De las cuatro novedades que hasta el momento han caído en nuestras manos procedentes de Nuevo Nueve, creo de recibo reconocer que ‘La casa de la playa’ es, por diversas razones que ahora pasaré a desgranar, mi título favorito. Cuidado, no quiero con esto decir que ‘Epílogo’, ‘La batalla de Esquizo’ y ‘El americano’ no dejaran muy grata impresión en mí. Antes bien, si algo hay que alabarle al envite inicial de Ricardo Esteban en su nueva singladura como editor es que haya sabido elegir con muchísimo tino aquello que cimiente el futuro de la empresa, y cualquiera de los tebeos antes citados son claro ejemplo del ojo clínico que tiene el otrora capitán de Dib-buks para hacerse con lecturas que, por una razón u otra —y las que atañían a la nombrada terna ya las comentamos en cada una de sus pertinentes reseñas—, terminan haciéndose un hueco en nuestra memoria…y en nuestras tebeotecas.
Pero, como digo, de entre el cuarteto con el que Nuevo Nueve ha comenzado andadura, es ‘La casa de la playa’ la que, en lo personal, más ha llegado a atrapar a este redactor gracias a la calidez con la que Séverine Vidal hilvana una historia que bien podría haber salido de la fértil pluma de Zidrou. De hecho, son muchas las tonalidades que acercan a este relato familiar desarrollado en cuatro momentos y un epílogo —que abarcan cincuenta años de historia de una familia y una casa— a lo que hasta ahora le hemos leído al guionista francés en su tierna y soberbia ‘Los buenos veranos’: con la clara idea pues, de que lo que vamos a encontrar aquí no dista mucho de los cercanos y cálidos personajes y situaciones que Benoît Drousie, hay que reconocerle a Vidal, y reconocérselo ya, el que en muy pocas páginas, sea capaz de construir con cuatro trazos a unos personajes que, rejuvenecidos por cada salto hacia el pasado, saben aunar cercanía y misterio a partes iguales, lo suficiente para que nunca los sintamos como algo ajeno pero, al mismo tiempo, permanezcamos anhelantes por saber qué les tendrá reservado el destino a continuación o, mejor dicho, que dictó el destino para que llegarán al primer momento en el que los conocemos.
Es muy evidente, echándole un rápido vistazo a las páginas de ‘La casa de la playa’, que una considerable porción de responsabilidad en conseguir que este volumen sea tan cercano, tan cálido, tan afable y tan bonito —porque lo es, diantres, es MUY BONITO— recae sobre el trazo y el color de nuestro compatriota Víctor L. Pinel. El artista madrileño, que se da a conocer en su tierra a través de este volumen, se descubre como un narrador preciso que maneja con suma facilidad los escenarios donde mueve a unos personajes expresivos, cercanos y con los que resulta imposible no encariñarse a poco que nos impliquemos en unas vidas ficticias que, como dejaba intuir en el párrafo anterior, atrapan sin remisión. La emoción que en el lector va generando el ir conociéndolos y ser partícipe de las diversas alegrías y alguna que otra tragedia que los envuelve es la que, en última instancia, hace que me incline por este magnífico volumen como lo mejor que ha sacado Nuevo Nueve hasta la fecha. Y esto, como suele decirse, no ha hecho más que empezar…
La casa de la playa
- Autores: Séverine Vidal, Víctor L. Pinel
- Editorial: Nuevo Nueve
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 176 páginas
- Precio: 20,90 euros en