Hay que arreglar el mundo…y hacerlo YA

Nuestra casa común caduca. Es un hecho incuestionable. Los excesos cometidos por nuestra especie desde la Revolución Industrial y el exponencial aumento de la población, nos han llevado, inexorablemente, a un instante de la historia de la humanidad crucial, no para la supervivencia de la Tierra, sino del hombre. A fin de cuentas, por irónico que pueda parecer, a escala temporal planetaria, no hemos hollado la superficie de nuestro mundo más que unos pocos segundos, y es dolorosamente obvio que cuando hablamos de esa caducidad del planeta, lo hacemos desde una visión completamente egocéntrica…si mañana nos extinguiéramos, la Tierra seguiría tal cual, recuperando eventualmente las condiciones para la vida que, con considerable empeño, nos hemos dedicado a joder en los últimos dos siglos.

Ante este panorama, el nihilismo es la respuesta inmediata. Y es que, ¿para qué diantres hacer esfuerzos a nivel personal que compliquen nuestro día a día —separar para reciclar, intentar usar transportes públicos cuando sea posible, renunciar a las compras indiscriminadas, cambiar de manera radical nuestra dieta virando hacia opciones vegetarianas…—si los grandes países, esos que realmente deberían tomar medidas, no lo hacen como debieran? De hecho, es esta una pregunta cuya respuesta más inmediata, «pues para nada, no lo hacemos y punto», parece venir respaldada por cualquiera de las tres lecturas que, durante 2022, han venido a remover conciencias desde el mundo de la viñeta, buscando sensibilizar a los lectores acerca de la necesidad de cambiar, y hacerlo ya, desde un medio mucho más visual y ameno que el que suponen los cientos y cientos de estudios que llevan alertando acerca del cambio climático y sus terribles consecuencias desde hace décadas.

Que en el plazo de 12 meses se hayan sucedido tres volúmenes que giran en torno al mismo asunto, es ya una alerta bastante considerable sobre algo que nos concierne a todos y sobre lo que, como hemos querido dejar claro en el titular, hay que actuar YA. De hecho, atendiendo a lo que ponen en narrativa secuencial Philippe Squarzoni, Darío Adanti, Jean-Marc Jancovici y Christophe Blain, la conclusión más clara que podemos extraer de la contundencia de argumentos que esgrimen los cuatro autores a través de ‘Cambio de clima‘, ‘El meteorito somos nosotros‘ y ‘El mundo sin fin‘ —ganadora, por cierto, del Premio Fancueva a la Mejor BD de 2022— es que «ya vamos tarde» y que, cualquier medida que se tome, a macroescala, claro, probablemente sirva sólo para paliar de manera mínima la catástrofe global que sobrevendrá a nuestra especie.

Ante tan deprimente conclusión, creo que es bien evidente que lo que se podría pensar a priori como lector es que, si eso, mejor no me acerco a ninguno de los títulos publicados por Errata Naturae, Astiberri y Norma. Y si bien esa sería una muy natural forma de defensa contra lo constantemente demoledor de lo que cualquiera de los volúmenes ofrecen en mayor o menor medida —quizá lo más contudentes sean ‘Cambio de clima‘ y ‘El mundo sin fin’, y ‘El meteorito somos nosotros’ vea cierto grado de su mensaje algo diluido por el sano y muy necesario humor del que echa mano Adanti—, permitidme el atrevimiento de indicaros lo erróneo de dicha postura por cuanto la solución no es hacer oídos sordos y miradas esquivas ante lo que ya tenemos encima, sino, todo lo contrario, tener cuanta más información podamos para ser semillas del necesario cambio que nuestro hogar nos reclama.

Sólo si tomamos conciencia plena del mensaje que Squarzoni, Adanti, Jancovici y Blain se han tomado su tiempo en condensar en unas páginas que se mueven entre lo notable del segundo, lo sobresaliente del primero y lo directamente magistral de los dos últimos, podremos actuar, y hacerlo de manera efectiva, en firme oposición a la virulencia con la que el planeta está deteriorándose o, por supuesto, ante la negligencia que ciertos gobiernos parecen haberse adoptado considerando que el futuro, ese que está a la vuelta de la esquina, no es su problema, sino del que sea que tenga que tomar las riendas cuando ellos ya no estén. Sí, es una gran carga la que hay que soportar sobre nuestra limitada capacidad de actuación en el gran esquema de las cosas pero, o «cogemos al toro por los cuernos», o la singular belleza que hay en nuestro único planeta, terminará siendo disfrutada por las bacterias.

Sé lo que estáis pensando, cinco párrafos ya y apenas he hecho referencia directa a lo que realmente interesa en una entrada de nuestra web: el cómic en sí. No os pediré disculpas por haberme enrollado de la manera que lo he hecho por cuanto es lo que me pedía el cuerpo en esta mañana de 3 de enero de 2023 —que es cuando, de una sentada, y en poco menos de una hora, he redactado estas líneas—, y sí que os agradezco que sigáis ahí, leyendo unas digresiones que, a partir de aquí, sí que analizarán la terna de títulos que aquí hemos agrupado. Y como por alguno hemos de comenzar, hagámoslo en el orden en que llegaron a nuestras manos y empecemos por el relato autobiográfico/ensayo sobre el cambio climático que es ‘Cambio de clima’.

En blanco y negro y con un cuidado estilo, el trabajo cuajado por Squarzoni, y magníficamente editado por Errata Naturae en un libro con clara conciencia ambiental —son muchos los datos que aportan desde la editorial que sustentan lo sostenible de esta publicación— es, acaso, el que más llegaremos a interiorizar de la terna por lo muy efectivo de la alternancia entre el análisis que hace el autor italiano de datos y más datos acerca del cambio climático y los esfuerzos que dedica a contrapesar la carga de los mismos con una mirada personal, no ya sólo hacia ellos y hacia la gravísima situación del mundo que nos rodea, sino a su vida, su devenir profesional y sus relaciones, haciendo de ‘Cambio de clima’ toda una experiencia que navega en diferentes aguas y que, con suma facilidad, capea cualquier temporal que se le pone al paso en ellas.

En comparación con lo que el italiano pone en juego, ‘El meteorito somos nosotros’ se queda en un calado algo menor. Y no por el humor, que es muy bienvenido por lo mucho que aligera la enorme hostia que el argentino nos pega con la mano abierta, sino porque para lo mucho que quiere condensar en la lectura, las 160 páginas en que lo hace se nos antojan algo escuetas…sobre todo considerando que Squarzoni habrá utilizado el triple en ‘Cambio de clima’ para cuando Astiberri publique este espléndido ejercicio del autor de ‘La ballena tatuada‘: muy pedagógico, mucho más que la obra del italiano, es la sensación de premura con la que vamos consumiendo el volumen y la rapidez con la que discurre todo, llevado en volandas por el genial estilo gráfico del bonaerense, la que nos fuerza, en cierto modo, si tuviéramos que establecer un escalafón, un podio, de la terna de propuestas que hoy os traemos, a colocar a ‘Nosotros somos el meteorito’ en un bronce que, cuidado, nunca pareció más oro que aquí.

Y así llegamos, por fin, al álbum que nos ha arrebatado de tal manera que no hemos tenido otra opción que colocarlo, no ya en la cima de este trío de tebeos acerca del cambio climático, sino en lo más alto de TODO lo que hemos leído este año proveniente del viejo continente. Las razones, incontables, empiezan y acaban por esa fuerza de la naturaleza —de la naturaleza de la narrativa secuencial, si así lo preferís— que es Christophe Blain. He de confesar que el artista nunca ha sido de esos dibujantes que me mueven de manera automática a adquirir lo que sea que pongan en circulación pero también que, lo que cuaja en las 200 planchas que conforman ‘El mundo sin fin’ es de un calibre que pocos coetáneos suyos serían capaces de planificar con iguales resultados: prescindiendo por completo del confinamiento de la viñeta, y dando así portentosas alas a la composición de la página, Blain echa mano de toda su inventiva —que es mucha— para poder explicar, de las formas más imaginativas dinámicas y elocuentes posibles, los complejos conceptos y teorías socio-económicas que esgrime Jancovici a lo largo de una narración que, intensa como ella sola, atrapa no obstante al lector a poco que el asunto que en ella se trata le resulte atractivo…vamos, y si no lo es, no sé qué diantres hace con el libro en las manos, la verdad.

Con cierto humor, muchas ganas de acercar información fundamental al lector, tirando de mil referencias para facilitar la asimilación de datos e información —cierto es que mucha de la misma es algo localista (localista en torno a Francia, claro), pero se le perdona porque hasta conocer la realidad de nuestro país vecino termina descubriéndonos cosas sobre nosotros mismos— y bajo una constante premisa, asumida desde los cimientos del álbum, de resultar un vehículo útil que mueva de manera permanente a la reflexión, ‘El mundo sin fin’ es uno de esos tebeos que engrandecen el medio, que lo hacen avanzar, que ensanchan sus fronteras por aquello que se trata y que, además, nunca pierden de vista resultar condenadamente entretenidos. Todo un logro que, unido a los otros dos títulos que hemos traído hoy a esta larga reseña, dejan bien claro que, usado como es debido, el noveno arte es un vehículo válido como el que más para la divulgación científica de envergadura.