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V. Kingdom Come

‘La guerra del planeta de los simios’, final perfecto, trilogía sublime

Supongo que no seré el único que, cuando se anunció el comienzo de su producción hace siete años, pensó en cosas como la poca inventiva de la Fox al recurrir a una saga ya cerrada hacía cuatro décadas o en la necesariedad de contarnos algo que nuestra imaginación ya había llenado tantas incontables ocasiones como aquellas en las que nos habíamos acercado a ese magistral título de la ciencia-ficción cinematográfica que sigue siendo, casi cincuenta años después, ‘El planeta de los simios’ (‘Planet of the Apes’, Franklin J. Schaffner, 1968).

Pero la productora, aliada con Rupert Wyatt en las labores de dirección y con Rick Jaffa y Amanda Silver en las de guión, enmudeció cualquier voz que se hubiera levantado airada contra una cinta que a priori parecía llamada a empañar la solidez del filme protagonizado por Charlton Heston: acuciados por ese miedo primario a las precuelas —aunque no lo fueran, la sensación estaba ahí— que tan bien tenemos instalado los que asistimos impávidos a cómo George Lucas destrozaba la trilogía original de Star Wars con las tres producciones estrenadas entre 1999 y 2005, cualquier temor a que ‘El origen del planeta de los simios’ (‘Rise of the Planet of the Apes’, 2011) discurriera por los mismos derroteros se esfumaba con muy pocos minutos de una proyección que mantenía un delicado equilibrio entre el intimismo de la historia entre César y el personaje de James Franco, y su espectacular vertiente de blockbuster.

Con tales mimbres, y aunque Wyatt cediera su silla a Matt Reeves —una cesión que, como podríamos comprobar, sólo redundaría en mejorar el producto final—, no era ya el escepticismo sino la expectación la que rodeó a los meses previos al estreno en 2014 de ‘El amanecer del planeta de los simios’ (‘Dawn of the Planet of the Apes’), una expectación que se vio traducida de forma eficaz y sin fisuras en una segunda parte superior a la primera que, trasladándonos a diez años en el futuro con respecto a la anterior, nos dejaba aún más atónitos en lo que a la singular perfección de los efectos visuales se refería y en la acongojante fuerza que Andy Serkis imprimía desde la captura de movimiento y la voz al simio protagonista.

Deseosos desde entonces de saber cómo cerraría Fox una trilogía que ya nada tenía que demostrar en términos de si era necesaria o no, volvía a ser cierto temor a que la productora y Matt Reeves —ahora también como guionista— no supieran rematar la faena el que gobernaba los instantes previos al comienzo de la proyección el pasado miércoles; un temor que era obliterado a los pocos minutos y que, toda vez las dos horas y veinte de metraje tocaban a su fin, se había transformado en un doble sentimiento de admiración y fascinación por una producción que, no sólo cierra la trilogía de una forma que ya hubiera querido para sí la saga original, sino que, en una hazaña pocas veces lograda por una franquicia, se eleva como la mejor de una terna mayestática.

Aumentando un paso más la escala de lo que hasta ahora habíamos visto, pero manteniendo sin perder de vista el foco fundamental de la trilogía —los simios y César— es ‘La guerra del planeta de los simios’ (‘War for the Planet of the Apes’, 2017) salto cualitativo en las sobresalientes virtudes que ya habían quedado expuestas y fijadas en las dos anteriores entregas de la serie de películas, y lo que Matt Reeves consigue desde el minuto uno al ciento cuarenta es de tal calibre que entrecorta la respiración —ese brutal comienzo en el bosque—, provoca carcajadas por la inclusión de ese simpático chimpancé que es todo un hallazgo o signos de sorpresa por los guiños al conjunto de las producciones originales, acongoja —el comienzo del éxodo de los simios—, emociona a cada instante y, llegado el momento, sirve para arrancar sin dificultad sentidas lágrimas.

Que éstas sean vertidas por nuestros ancestros en la escala evolutiva y no por los congéneres que aparecen durante la acción, habla mucho y con mucha autoridad del singular logro que todo el equipo detrás de la trilogía ha puesto en su empeño de hacer reales a personajes digitales. Claro está que, con el talento de Andy Serkis detrás, el que llegado el momento nos olvidemos del efecto especial y sólo seamos capaces de ver a un ente vivo que sufre y cuyas emociones nos llegan directas y sin filtros ayuda sobremanera a que el alucinar por el hiperrealismo conseguido con los simios —aquí ya se alcanzan unos niveles que escapan a lo visto anteriormente…atención al pelo de los diversos tipos de monos— pase a segundo plano; pero ello no debería ser óbice para ignorar las cotas a las que ha llegado el departamento de efectos visuales.

De emociones y de cómo transmitirlas también sabe muchísimo Michael Giacchino. El compositor, que hoy por hoy es de los pocos herederos que quedan de la corriente musical que hizo grande a la música de cine hace treinta años —me refiero, cómo no, a aquella que tuvo como máximos exponentes a Jerry Goldsmith y John Williams—, trabaja como nadie la música de acción primaria y potente al tiempo que dedica denodados esfuerzos por construir melodías que se nos queden grabadas a fuego en la memoria. Siendo el ataque a la cueva de los simios o el citado prólogo como soberbios exponentes de lo primero, es el delicado tema destinado a César y sus diversas apariciones —atención a la escena del éxodo y a cómo, tras introducir el motivo en piano, la orquesta se lo apropia para dejarnos sin aliento— el que nos acompaña cuando abandonamos la sala y no nos abandona hasta mucho tiempo después.

Sumando referencias a otros puntos cardinales de la música cinematográfica más allá de lo referente a Goldsmith o Williams, apreciar por ejemplo influencias de Morricone en ciertos instantes del metraje hace que el trabajo de Giacchino gane en matices convirtiendo a su labor en los pentagramas en la segunda mejor que ha conocido esta franquicia; algo que, sin lugar a dudas, se hace extensible a toda la película y que convierte a ‘La guerra del planeta de los simios’ en la única de todas las producciones nacidas a partir del filme de Schaffner capaz de plantarle cara al clásico de 1968. Afirmando Reeves que tiene muchas ideas para prolongar la saga, y confirmando esta tercera entrega ya de forma definitiva que no estamos ante precuelas sino ante un reboot en toda regla que no tendrá por qué enlazar con las cinco cintas originales —aunque podría hacerlo, claro está—, sólo resta soñar ante el futuro de una franquicia de la que, ya sí, sólo podemos esperar lo mejor.

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