COMIC SCENE: Las Lecturas de Fancueva
V. Kingdom Come

‘Krazy Kat’, algo más que un tebeo

Por la razón que sea, he empezado y borrado este texto tres o cuatro veces (una de ellas, la última, cuando lo llevaba bastante avanzado). Por la razón que sea…bueno, yo sé la razón, y es no ser capaz de hacer justicia con lo burdo e inexperto de mis reflexiones a lo que tengo junto a mi teclado ahora mismo, un puntal indiscutible del noveno arte; uno de esos imposibles títulos sobre los que todo el mundo se pone de acuerdo; una de esas obras que sólo concitan admiración allí donde recalan; un clásico…un CLÁSICO de esos que hacen temblar las rodillas a aquellos que amamos este medio y que, en mi caso, me ha provocado un considerable bloqueo en esas tres o cuatro ocasiones en que he querido hilvanar ideas. Rendido pues a la evidencia de que, sea lo que sea que escriba, todo derivara en un fútil de dialéctica, es decisión personal tirar por la calle de en medio y que las líneas que siguen a continuación no intenten de enarbolarse en la apreciación definitiva de la magna obra de George Herriman, sino en la (MUY) humilde aproximación a ella de un aficionado que, cada vez que ha dado cuenta de sus páginas, se ha atrevido a soñar en «coconiense».

Y como es humilde y a la par pretende ser personal, no puedo empezar por otro lado que no sea el primer contacto que tuve con el universo de la gata, el ratón que le lanza ladrillos, el perro policía y la extraordinaria fauna del condado de Coconino. Supongo que ese primer contacto es muy común si se tiene en cuenta la generación a la que pertenezco y, más aún, que servidor no vería a ‘Krazy Kat‘ en papel hasta aquella primera afortunada edición —aunque no del todo ortodoxa…más de esto algo más abajo— que le hizo Planeta DeAgostini a la obra de George Herriman allá por principios de siglo. En fin, que pierdo el hilo, mi primera aproximación al cosmos de Krazy e Ignatz fue, cómo no, el mundo de la animación gracias a aquella extravagante adaptación que King Features produjo de la página dominical del artista estadounidense y que, curiosamente, fue filmada en unos estudios de Praga. Los que, como yo, tuvierais contacto con dicha serie, seguro que recordáis el acento sudamericano con el que fue doblada en su momento y este vídeo os golpea con toda la fuerza con la que suele hacerlo la nostalgia.

Tras aquél fugaz contacto con el imaginario de Herriman, no sería, como decía antes, hasta 2006 que, contagiándome de la emoción con la que mi suegro, muchísimo más ducho en el tebeo clásico que el que esto suscribe, me abalancé sobre lo que Planeta DeAgostini hizo con su émulo de la edición yanqui de Fantagraphics. Una edición que, a mi parecer, con la perspectiva que ofrece el tiempo y con lo mucho que he leído la serie desde entonces, cometía dos errores fundamentales. Uno, el más obvio, era que, de los diez volúmenes en que Fantagraphics publicaba en Estados Unidos la totalidad de las tiras de Herriman, sólo nueve vieron la luz aquí, dejándonos a los coleccionistas con el «culo roto» a la espera de un cierre que nunca llegó. El segundo, más sutil —y más personal— fue la elección del tipo de letra con el que se rotuló aquella primera ilusionante edición española: una rotulación mecanizada y de trazos muy estilizados que nada tenía que ver con la original de Herriman y cuya única justificación, al menos en lo limitado de lo que uno llega a entender, pasaba por el abaratamiento de costes en los que se hubiera incurrido de haber tenido que rotular a mano todas las planchas. Pero, claro, si estamos hablando de una editorial que fue capaz de no terminar una colección, no podemos pedir peras al olmo y que se hubiera tomado la decisión de tratar a ‘Krazy’ con todo el mimo y el amor que merecía.

Por el camino, por cierto, había quedado aquél volumen que Norma publicaba una década antes, con una exigua selección de 78 planchas de la serie o quedaría aquél que la misma editorial lanzaría, en 2013, a tamaño descomunal —y precio acorde— de otra selección igualmente insuficiente, de 120 páginas. Y, entonces, como suele decirse….LLEGÓ LA CÚPULA.

No sería nada complicado llenar varios muchos párrafos de sentidos elogios hacia la carta de amor desaforado que supone la edición de la empresa catalana hacia el material que contienen sus 448 páginas a un precio que, sinceramente, no podría ser más ajustado…y asequible a cualquier bolsillo que sepa valorar, no ya la alta calidad del producto final, sino el trabajo y el tiempo invertido por La Cúpula para que estas planchas dominicales de 1916 a 1917 vean por fin la luz en una forma que jamás se ha ajustado tanto a lo que Herriman publicó hace más de un siglo. Y no lo digo por decir. De hecho, mi valoración se hace desde una óptica de una considerable objetividad. No en vano, no es que haya leído, y en incontables ocasiones, la obra de Herriman en su versión original, es que lo primero que hice cuando la editorial nos hizo llegar el presente volumen, fue abrirlo y compararlo, página a página, con la no menos fabulosa edición que Fantagraphics lleva publicando desde 2019 en unos álbumes muy similares en formato y extensión a este primero —pero no último ¿verdad?— que las gentes de La Cúpula han regalado a los tebeófilos españoles.

Y de esa comparación es como nace la completa admiración que profeso hacia los responsables de una edición que exigía a gritos la creación de esa nueva categoría de los Premios Fancueva que fue la de Cómic mejor editado: con detalles como el color de los cantos de las páginas —algo inexistente en la edición estadounidense—, dos magníficos prólogos —uno de ellos, inevitablemente, de un Álvaro Pons que desde los tiempos de su Cárcel de Papel se ha declarado incondicional de ‘Krazy’— y un no menos revelador epílogo, el plato fuerte de esta edición definitiva de ‘KRAZY KAT’ en español está, por si quedaba alguna duda leyendo el párrafo anterior, en el trabajo de traducción ¿y rotulación? que ha llevado a cabo alguien a quien no podemos calificar como menos que HÉROE, Raúl Lardín. En lo que Lardín hace bien cabe detenerse para llevar a cabo una apreciación: si alguna vez os habéis asomado a una página de ‘Krazy’ en inglés, os habréis apercibido de lo curioso del lenguaje que manejaba Herriman, alejado de la ortodoxia del inglés, lo que el artista ponía en boca de sus personajes era una suerte de idioma fonético con el que poder hacer accesible al público general la lectura de las tiras. Dicho recurso, que leído hace muchas veces imposible entender qué diantres están diciendo Krazy, Ignatz y el resto de habitantes de Coconino, cobra todo su sentido cuando uno lee en voz alta los bocadillos y los sonidos que emite comienzan a adquirir significado.

Aún así, hay algo que queda claro en la lectura de cualquier página de ‘Krazy Kat’, y eso es la virtual imposibilidad de saber qué mensaje preciso pretendía hacer llegar Herriman en muchas ocasiones. Bajo esa premisa, es evidente que cualquier traducción va a desvirtuar la experiencia de leer la obra en su idioma original y, con dicho handicap muy claro, lo que Lardín hace es aproximarse al paso al castellano desde una óptica que reinterprete sus claves bajo cierta personalidad patria, haciendo que los modismos y contracciones tan propios de la grafía de Herriman, se trasladen aquí a cierto español cañí que, en cierto modo, también adquiere toda la potencia de su humor latente cuando se lee en voz alta. Al hacerlo, resulta muy evidente que el logro de Lardín no es fruto de la casualidad y que hay en esta traducción muchas horas de pensar cómo trasladar ideas sin corromper la personalidad que hace a ‘Krazy’ lo que ‘Krazy’ es. Y a fe nuestra que se consigue. ¡¡Digo si se consigue!!.

Complementado con una rotulación que se mimetiza de manera muchísimo más ajustada con los irregulares trazos de la de Herriman, resulta evidente a ojos vista que lo que La Cúpula ha logrado es poco menos que un milagro. Dejo a vuestra curiosidad el aprehenderos de más información sobre ‘Krazy Kat’ en los muchos rincones de la red que han analizado este cimiento del noveno arte abordando su historia, sus peculiaridades, la genialidad narrativa de Herriman, la forma en la que abordaba una plancha —sobre todo en los primeros años de vida de la página dominical— como un lienzo en el que TODO era posible, reventando encorsetamientos y haciendo de ella un fluido que, convertido en manantial inagotable de lucidez y genio, inspirará a incontables artistas que llegarán tras él convirtiendo a esta maravillosa locura en algo más que un tebeo. ‘Krazy Kat’ es arte. En mayúsculas. Y La Cúpula lo ha entendido a la perfección creando un libro que es pura maravilla. Sólo podemos cerrar estás líneas de una forma: GRACIAS.

KRAZY KAT. PÁGINAS DOMINICALES 1916-1917

  • Autores:George Herriman
  • Editorial: La Cúpula
  • Encuadernación: Cartoné
  • Páginas: 448 páginas
  • Precio: 34 euros
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