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V. Kingdom Come

‘Paficic Rim: Insurrección’, sin alma ni personalidad

inane

adjetivo formal. Vano o inútil

Dejemos algo claro para empezar: soy de los que se lo pasó bomba con ‘Pacific Rim’ (id, Guillermo del Toro, 2013). Y ante todo fue por la simple razón de no querer buscar en ella lo que no era —algo que muchos deberían tener en cuenta antes de empezar a vomitar bilis contra éste o aquél filme— y de recibir con los brazos abiertos la honesta propuesta de un cineasta cuya única intención era ofrecer el espectáculo definitivo entre robots gigantes y monstruos aún más gigantes dándose mamporros. Pretender que ‘Paficic Rim’ fuera algo más era abrir la veda a la decepción que azotó a un muy alto porcentaje de los que se acercaron a ver la cinta hace cinco años sin dejarse los prejuicios y la actitud incorrecta en la puerta de su casa.

Bajo esa exacta misma premisa, la de querer pasar un rato divertido viendo como se las ingeniaban los responsables de ‘Pacific Rim: Insurrección’ (‘Pacific Rim: Uprising’, Steven S. DeKnight, 2018) para, al menos, igualar el sumo entretenimiento orquestado por el cineasta mexicano, me acerqué el viernes pasado a mi habitual sala en VO para evadirme durante dos horas de las que no esperaba nada. Lamentablemente, nada fue lo que saqué en claro de una producción que, carente de la originalidad de su antecesora —de acuerdo, obviedad al canto, pero obviedad necesaria a fin de cuentas—, no apuesta por reinventar las claves de aquella, sino por mirar con excesivos ojos tiernos a cierta franquicia de robots bajo la batuta de Michael Bay, convirtiendo a los jaegers en meras iteraciones, no de sus predecesores, sino de los robots convertibles de la Paramount.

Tal decisión es un lastre considerable que, ante todo, se pone en funcionamiento restando gravedad física a las enormes máquinas imaginadas por Del Toro para la primera entrega de la saga —todo apunta a que, a no ser que la cinta se estrelle en taquilla, Warner se atreverá con una tercera parte que cierre la historia—: los jaegers de ‘Pacific Rim: Insurrección’ son más transformers que otra cosa, y no porque puedan pasar de enormes máquinas a coches molones, sino porque pierden el peso que atesoraban en pos de una mayor rapidez en movimientos. Vale, será una chorrada pensar que eso resta efectividad al funcionamiento del filme, pero creedme cuando os digo que ver a Scrapper, un jaeger casero de menor escala, moviéndose de manera alocada como cualquiera de los robots de la citada franquicia orquestada por Bay, o atender al enfrentamiento entre los jaegers y los kaiju en el acto final del metraje, se aleja a pasos agigantados de lo que ‘Paficic Rim’ ofrecía.

Ahora bien, que eso pese o no en la apreciación final de la película, queda bastante lejos de lo que hiere de manera mortal a ésta. Y eso no es otra cosa que, sorprendentemente, ‘Pacific Rim: Insurrección’ resulta ¡¡aburrida!!. Síntoma claro de dicho aburrimiento fue encontrarme comentando con mi compañero Miguel Michán, a la salida de la sesión, todos aquellas decisiones absurdas e inexplicables a las que recurre el filme, ya por incoherencia con lo que se nos exponía en la anterior entrega, ya por carecer por completo de entidad para aguantar siquiera un rascado superficial. La reflexión clara que ambos hacíamos al respecto es que cuando, llegado el momento, comienzas a fijarte en todas las inconsistencias de un filme, es que éste no está cumpliendo su tarea básica de entretener.

Careciendo también de unos personajes por los que interesarse —bien es cierto que ‘Paficic Rim’ no era modélica en este aspecto, pero al menos lo intentaba— y dejando descansar buena parte de la responsabilidad de mantener el interés del respetable en un John Boyega que no está ni de lejos a la altura de las circunstancias, son la inane e impersonal dirección de Steven S. DeKnight y la desafortunada música de Lorne Balfe, cualidades que restan considerables enteros a una valoración positiva de este desaguisado: el primero se limita a mover la cámara lo mejor que puede, y si bien no se le puede acusar de confuso en sus planteamientos narrativos, es la asepsia en su aproximación a todo el conjunto la que clava letales dardos en él. Algo parecido se puede afirmar de Balfe y del destrozo que hace, en un momento dado, del tema principal compuesto por Ramin Djawadi para la anterior cinta, introduciendo ritmos «hiphoperos» que parecen querer responder a que el personaje principal sea negro…en fin…

De lo poco positivo que podría salvarse de ‘Pacific Rim: Insurreción’, cabría apuntar a unos efectos visuales que, al contrario que los de su antecesora —también hay que tener en cuenta los cinco años que separan a ambos filmes—, no se arredra en que todas las secuencias en las que aparecen los jaeger tengan lugar de día y dejen al desnudo posibles errores que, salvo en un par de instantes en los que es evidente el uso de pantalla verde, son inapreciables. Pero, claro, a un día de que llegue a nuestras pantallas ‘Ready Player One’ (id, Steven Spielberg, 2018), acudir al cine a ver una película sólo por la perfección de sus trucajes visuales cuando tenemos la opción de disfrutar de un espectáculo que suma a éstos una historia endiabladamente entretenida es, como poco, querer perder dinero y tiempo, ¿no creéis?. Así que mi recomendación es bien clara, permitid que ‘Pacific Rim: Insurrección’ pase de largo y dedicad vuestros «cuartos» a dejaros embelesar por la adaptación de la novela de Ernest Cline, no os arrepentiréis.

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