El temor más obvio, el que primero aparece en cuanto una secuela es anunciada, el que se mantiene incólume o incluso aumenta conforme se va acercando la fecha de estreno del filme en cuestión, y el que, mal gestionado, puede incluso llegar a arruinar la percepción que de él tengamos es, sin lugar a dudas, el que se deriva de las enormes expectativas que sobre él depositemos si, para colmo, la cinta a la que da continuidad es una que se cuenta como favorita personal del año que sea. Huelga decir que esta cascada de circunstancias era la que acompañaba a servidor el pasado viernes cuando acudí con mi hija a ver ‘La LEGO película 2’ (‘ The LEGO Movie 2: The Second Part ‘, Mike Mitchell, Trisha Gum, 2019), como también que, a la vista del titular, cualquier temor se esfumó en menos de un par de minutos.
El brillante prólogo, que retoma el hilo de la acción justo dónde lo dejara su predecesora es inmediatamente continuado, salto de cinco años mediante, para presentarnos un mundo arrasado por los invasores de DUPLO en el que los supervivientes se han atrincherado en Apocalipsisburgo, un asentamiento que la propia cinta no tiene inconveniente en apuntar como sacada de la saga de ‘Mad Max’ y en la que todo se ha vuelto oscuro y tenebroso menos, por supuesto, el irrefrenable y sempiterno optimismo de Emmet, que sigue creyendo que «todo es fabuloso» aunque la vida le haya dado palos a diestro y siniestro.
En estas, una visita inesperada procedente de la galaxia «hermana», una propuesta de matrimonio muy inusual, villanos que no lo son y nuevas incorporaciones que arrastran tras de sí sorprendentes giros argumentales, continúan demostrando que, ante todo, esta franquicia es una en la que sus guionistas dan rienda suelta a algo muy necesario cuando se juega con LEGO —o cuando se juega, a secas—: la imaginación. Imaginación y unas intenciones muy claras de retomar la moraleja que comportaba la primera parte y, llevándola a otros derroteros, seguir abundando en la importancia del juego como parte fundamental de nuestro desarrollo emocional.
Lo que resulta encomiable de la forma en la que aquí se moldea dicha moraleja es que, al tratar Phil Lord y Christopher Miller de no ser demasiado obvios en hacia dónde se dirige la trama, y al abundar sobremanera en todo el tono de metáfora que, en paralelo entre ficción y realidad, une ambos extremos, se consigue que sea imposible anticiparse a lo que va a ir trascendiendo conforme avanza la proyección; y ya sabéis lo que me gusta encontrarme con un filme que uno no pueda leer a distancia y, al mismo tiempo, nos rete a estar en permanente atención para no perdernos detalle de lo que en él va acaeciendo.
De hecho, al prestar suma atención a sus 93 minutos de duración, lo que también vamos descubriendo, como ya pasara con su antecesora, es el esfuerzo que hace todo el equipo creativo de la película para incluir cuántos más guiños por minuto, mejor. Sin que en ningún momento éstos chirríen por lo abusivo de su inclusión o por estar tan mal metidos que sobren o entorpezcan el natural fluir de la trama, la gratificante aparición de bromas y chistes acerca de personajes de la cinta y las citas a muy diferentes puntos cardinales de la cultura popular hacen de ‘La LEGO película 2’ una de esas producciones que te dejan con un gratísimo sabor de boca.
Un sabor de boca que aumenta considerablemente con la inmensa calidad de la animación —algo que no sorprende, dado lo que ya se había conseguido en la anterior y en ‘Batman: La LEGO película’ (‘The LEGO Batman Movie’, Chris McKay, 2017)—, con el sincero y fresco sentido del humor que siguen gastando Lord y Miller y con el ritmo que se le imprime desde la dirección a todo el conjunto haciendo que sea imposible apuntar a un sólo microsegundo en que la acción nos dé descanso. Ante todo esto, es de recibo pensar que Warner no renunciará a una franquicia tan divertida y fresca y que, más pronto que tarde, tendremos entre nosotros a Emmet, Lucy, Batman y toda la pandilla dispuestos a seguir «dando guerra». Por mí, ¡¡que así sea!!.