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¿Defendiendo lo indefendible? Batman: DK2, de Frank Miller

Dk2 Frank Miller

Lo digo alto y claro: la etapa final de Frank Miller no me emociona demasiado y, de hecho, me alegro bastante de que se lo hayan llevado a Hollywood a dar una vuelta, hacer como que se carga algún que otro clásico (¿o no?) y airearle la cabeza. Porque cada vez más sus últimas obras me daban la sensación de cierta indiferencia hacia ellas mismas.

Pero, mirad por donde, si hay una que veo con buenos ojos es la polémica DK 2, esa segunda parte que nadie le había pedido (buenos, los jefazos de DC sí) de su espectacular, mítico, colosal y clásico entre los clásicos El regreso del señor de la noche.

Sé que con este post me meto en camisa de once varas, pero no me queda más remedio que defender lo indefendible. Sí, a mí DK2 me gustó en su momento y me sigue gustando más con cada relectura. Y van aquí unas cuantas razones por las que disfruto de él.

DK2

Hay quien dice que DK2 es una chapuza, una obra hecha de manera muy rápida para cumplir el expediente. Gran parte de culpa lo tienen los dibujos y las viñetas con las que Miller decidió ilustrar la obra. Sí, el acabado es simplista, los colores básicos y apenas hay un dibujo bien hecho. Lo que pasa es que toda la teoría de que es una chapuza se desmonta cuando queda claro que ésa era la intención del autor, que la elección de Frank Miller fue la de la máxima simplicidad.

No se puede argumentar que Miller no sabe elegir formas complicadas de narrar un tebeo cuando se ha leído cualquiera de sus obras anteriores. Y, de hecho, para una persona como él, acostumbrada a los puntos de vista gráficos poco comunes,seguro que era mayor el reto de hacer algo tan básico que el de crear páginas y viñetas complicadas.

En el fondo, todo DK2 es, mirado con los ojos normales, el storyboard del propio tebeo, el primer borrador de trabajo. Lo que pasa es que desde hace mucho tiempo el arte no tiene por qué elegir la belleza formal para funcionar. De hecho, la simplificación es casi indispensable en cualquier terreno artístico. Miller, en la segunda parte de uno de los cómics más respetados por todo el mundo, toma el camino más polémico: no hacer fondos, no redibujar las primeras ideas, pasar por completo de los detalles. Como posición artística, como idea sobre la que crear, es ya un éxito en sí.

Si algo tiene, precisamente, DK2 es trabajo previo: ¿una chapuza? No, más bien una elección consciente, como demuestra el uso de los colores, brutal para cualquier lector de tebeos (los que llevan toda la vida y los neófitos).

Dk2 Frank Miller

Ahora bien, nada de esto sería disfrutable sin una historia interesante. Y mientras que la primera parte apostaba por esa deconstrucción de los superhéroes clásicos para trasladarlos a un mundo más adulto, más oscuro y más violento, el regreso de Frank Miller a su obra magna es el mejor homenaje que el autor podría hacer a los tebeos clásicos. En lugar de seguir con su propio camino, de hacer a los personajes aún más oscuros (y caer, por ejemplo, en los peores tics de Mark Millar), casi hace el camino de vuelta. En DK2, los héroes acaban siéndolo al estilo clásico: memorable es el momento en que un Green Lantern convertido precisamente en luz y asentado con su familia muy lejos de la tierra renuncia a ello para volver.

Hay quien piensa que el tercer número de DK2 es el que arruina por completo la experiencia de lectura. En principio, Frank Miller tenía pensado un final, pero los acontecimientos del 11-S lo cambiaron por completo, o eso es lo que la leyenda sobre la obra nos ha venido contando desde que se publicó. Por mi parte, siempre he creído que Miller era mejor conductor de historias que creador de guiones cerrados y con una maquinaria perfecta. Para eso siempre ha estado Alan Moore. Si, por hacer una analogía con el cuerpo humano, éste es el cerebro, Miller sería el corazón: rítmico, pero no tanto; muchas veces convulso. Fundamental, en todo caso.

Pues sí, DK2 no sólo me gusta, sino que siempre me ha pedido más lecturas que su hermano mayor.

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