Desde que viera su tráiler hace unos meses —sí, por mera curiosidad, incumplí mi intención de no atender a los cantos de sirena de los avances de las películas antes de que lleguen a los cines— sentía una enorme curiosidad acerca de qué daría de sí un filme con tan curiosa premisa de partida como ‘Noche de bodas’ (‘Ready or Not’, Tyler Gillett, Matt Bettinelli-Olpin, 2019). ¿Que no sabéis cuál es esa premisa? Os la cuento en un santiamén: en la noche de sus esponsales con el heredero de un imperio que comenzó a cimentarse sobre los juegos de mesa, una joven tendrá que hacer lo imposible por sobrevivir a una cruenta versión de «el escondite» en la que todos los miembros de la familia de su marido tratan de darle caza por los muchos pasillos y estancias de la mansión en la que viven.
Lo sé, así contado no parece gran cosa y, de hecho, sino fuera por el elemento de la caza y por ciertas tonalidades fantastique, tanto la ambientación como el tono de perpetua coña que impregna la proyección no se aleja mucho de elevarse como una sucinta iteración sobre el clásico whodunit que, en la gran pantalla ha tenido ejemplos tan brillantes e hilarantes como ‘Un cadáver a los postres’ (‘Murder by Death’, Robert Moore, 1976) o la «adaptación» de ‘Cluedo’ que, titulada ‘El juego de la sospecha’, firmaba Jonathan Lynn en 1986. Es más, me atrevería a decir que eliminando lo que la hace diferente, ‘Noche de bodas’ no es capaz de ofrecer mucho al espectador más allá de la brillante interpretación de su actriz protagonista y de ciertos instantes de realización que te mantienen pegado a la butaca del cine.
Pero, como quiera que sí tiene aquello que la separa de comparaciones más directas, hay que admitir que como entretenimiento, la cinta funciona a la perfección, ofreciendo altas dosis de muertes truculentas a la par que desopilantes; un plantel de secundarios salidos de madre que, además, sirven a los guionistas — Guy Busick y Ryan Murphy, por si a alguien le interesa— para acometer una cínica y ácida sátira sobre el 1%, ese reducido grupo de nuestra especie que acumula tanto dinero que no sabe qué hacer con él y que, en la visión que aquí se ofrece de un muestrario de él, nos dibuja a los multimillonarios como seres incapaces, caprichosos y banales; y, con ese giro hacia lo fantástico que se va intuyendo aquí y allá durante su ajustada duración, completando un conjunto que mantiene al espectador interesado más allá de la puntual previsibilidad de su resolución.
Ésta, que se ve venir un poco de lejos dada la proclividad del conjunto a ser algo bestia, no carece por ello de una buena dosis de capacidad para dejarnos impactados, y si bien a servidor le hubiera gustado que se insistiera con mayor potencia en la vertiente de fantasía y terror que el guión apunta sólo con trazos leves —hubiera molado mucho más de haber girado hacia similares términos a los que veíamos, qué sé yo, en ‘La cabaña en el bosque’ (‘Cabin in the Woods’, Drew Goddard, 2012), no es menos cierto que lo sugerente de la misma hace que ‘Noche de bodas’ se resista a ser desmenuzada como la mera suma de partes que aluden a otros puntos de la geografía cinematográfica. Al hacerlo, la cinta se alza con un divertimento sin mayores intenciones que hacérnoslo pasar teta, y eso, con tanto entretenimiento fallido como hemos visto en este 2019, es un gran logro.