'Male Call', Caniff, un dios de las viñetas

Temo que lo poco o mucho que puedan llegar a dar de sí las siguientes líneas, sean incapaces a la postre de hacer justicia, no a lo que Dolmen incluye en esta inesperada novedad que ha sido ‘Male Call‘ sino al nombre impreso en su portada. Y es que, considerando quién firma este espléndido volumen, todo lo que podamos decir aquí no es más que lluvia sobre mojado acerca de lo que voces mucho más preparadas y con mayor conocimiento de Milton Caniff han dicho acerca de esta figura fundamental en la historia del noveno arte. Porque, seamos francos, al tener a una obra de Caniff delante, lo inevitable es departir sobre su incuestionable influencia en el medio, sobre su Steve o, por supuesto, sobre su Terry, pilar imprescindible en cualquier aproximación que se quiera hacer a los principales hitos del arte secuencial durante el s.XX y una tira que, desde aquí, aunque jamás hayamos hablado sobre ella, os recomendamos encarecidamente como una de esas lecturas que no puede faltar en el acerbo de cualquier tebeófilo que se precie.

Más, como decíamos, si sois lectores veteranos y curtidos, lo meramente introductor del párrafo anterior os sobra de principio a fin y, si estáis aquí, es para que os dejemos claro, ante todo, la cuestión de si el material aquí contenido, producido por Caniff para el ejército estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial, vale o no la pena. Dejemos las cosas claras ya, no sea que queráis dejar de continuar leyendo esta entrada, y afirmemos, con toda contundencia posible, que no es que ‘Male Call’ sólo valga la pena, es que, considerando cuando fue producida y que lo fue de manera simultánea a su opus magna, lo que Dolmen nos presenta aquí es poco menos que oro en viñetas. Y eso, queridos lectores, es algo que no abunda en el medio y que, en consecuencia, tiene que ser contemplado con enormes dosis de admiración y teniendo claro que, por más que las tiras aquí incluidas carezcan de muchas de las cualidades que hicieron de ‘Terry y los piratas‘ el clásico incontestable que es, estamos ante una obra de belleza y relevancia que van más allá de toda duda.

Como documento histórico, ‘Male Call’ no tiene precio: de enorme valor como escaparate de una de las épocas más convulsas de la historia de la humanidad vista a través de los ojos de los protagonistas a ras de suelo, lo que Caniff pone en juego aquí, aunque sea siempre de mano del humor socarrón y bonachón del que siempre hizo gala Terry en sus aventuras, es de una genialidad constante. Pero es que a dicha cualidad se suma el poder observar una suerte de estudio antropológico sobre el papel de la mujer en la sociedad de los años 40 y cómo el autor, empoderándola dentro de los esquemas de su tiempo, se adelanta al mismo creando un personaje que tiene un poco de vecina de al lado, un poco de femme fatale y un mucho de carisma incontenible. Y es que Miss Lace, la protagonista de ‘Male Call’, sacada a empellones de las páginas de ‘Terry y los piratas’, es una de esas féminas por las que perder la cabeza, como hace toda la soldadesca que pasa por su lado pero, al tiempo, es caracterizada por Caniff como la presencia necesaria para llevar algo de calor a las duras existencias de los soldados que, al otro lado del océano, se jugaban el tipo por la libertad de Europa.

Con su característico trazo, del que no vamos a hablar porque, de nuevo, ¿qué diantres podríamos añadir a todo lo que se ha dicho sobre el portentoso dominio de Caniff de forma, fondo y narrativa?, Caniff consigue enamorarnos de Miss Lace y de las páginas de ‘Male Call’ tan pronto abrimos el álbum y comenzamos a dar cuenta de lo que en él se nos regala. Y aún diré más: resulta tremendamente singular el que, habida cuenta de las ocho largas décadas que en breve habrán transcurrido desde que estas planchas vieran por primera vez la luz, que sigamos riéndonos, emocionándonos —porque, cuidado, que no sólo hay comedia aquí, que cuando Caniff quiere, puede ser muy emotivo— y maravillándonos con asombro ante lo que el legendario dibujante plasmaba sobre la página en blanco, sólo puede significar una cosa…¿hace falta decirla?