Si nada lo evita —y atendiendo a los estrenos que quedan por llegar en el mes y dos semanas que restan antes del cambio de año, es poco probable que así sea— ‘La llegada’ (‘Arrival’, Dennis Villeneuve, 2016) será, a criterio de este redactor, la MEJOR película de 2016 y una de las propuestas más sólidas, vigorosas, soberbias y maduras que se han hecho dentro de la ciencia-ficción en lo que llevamos de s.XXI. Villeneuve, un cineasta que ya nos había dejado boquiabiertos con su descarnada ‘Prisioneros’ (‘Prisoners’, 2013) y que el año pasado se adentraba en el mundo de la lucha contra la droga con la espectacular ‘Sicario’ (id, 2015), vuelve a imprimir un giro radical en su filmografía para ofrecernos la adaptación de ‘Story of your life’, un breve relato de Ted Chiang que narra el contacto con una raza extraterrestre a través de los ojos de una experta en lingüística.
Presa del mismo ritmo con el que el cineasta canadiense caracterizaba a los dos filmes citados —algo que es ya, junto con ‘Incendies’ (id, 2010) o ‘Enemy’ (id, 2013) característica fundamental de su forma de narrar historias— ‘La llegada’ es una de esas maravillas de orfebrería del séptimo arte que, lejos del muy abultado presupuesto que manejó Chris Nolan en la mayestática ‘Interstellar’ (id, 2014), convence tanto como lo hizo ésta gracias a una propuesta sin fisuras, en la que todo está donde debe estar, desde unos actores perfectos para lo que sus papeles exigen de ellos hasta una música que, si bien resulta de dura audición de forma aislada, se ajusta como un guante a la hora de acercarnos a las diversas facetas por las que discurre el relato, brillando con intensidad en los momentos en los que éste se aproxima a los heptápodos que llegan de improviso a nuestro planeta.
No hay pues en ‘La llegada’ atisbo alguno de mediocridad o de esos instantes en los que uno se ve momentáneamente expulsado del metraje por éste o aquél detalle: planteadas con mimo e hilvanadas con sumo cariño y precisión, las casi dos horas en las que Villeneuve nos lleva de la mano por este fascinante encuentro en la tercera fase son vividas con suma intensidad aún considerando, como decía en el párrafo anterior, que el ritmo narrativo de la cinta es pausado, casi letánico en ciertos pasajes, y que, salvo un par de secuencias puntuales —que tienen como protagonistas directas a las naves en las que arriban a la Tierra los aliens—, mucho es el peso que recae en unos diálogos asombrosos y en los delicados gestos de una Amy Adams que combina con sabiduría fragilidad y determinación en un papel que parece hecho a su medida.
Villeneuve navega con determinación dejándose impregnar de obvias influencias de la ciencia-ficción —citarlas aquí no serviría de nada y sólo predispondría al que no la haya visto a buscar las citas a otras entradas del género en la gran pantalla— y demuestra de paso que su elección como máximo responsable de esa temida secuela de ‘Blade Runner’ (id, Ridley Scott, 1982) que nos llegará en octubre del año que viene, no podría haber sido más acertada.
Es más, al margen de eliminar de un plumazo muchos de los miedos que podíamos arrastrar sobre si ‘Blade Runner 2049’ podrá siquiera estar a la altura de las circunstancias establecidas por ese clásico del sci-fi de todos los tiempos que es el filme de Scott, una reflexión anexa a lo que se deriva de la experiencia abrumadora que es ‘La llegada’ es que pocos directores serían más adecuados para acometer esa titánica y muy postergada deuda que el séptimo arte tiene adquirida con la adaptación de ‘Cita con Rama’, acaso la mejor novela de Arthur C.Clarke y ejemplo máximo de la ciencia-ficción dura en la que queda enmarcada, qué duda cabe, la sublime propuesta que debería servir para consolidar a Dennis Villeneuve como uno de los mejores cineastas del momento.
Muestras de ello las encontramos a manos llenas durante la proyección: desde la llegada de los objetos voladores no identificados, hasta la forma en la que poco a poco se van introduciendo esos misteriosos flashbacks que trufan la acción, pasando por la primera incursión en el vehículo de los heptápodos o, por supuesto, ese clímax final que nos sobrecoge, nos emociona, nos acongoja y al que es IMPOSIBLE adelantarse. Este hecho, fundamental para que la cinta de el salto de lo sobresaliente a lo magistral, habla con suma claridad de la categoría a la que se mueve ‘La llegada’, la mucha distancia que la separa de cualquier otro título de la ciencia-ficción que hayamos visto en lo que llevamos de s.XXI —salvo honrosas excepciones, claro está— y del porqué, al referirme a ella, lo hago ya como la más grande cita cinematográfica de estos doce meses que pronto tocarán a su fin.