multiverso están a punto de dar sus frutos y que, para impedírselo, todos los héroes que quedan de todas las Tierras del cosmos de DC tendrán que aunar esfuerzos en un envite final al que el apelativo épico se le queda bien cortito. Y es que si hay algo que queda muy claro en estas casi 500 páginas y que las siguientes 500 terminan de rubricar con contundencia, es que Snyder se deja llevar aquí por un categórico no barrels hold, echando mano de todas las herramientas en su haber para, en conjunción con otros nombres como James Tynion IV, Joshua Williamson, Mark Waid, Geoff Johns o Peter J. Tomasi —pesos MUY pesados de las filas de DC—, ofrecer un espectáculo llamado a tenernos el corazón en vilo a la par que nos deja ojipláticos por el despliegue visual que ofrecen un nutrido grupo de artistas con Greg Capullo a la cabeza.
El que fuera alumno aventajado de Todd McFarlane tiempo ha superó las lecciones de su antiguo mentor, y no hay mejor muestra que lo sumamente trabajado de las páginas que conforman la serie central, caracterizadas por el gusto por el detalle y lo magnífico de los diseños que caracterizan al artista yanqui: sus intrincados lápices, engalanados en grado sumo por el ajustado entintado de Jonathan Glapion —en uno de esos tándems que son punteros dentro de la maquinaria estadounidense de hacer tebeos—, sirven con precisión a las muchas ideas que Snyder pone en jaque y, si a lo asombrosamente efectivo y espectacular de su trabajo unimos las páginas que cuajan otros dibujantes de envergadura como Eddy Barrows, Francis Manapul o nuestro Jesús Merino, comprenderéis por qué afirmamos que ‘Noches oscuras: Death Metal’, es un evento que se aparta de la «normalidad» y entra de lleno en lo «extraordinario».
Bien es cierto que, como ya he dicho últimamente en más de una ocasión, la dichosa continuidad y los denodados intentos de DC de captar a las nuevas generaciones de lectores con maniobras como la reciente ‘Dawn of DC’, terminan por ir relegando a un muy secundario plano todo cimiento previo de su longeva y casi nonagenaria trayectoria. Pero, asumiendo que eso va a seguir siendo una constante tanto en la Distinguida Competencia como en La casa de las ideas, es un ejercicio más que recomendable agarrar este pequeño corpúsculo de historias formadas por ‘Metal’, ‘Liga de la Justicia’ y ‘Death Metal’, y dar cuenta de ellas ignorando todo lo demás, como si fueran una enorme novela gráfica auto-conclusiva o una maxiserie de esas que, al menos en DC, sí nos siguen cautivando de cuando en cuando bajo el sello Black Label. Leídas así, estas páginas y las que llegaron antes de ellas conforman un todo alucinante, espectacular, polifacetado, complejo y asombroso como pocas veces se ha podido leer en la editorial. Y eso, creemos, es mucho decir.
Noches oscuras: Death Metal
- Autores: VVAA
- Editorial: ECC Ediciones
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 480 páginas
- Precio: 45 euros