Jeffrey Brown lleva ya cuatro años dando rienda suelta a sus obsesiones sexuales y sentimentales y plasmándolas en cómics como Torpe o Inverosímil, que se han ganado, en poco tiempo, el respeto de muchos aficionados a las obras íntimas y al género del slice of life. Su estilo, tan primitivo como intransferible, le ha hecho reconocible muy fácilmente: cuando uno ve un cómic de Jeffrey Brown, ya es capaz de reconocer la mayoría. Y aunque su obra es aún corta, quizás sea uno de los nombres que más rápidamente está creciendo.
¿Hay razones para tanto? Pues, de momento, Jeffrey Brown tiene más aciertos que errores. Sus historias, casi siempre autobiográficas, se centran en el día a día de las relaciones de pareja. Construidas en torno a anécdotas o pequeños recuerdos del día a día, que generalmente no pasan de una página de cómic, defraudarán a todo el que espere de un tebeo grandes sucesos, acción a raudales o una trama construida como un reloj.
Aquí ocurre al contrario. Los tebeos de Brown son, en cierto modo, como las novelas de Raymond Carver: su fuerza reside, precisamente, en los momentos en los que, aparentemente, no pasa nada. Pero todos sabemos que, al final, las cosas que pesan en el amor, en las relaciones de pareja, no son los grandes momentos. Por mucho que las comedias románticas estén empeñadas en decirnos lo contrario: el «sí, quiero» o el primer beso no son más que el inicio de un montón de días donde la rutina, las malas o buenas respuestas, los reproches o los halagos, todas esas cosas, cuentan más que nada.
Así, lineales o no, contadas con mayor o menor gracia, las historias de Brown siempre hablan de cómo conoció a una chica, cómo se enamoraron, cómo los días pasaron (unos para bien y otros para mal), cómo el sexo y las palabras de amor se alternaban con las broncas y las rupturas y cómo, finalmente, todo acaba por romperse.
Los personajes de Brown, especialmente el suyo propio, tienen tantos defectos como cualquiera de nosotros, a veces más. Por eso es muy fácil identificarse con ellos. Por eso y porque siempre hay algún momento de las relaciones retratadas por el estadounidense que es calcado a alguno de lector.
Poco a poco, no obstante, la sensación de sorpresa se va perdiendo. Una vez leído un cómic de Brown, los otros ya no parecen para tanto. Es más, el autor, dentro de una misma obra, alterna momentos espectaculares con páginas en las que no llega a cumplir su objetivo. Y puesto que el trazo y el diseño de las viñetas son más bien rudimentarios y en ocasiones monótonos, habrá quien pronto se canse de él.
Además, Brown ha cambiado ya de género en alguna que otra ocasión (me gustaría verle más en ese trance, porque ahí puede curtirse más y pulir sus defectos) y ha llegado a dirigir el vídeo musical de Death Cab For Cutie para la canción ‘Your Heart Is An Empty Room‘.
Brown tiene, como casi todos los escritores, sus propias trampas y de cómo las sortee dependerá si madura para bien o para mal. Pero es ya uno de los nombres más interesantes del cómic independiente USA. Su facilidad para retratar emociones y su exhibicionismo, que nunca parece impúdico, sino sincero (como si necesitase sacar de dentro de sí cada uno de esos momentos, cada uno de esos polvos) hacen de sus tebeos una lectura interesante y, a ratos, muy emocional.
Más información | Crudely Drawn Naked People (Un blog que recopila información sobre toda la obra de Jeffrey Brown)