Tengo que reconocer que, aunque la siga fielmente y la disfrute, la etapa de Brubaker en Daredevil no me está llenando tanto como creía que lo iba a hacer. Parece como si al guionista no le hubiese dado todavía por levantar de manera definitiva el vuelo. No es que sus historias no hayan estado bien, sino que tal vez me esperaba algo más rompedor dentro de la continuidad del personaje.
Ésa es la única pega que le voy a poner a una serie que, pese a todo, sigue estando entre lo mejorcito del universo Marvel. Y ahora, en la nueva saga que comenzó hace un par de números, Brubaker cuenta, además de con el magnífico dibujo de Michael Lark (lo suyo es regularidad en la excelencia), con Greg Rucka.
Para los que seáis seguidores de DC, es probable que la sola mención de esta pareja de escritores os traiga a la memoria algunas de las mejores historias que ha dado la editorial en esta década. Por ejemplo, ambos fueron responsables de ‘Gotham Central’, una magnífica aproximación a los dramas policíacos en la ciudad de Batman.
La unión de ambos no decepciona. En este número se estilizan algunos de los defectos del Daredevil de Brubaker hasta casi desaparecer. No sé si es por la mano de Rucka o porque Bru está más fino escribiendo, pero en esta saga Matt Murdock no necesita dar tantos rodeos para llegar a los sitios adecuados. Las caracterizaciones de los personajes femeninos, especialmente del de Dakota (aquí Rucka sí que es probable que tenga mucho que ver), están mucho mejor planteadas que en los números previos.
Y además, el final del número, con un cliffhanger digno de mención, deja el suspense al máximo y le da al tebeo ese punto de emoción que todos los cómics en grapa deberían tener. De manera que mi recomendación es que, si os interesa el personaje, os hagáis con él. La saga está avanzada, pero aún se puede disfrutar.
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