Si su trayectoria hasta ese momento, marcada por tres producciones geniales, había sido de ascenso constante, lo que Laika Studios conseguía poner en pie hace tres años con ‘Kubo y las dos cuerdas mágicas’ (‘Kubo and the Two Strings’, Travis Knight, 2016) supuso tamaño salto para la compañía que no es de extrañar que la cinta acaparara halagos allí donde se estrenaba, consiguiendo llegar a los Oscars y quedándose a las puertas de lograr una estatuilla que le robaría ‘Zootrópolis’ (‘Zootopia’, Byron Howard y Rich Moore, 2016) un filme brillante, sí, pero por debajo de esa MARAVILLA de ambientación japonesa que era el cuento enhebrado en stop-motion por los chicos de Laika.
Segunda mejor película del año según la opinión de este redactor —aunque, ahora, en la distancia, no afirmaría de manera tan categórica que ‘La llegada’ (‘Arrival’, Dennis Villeneuve, 2016) sea mejor que ‘Kubo…’— la producción de Laika dejaba muy bien asentadas las bases para que, por si no lo hacíamos previamente, abrazaramos a partir de ahora sin resquicio de duda cualquier propuesta que saliera de unos estudios que han llevado la animación paso-a-paso a otra dimensión, consiguiendo tal fluidez de movimientos, tales logros en términos de diseño y otros tantos en cuestiones de efectos visuales —tanto es así, que ‘Kubo…’ estuvo nominada al Oscar en dicha categoría— que resulta imposible asomarse a cualquiera de sus títulos y no caer embobado ante el despliegue de genio y talento que dimana de cualquiera de ellos.
Así las cosas, y sin haber visto nada de nada sobre ella —creo haber comentado que llevo ya tiempo intentando, en la medida de lo posible, no ver ningún trailer para no hacerme equivocadas ideas preconcebidas acerca de las películas que quiero ver en el cine—, acudí el viernes pasado con considerable ilusión a dejarme maravillar por lo que ‘Mr. Link’ (‘Missing Link’, Chris Butler, 2019) propusiera. Lamentablemente, mi total entrega terminaba encontrando igual, no en sentido positivo, sino en 94 minutos tontos, anodinos, carentes de originalidad e incluso aburridos que, más allá de su perfección visual, suponen una mancha inesperada en el impoluto currículo de Laika.
Comencemos por lo que se atisba en el titular, que más que una búsqueda de una historia original como la que nos habían ofrecido en sus producciones anteriores —y si no original, como ‘Coraline’ (id, Henry Selick, 2009), sí de una personalidad arrebatadora— Chris Butler, director y guionista parece querer habernos adentrado en una suerte de continuación apócrifa de ‘La vuelta al mundo en 80 días’ con un Sir Lionel Frost que nunca oculta lo muy deudor que es del Phileas Fogg de Julio Verne. Es más, es que la estructura de la cinta, con viajes a diferentes partes del mundo, recuerda poderosamente al discurrir de la novela incluso en la elección de sus localizaciones y, francamente, la adición de ese eslabón perdido que da título al filme no consigue arrancarnos la idea de que, para esto, mejor volver a ver la cinta protagonizada por David Niven o, por qué no, la muy memorable adaptación que se hizo en los ochenta con animales antropomórficos.
A esa falta de personalidad se añade, y esto es algo que sólo el público español que acuda a verla en castellano tendrá que soportar, el puñetero doblaje. No dudo de la profesionalidad de Arturo Valls, Braiys Efe o Maggie Civantos en sus respectivos terrenos, pero la maldita costumbre que tienen las productoras de, toda vez un filme animado llega a nuestro territorio, contar con el famoso o famosos de turno relegando a los profesionales del doblaje a segundo plano siempre me ha parecido lamentable, sobre todo por los paupérrimos resultados que suele dar.
Hay quien podría decir que en inglés es igual, que las voces de los personajes las ponen, en el caso que nos ocupa, Hugh Jackman, Zoe Saldana o Emma Thompson, pero hay una enorme diferencia de base: en el caso de estos actores, ellos suelen grabar las voces antes de que la animación esté medio concretada para que los animadores tengan con qué trabajar, y son sus gestos y modulaciones el material con el que los profesionales trabajan para dotar de vida a sus criaturas animadas. Aquí, al ser algo impuesto y, encima, sin contar con gente rodada en esto del doblaje, se generan momentos muy extraños y chirriantes que te sacan a empellones del filme.
Huelga decir que espero que este considerable traspiés de Laika se termine quedando sólo en eso y que unos estudios que a nivel técnico se mueven en unas cotas asombrosas, no vuelvan a confiar a la ligera en un guión con varios pulimentados por pasar antes de estar listo para ser trasladado a la gran pantalla. Que no sólo es cuestión de resultar simpático o de meter chistes con calzador de los que harían sonrojarse incluso al público objetivo —sinceramente, no sé que rango de edad diría yo que es el adecuado para esto—, sino de contar una historia que tenga una intención y que aluda de una manera u otra a los que nos sentamos en la butaca. En ‘Mr. Link’ hay entre poco o nada de esto último, así que, ya sabéis, mejor dedicar vuestros esfuerzos a otros menesteres más edificantes.