No cabe duda de que cualquier cómic que lleve la firma de Robert Kirkman concita una atención inmediata por parte del fandom. No en vano, tener en su haber los dieciséis años de ‘The Walking Dead‘ o, aún más, los doce de ‘Invencible‘ —adoramos la ya legendaria serie de zombis en un mundo post-apocalíptico pero creemos que, muy por encima de ella, en la cumbre indiscutible de la producción del guionista hasta la fecha, está «la mejor serie de superhéroes del universo»— es carta de presentación más que suficiente para garantizar que, sea lo que sea lo que porte su nombre en portada, se convierta casi de forma inmediata en la comidilla de los foros y páginas especializadas en el noveno arte. Pero éste es sólo uno de los motivos por los que ‘Haunt‘, que Planeta recupera ahora en dos integrales, separando la etapa de Kirkman al frente de la cabecera con aquella en la que Joe Casey tomaría las riendas de la misma, causó tanto revuelo cuando el escritor anunció el proyecto al que, no sabíamos cómo, Ryan Ottley pondría talento gráfico mientras también se ocupaba de la citada ‘Invencible’: la jugada aquí estaba en que los bocetos iniciales de las páginas serían obra de Greg Capullo y las tintas de la serie correrían a cargo de Todd McFarlane, limitando así la carga de trabajo de un dibujante que hace un trabajo más que correcto pero cuyo nivel queda muy por debajo de lo que, a partir del número 6, veremos de manos de Greg Capullo —ya sea con las tintas de McFarlane o con las usuales de Jonathan Glapion.
Pero, antes de seguir con tanto baile de artistas y con lo enorme potencia de lo que ‘Haunt’ llega a ofrecer en sus vertiente gráfica, detengámonos por un instante, no en departir exclusivamente sobre aquello en torno a lo que gira la trama sino, también, sobre las demasiado obvias influencias que la estructuran y que, en última instancia, podrían incluso servir para echar por tierra los esfuerzos de Kirkman. Y es que esta serie, como apunta el titular, bebe, y mucho, del universo del trepamuros y, en particular, de lo que al simbionte por excelencia respecta, siendo en muchos momentos demasiado obvio que lo que intenta aquí Kirkman es atraer al público de la serie Marvel que haya terminado hastiado de tantas décadas de continuidad con un producto que ni quiere ni necesita ocultar las fuentes de las que bebe y que sólo introduce dos ideas de peso con respecto a las cabeceras de La Casa de las Ideas. La primera, y eso es lo que une a ‘Haunt’ con el ‘Predicador‘ de Garth Ennis, que el protagonista sea un hombre de Dios algo particular —y para que esto quede bien claro, en las tres primeras páginas del primer número se puede ver a Daniel Kilgore, el protagonista, pagando los servicios de una chica de alterne— que se verá envuelto en circunstancias muy excepcionales —aunque, seamos francos, por mucho que Kirkman quiera, esta serie no le llega ni a la altura del betún a la de Ennis. La segunda, también muy en la línea de la que siempre hemos dicho es la mejor serie que salió de Vertigo —sí, por encima de la de Gaiman—, es que aquí la violencia se muestra sin ningún tipo de arredros, con sangre y desmembramientos en un festival que, por momentos, raya hasta en el gore.
En manos de Ottley, el primer arco argumental de la cabecera, que introduce a los cinco o seis protagonistas, plantea gran parte del futuro entramado y sirve para establecer a este singular superhéroe, funciona como un tiro pero, como decíamos, comparado con lo que Capullo cuaja a partir del sexto número, las planchas del primero se quedan en algo testimonial con respecto a la muy superior espectacularidad a la que accede su sucesor. Poco podemos decir con respecto a éste que no hayamos comentado ya en alguna ocasión, tan sólo, si acaso, que es uno de nuestros artistas estadounidenses favoritos de la actualidad en cuanto a tebeo de superhéroes se refiere y que cualquier cosa en la que se embarca, termina formando parte, sí o sí, de nuestras lecturas predilectas del año en cuestión. Y es que su forma de entender la épica, que trasluce en cualquiera de los muchos trabajos en los que se ha visto implicado, es algo que siempre, SIEMPRE, nos conquista, y las páginas de ‘Haunt’, repletas de mil y un instantes para splash simples y dobles —de esas que narrativamente no son necesarias pero, en cuanto a «molonidad» suben el dial unos cuantos puntos— no son una excepción sino más bien un exponente considerablemente bueno de esa cualidad.
En lo que respecta a cómo Kirkman va hilvanando ideas y qué esperar de la cabecera, creemos que ‘Haunt’ queda algo herida por el hecho de que, tras dieciocho números, el guionista se baje del barco y deje paso, como apuntábamos al comienzo, a un Joe Casey que, como veremos a continuación, abandona mucho de lo que aquí se plantea y vira hacia derroteros que poco o nada tienen que ver con la mezcla que su predecesor hace entre superhéroes y espías porque, cuidado, casi se nos pasaba por alto comentaros que si ‘Haunt’ tiene mucho de lo que indica el titular, también tira bastante del mundillo del espionaje de alto octanaje a lo James Bond. El resultado de todo ese batiburrillo de influencias —a la que se añade, claro está, una fuerte componente religiosa— es un cómic bastante entretenido que, creemos, abusa en exceso de diálogos que no llevan a nada y de giros que, al contrario de los que podemos encontrar en sus dos títulos más famosos, no causan el impacto que buscan, dejando la sensación de que, con tanto mirar hacia todas partes, Kirkman reparte en demasiadas piezas el corazón de su creación.
Ahora bien, todo lo que pudiéramos apuntar de negativo hacia el primer bloque de la serie firmado por Kirkman, se queda en agua de borrajas cuando su inesperado cambio creativo hace acto de presencia y Casey y Nathan Fox se encargan de imprimirle nueva personalidad a la cabecera. Y por nueva personalidad entended una historia sin pies ni cabeza que ya en el primer número se carga a la práctica totalidad de lo que su creador había conseguido, poniendo sobre la mesa unas tramas que carecen por completo de interés con unos personajes que carecen por completo de interés —vamos, es que hasta lo que hace el guionista con Daniel Kilgore es para colgarlo de los pulgares— y con un dibujo que queda perfectamente definido con la descripción que hace tiempo leí por ahí de él: es como Paul Pope si Paul Pope cogiera ceras y emborronara cinco de cada seis viñetas. Confuso, obscuro y embrollado, lo que Fox pone en juego en sus planchas arruina lo poco salvable del trabajo de Casey hasta límites que uno no podría sospechar.
La duda que nos podría quedar ante la bajeza en la que raya el segundo volumen de ‘Haunt’ es, ¿y qué hago ahora? ¿Me quedo sólo con el primero a sabiendas de que no cierra? La respuesta, categórica, es un SÍ como una catedral: vale que lo que plantea Kirkman se queda en un continuará más o menos abierto, pero sus dieciocho números son un entretenimiento considerable que, como decíamos antes, cuentan con un dibujo ASOMBROSO. De hecho, si no queréis arruinaros la experiencia de su lectura, evitad como la peste asomaros a lo que Casey y Fox perpetraron. Así por lo menos conservaréis un grato recuerdo de una colección que los autores se empeñan en tirar por el retrete como si tuvieran algún tipo de vendetta personal contra lo que llegó antes que ellos.
Haunt integral 1
- Autores: Robert Kirkman, Ryan Ottley y Greg Capullo
- Editorial: Planeta Cómic
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 408 páginas
- Precio: 45 euros
Haunt integral 2
- Autores: Joe Casey y Nathan Fox
- Editorial: Planeta Cómic
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 232 páginas
- Precio: 40 euros
- McFarlane, Todd (Author)