Devorado, que no leído, el mismo día que lo recogimos en nuestra oficina habitual de Correos, que ‘El fuego‘ se alzara con el Premio Fancueva al Mejor Cómic Español de 2022 pero que también consiguiera el Premio del Público al Mejor Dibujante Español de 2022 es una muestra inequívoca, no sólo de que nos volara la cabeza de principio a fin, sino de que hiciera lo propio con vosotros, los lectores que votasteis a David Rubín. Vale que, quizás, parte de ese voto fuera debido a la edición del ‘Cosmic Detective‘ que, más temprano durante el pasado año, nos llegara de manos de Astiberri, pero, en nuestro fuero interno, queremos creer que el artista gallego se ha hecho merecedor de vuestro favor más por lo que se puede leer en esta superlativa novela gráfica que hoy os traemos que en lo que podemos encontrar en la citada ‘Cosmic Detective’, magnífica en lo que a él concierne, pero que queda algo empañada por un guión a cuatro manos de Jeff Lemire y Matt Kindt que no termina de funcionar.
Decíamos de hecho en las líneas que dedicábamos a ‘El fuego’ en la entrada con la que cerrábamos el año que:
(…) quizás, sólo quizás —tendríamos que revisar ‘El héroe’ para cerciorarnos— estemos ante la OBRA CUMBRE de nuestro compatriota. Un tebeo complejo, cargado de emociones mil, que corta la respiración, que te mantiene al borde del precipicio y que, además, los tiene tan bien puestos que no trata al lector con condescendencia en ningún puñetero momento y, al hacerlo, es fiel reflejo de la claridad con la que su hacedor siempre suele expresar sus ideas.
Premios Fancueva 2022
Hora es ya pues de refrendar tan contundentes afirmaciones con una reseña que revise este impresionante catálogo de genialidad secuencial de principio a fin y justificar, de manera mucho más completa, el por qué Rubín ha conseguido hacer doblete en nuestros jóvenes y pequeños Premios.
‘El fuego’ es, para empezar, una obra ambiciosa, quizá no en el «scope» de lo que Rubín pretende abarcar con ella, pero sí en las muchas ramificaciones que, invisibles, acaba tejiendo y, sobre todo, en la miríada de reflexiones que, una vez acabada a la lectura, provoca en un lector que no puede dar crédito a lo que acaba de consumir. Tanto es así, que si no fuera porque no es esta la primera vez que Rubín acomete un trabajo de resonancias homéricas, nos atreveríamos a afirmar, como decíamos a finales de año, que nos encontramos ante el MEJOR trabajo de un artista que, ya como autor completo en el tramo inicial de su trayectoria, ya como dibujante en su periplo estadounidense, siempre da el 200% para ofrecer al lector una experiencia visual sin parangón. Y a fe mía que, en ese sentido, ‘El fuego’ es de una categoría para la que habría que inventar nuevas escalas de valores.
Rubín empieza su narración apostando por el formato panorámico para, en una secuencia de personalidad muy cinematográfica, establecer dos líneas narrativas, la del nacimiento del protagonista, Alexander Yorba, un arquitecto de fama mundial que jugará un papel fundamental en la salvación de nuestro planeta de aquello que vemos en la otra línea narrativa, el alumbramiento hace millones de años de un meteorito tres veces el tamaño del que acabo con los dinosaurios que se dirige inexorable a la Tierra y que, como aquél que utilizara Michael Bay como gimmick de ‘Armageddon‘, es un destructor total que erradicará la vida de la faz de nuestro mundo: esas primeras quince páginas, a modo de secuencia pre-título, son de una maestría narrativa, de una economía de medios y de una contundencia, que dejan el terreno perfectamente abonado para lo que Rubín quiera ofrecernos a continuación. Y lo que viene a continuación es, sin duda, para agarrarse bien a lo que tengáis a mano.
Deconstrucción sistemática del héroe que sólo ha tardado quince páginas en levantar, Rubín invierte todos sus esfuerzos, y su mala baba, en joderle la vida por completo a Alexander en lo que seguirá a continuación, arrastrándolo por todo el fango que se le ocurre para ir guiándonos por un anti-viaje del héroe, una suerte de ruta hacia la destrucción personal a la que el arquitecto se somete cuando, poco a poco, va perdiendo todo aquello que le es querido. En ese proceso, Rubín irá echando mano de toda herramienta narrativa a su disposición para hacer de ese núcleo central de la historia un apasionante despliegue que, no obstante, y sin que podamos dar crédito a lo que estamos viendo, es superado de calle por lo que aún le queda en la recámara, primero con un tercer capítulo que es todo un dechado de virtudes —esas planchas dobles iniciales y la conversación que en ellas se mantiene son de aúpa— y, sobre todo, con un cuarto, titulado como el volumen, que, ahora sí, es lo más glorioso que le hemos leído al gallego.
De hecho, quiso el azar que, de pura casualidad, mientras transitaba del tercer a ese superlativo cuarto capítulo, el iTunes de mi teléfono, que siempre tengo en modo aleatorio, fuera a reproducir —y no es coña, me quedé sobrecogido por cómo se alinearon las cosas para que así fuera— el tema del despegue de las lanzaderas de ‘Armageddon’ —sí, la citada cinta de Bay con música de Trevor Rabin—, os puedo asegurar que si ya era mucha la intensidad que Rubín es capaz de plasmar en unas páginas sobrecogedoras que quitan el hipo, lo que la partitura del antiguo guitarrista de Yes añadía a ellas convirtió a esos pocos minutos en toda una experiencia imposible de olvidar. Una experiencia que Rubín rubricará con un último y melancólico capítulo y una coda que, demoledora, nihilista y tremendamente realista y consecuente con la narración, deja el ánimo del lector en un extraño punto intermedio entre la desazón total y la completa euforia. Ahí nos quedamos, con el cerebro a mil y el corazón acongojado, clavados en el sofá sin poder asimilar en su totalidad lo que acabamos de experimentar, intentando salir del estado de incredulidad ante el consumado genio que se acaba de desplegar ante nuestra mirada mientras nuestro limitado raciocinio trata de balbucear alguna expresión de admiración que pueda hacer justicia a esta, una obra llamada a establecer nuevos raseros por los que medir en el futuro la obra de un David Rubín que no es grande, no…es inconmensurable.
El fuego
- Autores: David Rubín
- Editorial: Astiberri
- Encuadernación:Cartoné
- Páginas: 256 páginas
- Precio: 35 euros