El único rincón del que dimana el adorno, en la acepción estricta del término, es el trabajo de Alex Ross. Mucho se ha dicho y escrito sobre cómo el artista se aproxima aquí a su visión de los cruzados con capa y los hombres de acero —a tal respecto, os recomendamos encarecidamente el libro ‘Mythology‘, que recorre su trayectoria en DC y es pieza imprescindible en la tebeoteca de cualquier coleccionista de cómics que se precie. No sé si coincidiréis conmigo en la apreciación de que pocos artistas visuales han podido igualar la capacidad para la grandeza de Ross, algo bastante irónico teniendo en cuenta que la idiosincrasia fundamental de su estilo es hacer que los personajes parezcan reales. De hecho, la paradoja que rodea a Ross es cuanto menos curiosa, pues la realidad debería ser pobre sustituto de las maravillas que vemos en un cómic y el que eso mismo nos haga los ojos brillar de entusiasmo al asomarnos a sus planchas da que pensar: en las viñetas de Ross, como en las de cualquier cómic de superhéroes, vemos pasar cosas imposibles —gente volando, explosiones de energía, estaciones espaciales hechas de luz sólida…— pero se nos presentan como si formaran natural parte de nuestro mundo. De repente, ya no somos lectores, somos viajeros que han escalado el Olimpo y han mirado a los ojos a los Dioses. No hay ningún artista que hubiera sido más apropiado que Ross para conseguir esto.
No es que otro autor hubiera sido el encargado de poner en dibujos y narrativa el guión de Waid por cuanto la idea de partida fue cosa de Ross, y cuesta pensar que el artista hubiera cedido el control sobre ‘Kingdom Come’ por más que, eventualmente, la idea fuera asimilada y regurgitada por la maquinaria de DC en aquel spin-off llamado ‘The Kingdom‘ sobre el que volveremos en un momento. La pareja sólida que formaron dibujante y guionista demostró que ambos tenían un control considerable sobre la narrativa global al tiempo que dejaban instantes individuales, ya en líneas de diálogo, ya en imágenes, que permanecen, como ya apuntábamos antes, de manera permanente en la memoria del lector. Tanto uno como otro probaron tener una habilidad considerable para conseguir lo que los grandes cómics de superhéroes hacen: presentar grandes ideas de manera con acción e inventiva para que atraviesen nuestras defensas mentales naturales contra la ficción.