Más allá de unos rumores muy interesantes y algo disparatados que surgieron alrededor de ‘Life (Vida)’ (‘Life’, Daniel Espinosa, 2017) —y que apuntaban a un hecho que a la finalización del filme no puede saberse si será verdad o no—, si algo parecía quedar claro tras asomarse a alguno de los avances que Sony había ido liberando esta apuesta por el cine de ciencia-ficción, eso era que lo que nos íbamos a encontrar aquellos que contamos el género como nuestro favorito no iba a alejarse en exceso de los patrones establecidos hace casi cuatro décadas por ese clásico absoluto que es ‘Alien, el octavo pasajero’ (‘Alien’, Ridley Scott, 1979). Dejemos claro algo antes de pasar a desmenuzar algunos aspectos claves de la producción que llega hoy a nuestros cines: salvando el hecho de que sea una cinta desarrollada en el oclusivo espacio de un vehículo espacial y que cuente con la presencia de un ente extraterrestre, nada hay en común entre la obra maestra de Ridley Scott y este muy estimulante y brillante ejercicio que ha llevado a cabo el sueco Daniel Espinosa.
Aclarado dicho punto, lo que ofrece ‘Life’ en sus 103 minutos de metraje es un espectáculo muy bien dirigido que le toma el pulso al espectador desde el minuto cero y lo mantiene tenso en la butaca hasta su asombroso desenlace. Dicho logro, que ya sería motivo más que suficiente para acercarse a partir de esta tarde al cine más cercano —de muy pocos filmes en cartelera podría llegar a afirmarse lo mismo— se conjuga con una producción soberbia y precisa, unas interpretaciones ajustadas y una música por momentos espléndida para que las sensaciones al abandonar la sala hace unos días fueran inmejorables.
Cierto es que, si uno entra a analizar el guión con lupa encontrará ciertos detalles de esos a los que asirse, si así se quisiera, para desmontar gran parte de la efectividad del metraje arremetiendo, entre otras cosas, contra lo débil de ciertos diálogos o lo directamente estúpido del comportamiento de algunos personajes: con la escena que sirve para abrir el núcleo central del filme como máximo ejemplo en este sentido, no soy yo el que vaya a interponer trabas que se muevan en esa dirección cuando, nunca lo perdamos de vista, estamos hablando de una película, no de la vida real —y mucho habría que ver cómo nos comportaríamos nosotros en las peliagudas situaciones de vida o muerte a las que se enfrentan los protagonistas—, y no todo lo que se pone en juego en la gran pantalla tiene que estar atado a un realismo que, curiosamente, impregna de forma considerable a ‘Life’.
Opinábamos Miguel Michán y servidor a la salida del cine el martes pasado —pudimos acudir in extremis a un preestreno que la cadena Odeon hizo en las salas cercanas a nuestro lugar de residencia— que una de las mejores cualidades de ‘Life’ era que, por mucho que hubiera «bicho» de por medio, lo que iba transcurriendo ante nuestra atenta mirada se sentía en gran parte anclado a un realismo nada desdeñable que, enmarcado por el superlativo diseño de producción —los mil y un detalles que conforman la estación espacial internacional están cuidados al máximo— y potenciado por la fantástica e imaginativa realización de Espinosa, heredaba dicho espíritu de ‘Gravity’ (id, Alfonso Cuarón, 2013). Dicho de otra manera, si ‘Life’ existe es porque antes lo hizo la obra maestra del cineasta mexicano.
Mucho hay a lo largo de discurrir de la producción que apunta a ello y que conecta mucho más a ‘Life’ con la cinta protagonizada por Sandra Bullock que con el clásico interpretado por Sigourney Weaver: partiendo del similar entorno donde se desarrolla todo, el plano secuencia inicial, numerosas instantáneas y mucho de lo que vemos en el tramo final de la proyección se apoya, directa o indirectamente en lo establecido por Cuarón hace cuatro años —¡cuatro años!…parece que fue ayer— sin que, en ningún momento, uno tenga la sensación de encontrarse ante un plagio o un filme que, debido a sus préstamos, es menos original y efectivo.
Antes bien, si hay algo que no puede cuestionarse de ‘Life’ es ser efectiva a manos llenas y, como decía, saber cómo mantener la atención en todo momento de una platea que, inquieta y parlanchina al comienzo, pareció contener la respiración durante la hora y media larga de proyección. Sin los típicos sobresaltos que suelen nutrir el cine de terror, algo de lo que la música de Jon Ekstrand —en un trabajo que también otorga no pocas concesiones al de Steven Price en ‘Gravity’— es muy consciente, es en lo efectivo de Jake Gyllenhaal, Rebecca Ferguson, Ryan Reynolds y el resto del reparto donde, en última instancia, reside gran parte de esa capacidad de ‘Life’ para atraparte y no soltarte.
Así que ya sabéis, tanto si el anime es lo vuestro como si no; tanto si pasáis de echarle redaños a esa nueva versión de los Power Rangers como si vais a acudir a abrazar desaforadamente el regreso de una parte de vuestra infancia, no tengáis dudas acerca de que la mejor película que se estrenará en estas vacaciones —me atrevería a decir incluso contando con que el miércoles llegarán los chicos rápidos y furiosos con ganas de demostrar lo contrario— es esta cinta dispuesta a poner a prueba vuestro temple, agotar vuestra capacidad de aguante ante la tensión y dejaros epatados con un final…¡¡qué final!!…del que lo único que puedo decir…es que no puedo decir nada.