El género negro me ha fascinado desde siempre, gracias a sus intrincados crímenes y sus atormentados personajes, enmarcados todos en los bajos fondos de las grandes ciudades. Los grandes autores del género han sabido compaginar el entretenimiento que toda buena lectura debe proporcionar, con el análisis y la reflexión en torno a los puntos más oscuros de la naturaleza humana. Por eso, y porque últimamente casi todo lo que cae en mis manos tiene ese aroma a pólvora y asfalto, he decidido comenzar este especial, titulado ‘Diez Negritos’ en homenaje al libro que Agatha Christie publicó en 1939.
Mi intención es reseñar diez cómics de género negro, hablar de ellos y de sus autores, y dejar la puerta abierta a nuevas recomendaciones que amplíen nuestros conocimientos sobre el género. Antes de nada, eso sí, conviene hacer un pequeño repaso a los orígenes de esta corriente, centrado en la literatura y el cine, que han servido de inspiración para los guionistas y dibujantes de los que hablaremos en próximas entradas.
De la novela detectivesca del siglo XIX al fenómeno sueco de la actualidad, pasando por el hard-boiled norteamericano y las producciones cinematográficas que helaron la sangre de los espectadores desde los años 40. Comienza el viaje, espero que lo disfrutéis (y que no acabéis con algún agujero extra producido por alguna bala perdida).
Poe, Conan Doyle y Christie: el reto intelectual de resolver un crimen
Como en tantas otras cosas, Edgar Allan Poe fue un pionero de la novela policíaca al crear al detective Auguste Dupin, que hizo su primera aparición en el relato ‘Los crímenes de la calle Morgue’ (1841). Dupin era un personaje con una mente prodigiosa al que no se le escapaba ningún detalle. Su máxima era el raciocinio, y ningún crimen por rocambolesco que parezca se le podía resistir. Con este personaje, Poe sentó las bases del género y enganchó a generaciones de lectores que no podían soltar sus páginas hasta conocer la resolución de los casos.
Unas décadas después llegaría el detective por excelencia, Sherlock Holmes, la criatura de Arthur Conan Doyle que vio la luz en la novela ‘Estudio en escarlata’ (1887). Poco se puede decir de él que no se sepa ya. Holmes llevó al límite las capacidades deductivas que ya poseía Dupin, y su autor le añadió un mayor halo de misterio en torno a su pasado y algunas de sus aficiones más ocultas, como el consumo de cocaína. Al igual que ocurre con Don Quijote, todo el mundo sabe quién es y cuáles son sus principales características, aunque jamás hayan leído una de sus aventuras.
El tercer gran detective de esta época es sin duda el belga Hércules Poirot, creado por Agatha Christie en 1920. Su modus operandi es prácticamente el mismo que el de los anteriores, pero con sus propios rasgos distintivos, como la afición por reunir a todos los implicados en el crimen al final de la obra y exponer por fin la resolución del caso y la identidad del asesino. Además de inventar crímenes absorbentes y enrevesados, Christie también aprovechó para hacer un sutil reflejo de las clases altas de su época, aunque esto es algo en lo que destacó más el escritor G. K. Chesterton con su Padre Brown.
Así pues, lo importante en estas novelas, antecedentes directos de la que después sería considerada como novela negra, es la resolución de un crimen. La atmósfera, el entorno y la psicología criminal son aspectos que se potenciaron en escritos posteriores. Otras obras destacadas dentro del género detectivesco son ‘El misterio del cuarto amarillo’ (1907), de Gastón Leroux, la cual plantea el típico misterio de un asesinato en una habitación cerrada; y ‘La celda nº 13’ de Jacques Futrelle, escritor que creó al personaje apodado «La máquina de pensar» y que falleció en el naufragio del Titanic.
Hammett y Chandler: el nacimiento de la novela negra
Dashiell Hammett fue uno de los primeros escritores en dar un lavado de cara a las historias de crímenes y detectives, gracias sobre todo a la publicación de ‘El halcón maltés’ en 1930. Con esta novela se presentaba Sam Spade, el nuevo arquetipo de detective. Spade no posee el refinamiento de sus predecesores, sino que es un personaje duro, irónico y cínico, que no tiene problemas en recurrir a la violencia cuando sea necesario, ni en patearse las calles más peligrosas de la ciudad para resolver un caso.
Le seguiría Philip Marlowe, detective de similares características creado por Raymond Chandler, cuyas obras más recordadas son ‘El sueño eterno’ (1939) y ‘El largo adiós’ (1953). Ambos autores publicaron sus textos en la revista ‘Black Mask’, y esta fue una de las razones de que se diera a este tipo de obras la etiqueta de género negro.
Llegados a este punto, la atmósfera y el reflejo de la cara oculta de la sociedad pasan a un primer plano, aunque las historias sigan manteniendo giros sorprendentes para enganchar al lector. Otros grandes escritores de esta época son Jim Thompson, que escribió obras maravillosas como ‘1280 almas’ o el guión de ‘Atraco perfecto’, dirigida por Stanley Kubrick; James Hadley Chase, que ayudó a configurar el arquetipo de femme fatale con obras como ‘No hay orquídeas para Miss Blanch’; James M. Cain y sus atormentados personajes, en libros como ‘El cartero siempre llama dos veces’; y Patricia Highsmith, que supo profundizar como pocos en la psicología criminal y en las motivaciones de sus actos. Destaca sobre todo por ‘Extraños en un tren’ y ‘Crímenes imaginarios’.
Sombreros de fieltro en el cine
Si hay un maestro del cine negro y policíaco, ese sin duda es Alfred Hitchcock. Su extensa filmografía ahondó siempre en la vertiente oscura de sus personajes, y nos dejó escenas imborrables (esa ducha inmortal), personajes inquietantes (‘La ventana indiscreta’) guiones redondos (‘El hombre que sabía demasiado’) y grandes dosis de humor negro (‘La soga’).
Pero para no extenderme demasiado, prefiero resumir las décadas de los 40 y los 50 en la figura de dos actores indispensables para el género: Humphrey Bogart y Robert Mitchum. El primero destacó por encarnar a los dos detectives más emblemáticos de esta época: a Sam Spade en la adaptación cinematográfica de ‘El halcón maltés’ en 1941, y a Philip Marlowe en la de ‘El sueño eterno’ (1946). Bogart trasladó a la pantalla las irónicas frases de los personajes y su temperamento con una credibilidad absoluta.
Por su parte, Robert Mitchum protagonizó una de las mejores películas de género negro de la historia: ‘Retorno al pasado’ (1947), dirigida por Jacques Tourneur. La gelidez de su expresión y la dureza de su mirada casaban a la perfección con la clase de personajes que exigen estas historias. Mitchum también encarnó a Philip Marlowe, el detective de Chandler, en la adaptación de ‘Adiós, muñeca’.
Estos y otros actores, sumados a los juegos de luces y sombras, las hermosas actrices como Jane Greer y Lauren Bacall, los decorados urbanos, el humo de los cigarrillos, los vasos de whisky, los planos angustiosos y la imponente presencia de la fotografía en blanco y negro, dieron como resultado una serie de grandes filmes que enriquecieron enormemente el género, y lo hicieron popular entre los espectadores. Otras grandes películas que uno no debe perderse son ‘Perdición’ (1944), ‘La senda tenebrosa’ (1947), ‘La dama de Shangai’ (1948), ‘La jungla de asfalto’ (1950), ‘Testigo de cargo’ (1957) y ‘Chicago años 30’ (1958).
Literatura negra actual: la invasión sueca
La novela negra ha vivido un resurgir muy intenso en los últimos años por el fenómeno de la trilogía ‘Millenium’ creada por Stieg Larsson, que casi podría describirse como de histeria colectiva. La saga arrancó en 2005 con la novela ‘Los hombres que no amaban a las mujeres’, sin duda la mejor de esta saga que a pesar de sus altibajos resulta entretenida. Larsson demostró tener madera para tejer historias complejas, aunque le faltaba el cinismo y el humor ácido de otros autores del género, y resultaba molesto en algunas ocasiones por ese deus ex machina que era el personaje de Lisbeth Salander, cuyas capacidades rozan lo inverosímil.
Esto ha generado que las editoriales se lanzaran como locas a publicar a todo sueco posible que alguna vez le hubiera dado por escribir algo con aroma a crimen o misterio. Sin embargo, es mejor huir de esta ola de oportunismo y centrarse en otros escritores actuales que sí vale la pena leer.
Es el caso de Philip Kerr y su saga ‘Berlín Noir’, protagonizada por el detective privado Bernie Gunther y ambientada en la Alemania nazi de los años 30. La reconstrucción del ambiente de la época y el humor cínico del prota son las mejores bazas de estas novelas, cuya primera entrega se titula ‘Violetas de marzo’. También es interesante el escocés Ian Rankin, creador del inspector Rebus, cuyos casos se desarrollan mayoritariamente en Edimburgo.
Pero en mi opinión, el escritor más dotado actualmente para relatar, no sólo crímenes, sino la vida en los barrios más deprimidos de una ciudad, es George Pelecanos. El escritor de Washington demuestra tener un oído perfecto para transcribir el habla de las calles, una capacidad asombrosa para ahondar en la psicología y las contradicciones de sus personajes, y que no le tiembla el pulso a la hora de describir con crudeza las situaciones en que se ven envueltos. ‘The Turnaround’ es una novela indispensable y muy apropiada para conocerle, pero también destaca por su trabajo en los guiones de la serie de TV ‘The Wire’.
Clint Eastwood y Quentin Tarantino: dos pesos pesados del noir de celuloide
Para finalizar, me gustaría hablar de estos dos genios del 7º arte que ayudaron a dar nuevos enfoques al género. Sirvan ambos como un pequeño resumen de lo que han sido las últimas décadas en cuestión de cine negro, ya que no tengo espacio ni conocimientos suficientes como para hacerle justicia de verdad.
Como actor, Clint Eastwood legó a la historia del género negro su interpretación de Harry Callahan en la saga iniciada por ‘Harry el Sucio’ en 1971. La rudeza de este personaje está a la altura de sus predecesores de los años 30 y 40, y algunas de sus frases se han convertido ya en clásicos del habla popular (como la célebre «Alégrame el día»). Pero sus aportaciones no terminan aquí, ya que como director ha firmado películas como ‘Mystic River’, que son una genialidad tanto en el apartado técnico como en la calidad de las tramas. Otras películas suyas que también pueden enmarcarse dentro del género son ‘Medianoche en el jardín del bien y del mal’, ‘Million Dollar Baby’ y ‘Gran Torino’.
Por su parte, Quentin Tarantino fue el mayor renovador del género negro en los 90 con sus rompedores filmes ‘Reservoir Dogs’ y ‘Pulp Fiction’. Tarantino decidió alejarse del estricto realismo de estas producciones para crear unos personajes dicharacheros y algo estrambóticos que se ganan enseguida la complicidad del espectador. Su uso de la violencia, no más explícito que el de otras películas pero sí más crudo, también creó escuela. Con ‘Jackie Brown’ realizó su última incursión en el género hasta la fecha, centrado esta vez en las películas de la llamada blackxplotation que plagó las carteleras americanas en los años 70.
Y tras este acercamiento a la serie negra, ya estamos listos para emprender el viaje por diez de los mejores cómics negros que un servidor ha tenido la oportunidad de leer. En los próximos días, daremos el pistoletazo de salida con el primero de ellos. ¡Permanezcan a la escucha!
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