COMIC SCENE: Las Lecturas de Fancueva
V. Kingdom Come

‘Puñales por la espalda’, this one comes with a lot of twists

Eran demasiadas, y con demasiado peso, todas las circunstancias que se habían ido alineando en torno a ‘Puñales por la espalda’ (‘Knives Out’, Rian Johnson, 2019) como para pretender ignorarlas y que la conjunción de todas ellas creara una expectativa desproporcionada hacia este whodunnit que, aviso ya, ha venido a unirse a esa inesperada oleada de producciones que, después de dos tercios del año de casi completa sequía en cuanto a originalidad, se han propuesto en estos últimos meses darle un vuelco a la impresión que hasta ahora pesaba en nuestro ánimo sobre el cine de este año al que le quedan cuatro suspiros mal contados.

¿Que cuáles eran esas circunstancias? En el terreno artístico, el que la cinta viniera firmada por Rian Johnson, un cineasta al que todavía no le he visto algo que no me haya convencido entre mucho y muchísimo —sí, ya lo dije hace dos años, soy de los que valoran considerablemente su incursión en el universo Star Wars— ya era un valor muy fuerte; que al margen de ello, contara con un reparto de la entidad del que ostenta, encabezado por el siempre efectivo Daniel Craig y la bellísima Ana de Armas, no hacía sino aumentar en el atractivo que, a priori, despertaba el filme. Unido a ello, que servidor adore el sub-género en el que se enmarca el entramado de la historia, y cuente entre sus películas favoritas de todos los tiempos a aquella obra maestra de Joseph Leo Mankiewicz que fue ‘La huella’ (‘Sleuth’, 1972), sumaba aún más enteros de cara al estreno de la producción. Y, por último, para redondear la jugada, contaba con la firme y clara recomendación de nuestro amigo Paco Fox, que tachaba a la película como una de las mejores que había visto este año. ¿Podía salir algo mal de la colisión de tan positivo feedback? La respuesta clara: NO.

Lo decía en el primer párrafo, ‘Puñales por la espalda’ es, sin duda alguna, una de las mejores películas de este 2019. Y lo es por motivos que, apoyándose en aquellos que exponíamos en las líneas anteriores, abundan tanto en ellos, que resulta completamente imposible no caer rendidos ante el abrumador talento de que hace gala esta sencilla producción: ya desde sus primeros planos, cuando la siempre juguetona cámara de Johnson se pasea por las estancias de la mansión donde va a transcurrir la práctica totalidad del metraje, uno puede detectar que la pretensión del cineasta es ofrecer un homenaje nada velado a este rincón de las narraciones de intriga que tuvo en Agatha Christie a su mayor valedora en la página impresa y que, en la gran pantalla, encontró cuatro instantes brillantes en la traslación que Sidney Lumet hizo de ‘Asesinato en el Orient Express’ (‘Murder on the Orient Express’, 1974); en esa citada maravilla protagonizada por Laurence Olivier y Michael Caine que fue ‘La huella’; en ese clásico escrito por Neil Simon que es ‘Un cadáver a los postres’ (‘Murder by Death’ y, por supuesto, en la espléndida y desopilante ‘Cluedo, el juego de la sospecha’ (‘Clue’, Jonathan Lynn, 1985).

Recordando a todas ellas —la inclusión de cierta figura naval en esos primeros compases es demasiado obvia para ser tenida por mera casualidad, el que el asesinado sea escritor de novelas de misterio, como Olivier en ‘La huella’, también—, pero separándose leguas de cada una para terminar no pareciéndose a nada que hayamos visto con anterioridad en un whodunnit; la constante sorpresa a la que somete al espectador este brillantísimo ejercicio de guión consigue, y lo consigue de manera indefectible durante sus dos horas de metraje, que no nos podamos anticipar en ningún momento a la acción o que, cuando creamos que lo hemos hecho, que hemos dado con la clave que ha logrado desentrañar el misterio antes de que éste quede expuesto en pantalla, nos demos con un palmo de narices por cuanto la verdadera explicación nada tiene que ver con aquella que habíamos urdido en nuestra imaginación.

Habilidad que, como he dicho muchas veces, valoro por encima de muchas otras, que ‘Puñales por la espalda’ se las apañe para evitar ser leída a distancia va añadiendo capas y más capas de creciente interés por saber cuáles serán los derroteros que recorra el libreto. A dicha habilidad hay que sumar otra que, de manera constante durante la proyección, nos deja una y otra vez boquiabiertos: lo afilado y cínico de los diálogos que Johnson —autor del guión— pone en boca de sus personajes y los asombrosos extremos a los que TODOS los actores sin excepción consiguen llevar a cada rol. Como quiera que no voy a dar cuenta pormenorizada de cada uno de ellos, me quedo con la sobresaliente impresión que deja un Craig que se lo pasa bomba con su melifluo detective —imprescindible ver la cinta en VO para ver lo que hace el británico con su acento sureño— y, más aún, con una Ana de Armas superlativa, convincente y, sin duda, la más tridimensional de entre sus compañeros.

A tres semanas de que el año finalice, y con sólo un título más que ver que pueda hacerse hueco en la selección de lo mejor que el cine ha dejado en estos últimos doce meses —y por lo poco que ha trascendido de ella, lo que esperamos está por las nubes— ‘Puñales por la espalda’ se mete de cabeza en el contado puñado de producciones que más nos han hecho disfrutar en la mágica oscuridad de las salas durante 365 días que no han dado mucho de sí en éstos términos. ¿Podría significar eso que, en otras condiciones, con mejores películas a lo largo del año, la cinta de Johnson no habría llegado tan alto? Sinceramente, lo dudo.

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