Sin fecha concreta de estreno, es más, habiéndose atrasado el mismo varias veces debido a circunstancias desconocidas, el pasado domingo Netflix sorprendía a propios y extraños, no al emitir el trailer de ‘The Cloverfield Paradox’ (id, Julius Onah, 2018) —cosa que tampoco hubiera tenido nada de extraño ya que la citada noche de hace tres días fue la final de la Superbowl—, sino al poner a disposición de los millones de usuarios de su plataforma el filme completo, sin previo aviso, horas después. Como podréis imaginar, la red fue un hervidero de opiniones al respecto de tan evidente estratagema comercial —tan sólo una variación algo más extrema de la que ya utilizara ‘Calle Cloverfield 10’ (’10 Cloverfield Lane’, Dan Tratchenberg, 2016)— y en el limitado tiempo que ha transcurrido desde entonces ya son numerosas las opiniones que cabe encontrar ante la propuesta de Bad Robot para seguir ampliando, esta vez de manera mucho más categórica, el particular universo «Cloverfield» que se iniciara, hace una década, con ‘Monstruoso’ (‘Cloverfield’, Matt Reeves, 2008).
Un décimo aniversario que verá doble celebración durante este año ya que, supuestamente, la cuarta entrega de la franquicia —rodada bajo el título de ‘Overlord’— debería ver la luz en algún momento indeterminado de lo que resta de 2018. Mientras eso sucede, y vemos cómo funciona la premisa de partida de la película —que gira en torno a un grupo de soldados estadounidenses en la víspera del día D cuando se encuentran con fuerzas sobrenaturales apoyando a los nazis— centremos nuestra atención en lo que nos hemos encontrado en ‘The Cloverfield Paradox’, una cinta que funciona de manera desigual y que encuentra valoraciones bien diferentes dependiendo si queremos ponderarla de manera aislada o como punto de inflexión fundamental dentro del universo «Cloverfield».
Atendiendo a lo primero, y valorada de manera ajena, se nota a la legua que la anteriormente conocida como ‘The God Particle’ ha sufrido ciertos cambios metidos con calzador para pasar, de la misma manera que ya se hiciera con ‘Calle Cloverfield 10’, de un relato genérico de ciencia-ficción más o menos válido, a uno cuyo discurso entronque con lo que hasta ahora han dado de sí las cintas producidas por J.J.Abrams: si en el filme protagonizado por John Goodman y Mary Elizabeth Winstead era el tramo final el que, al parecer, se había añadido in extremis; aquí son guiños diseminados a lo largo del metraje y, de nuevo, un final que deja con la mandíbula a ras de suelo, lo que transforma a un guión algo genérico que tira de multitud de referencias en, cómo decía, un instante llamado a servir de referencia en la expansión futura de esta peculiar franquicia.
En lo genérico, ‘The Cloverfield Paradox’ no pasa de ser una mezcla, poco agraciada por momentos, entre ‘Alien, el 8 pasajero’ (‘Alien’, Ridley Scott, 1979), ‘Life (Vida)’ (‘Life’, Daniel Espinosa, 2017) y ‘Horizonte final’ (‘Event Horizon’, Paul W. Anderson, 1997): echando mano de elementos sacados de dichos títulos, es la parca definición de sus personajes —todos menos el de Gugu Mbatha-Raw—, su cuestionable sentido del humor —cuyo peso recae sobre el gran Chris O’Dowd— y los muchos tumbos que la historia va dando hasta llegar a un clímax poco agraciado lo que pesa más a la hora de reducir una valoración positiva que encuentra sus mejores apoyos en la sólida dirección de Julius Onah, en lo muy eficiente del trabajo del departamento de efectos visuales y en la efectiva partitura de Bear McReary.
Más allá de esos tres apartados y, de nuevo, considerándola de manera aislada, es muy probable que ‘The Cloverfield Paradox’ fuera olvidada de manera rauda engullida por los muchos blockbusters que todavía nos quedan por ver durante un 2018 que va a estar especialmente trufado de ellos. Pero, claro está, esos añadidos que citaba antes y el golpe de efecto de sus cuarenta segundos finales, hace que la cinta adquiera matices bastante curiosos que la conectan con sus dos «predecesoras» y abren la puerta a que, a partir de ahora, el universo «Cloverfield» —¿o debería decir multiverso?— dé cabida a todo lo que Abrams y compañía quieran. [Atención, destripes en el próximo párrafo]
Y es que lo mucho que se insiste durante el metraje en que el acelerador de partículas que alberga la estación espacial en la que discurre la acción es potencial origen para puertas hacia otras dimensiones conecta, de repente y sin tener que recurrir a complicadas argumentaciones como las que ya se habían podido leer por ahí hace un par de años con motivo del estreno de ‘Calle Cloverfield 10’, todo lo visto hasta ahora y todo lo que queda por venir mediante la simpleza del argumento «es un universo paralelo». De hecho, ojo, el monstruo que aparece en los últimos segundos de ‘The Cloverfield Paradox’ no es el de ‘Monstruoso’; se le parece, sí, pero no es el mismo, algo que parece reforzar el juego de universos alternativos al que la cinta daría pábulo.
Afectando esta teoría de manera retroactiva a las dos producciones anteriores, y sirviendo de potencial explicación para la componente fantástica de ambas, es pues ‘The Cloverfield Paradox’, como decía antes, una cinta ambivalente: genérica en su concreción y de gran relevancia en el desarrollo de la saga producida por el insigne J.J. Abrams, ya será cuestión de cada uno ponderar cuál de las dos vías es la que adquiere mayor peso y si, por intercesión de una u otra, el filme os parece una pérdida de tiempo o un vehículo más o menos interesante que, con el tiempo, será observado con mayor benevolencia de la que ha recibido en estos primeros días desde su estreno sorpresa. Por si os lo estáis preguntando, este redactor tiende más a la segunda alternativa y, aunque considera que mucho es lo que se podría haber mejorado, también cree que, tan sólo por su ejemplar media hora inicial, ‘The Cloverfield Paradox’ bien merece nuestra atención.