Salvaje, visceral, fría, calculadora y brutal, ‘John Wick (Otro día para matar)’ (‘John Wick’, Chad Stahelski, 2014) fue una sorpresa inesperada de tal calibre que el afirmar con contundencia, no sólo que fuera la mejor cinta de acción de 2014, sino de las tres-cinco mejores del género de la última década, se quedaba muy lejos de ser una exageración para anclarse con fuerza en la más categórica de las realidades: recuperando a Keanu Reeves para el papel que, sin duda, había nacido para interpretar, el personaje de John Wick, un asesino letal, era asombroso, sí, pero no tan fascinante como el mundo que Derek Kolstad, el guionista, construía alrededor de esa suerte de hermandad de profesionales que se rige por un estricto código de honor, que tiene acceso a un arsenal inimaginable de recursos con el simple pago de unas monedas de oro acuñadas de forma exclusiva para ellos y que tienen prohibido llevar a cabo sus trabajos en el suelo del Continental, una cadena de hoteles repartidos por todo el mundo.
Dejándonos con ganas de mucho más, afirmar que recibimos con enorme algarabía el anuncio del rodaje de una segunda parte es quedarse cortos. Es más, decirlo a la luz de lo que plantea el final de esta continuación, que allana el camino para una tercera entrega que promete ser aún más brutal que sus dos predecesoras, tiende a minimizar de forma considerable el hecho de que una cinta de corte independiente que tuvo una distribución paupérrima —en nuestro país ni siquiera llegó a los circuitos comerciales— fuera a contar con una secuela que, como digo, se termine estableciendo en forma de punto intermedio de una trilogía que, a poco que sus responsables mantengan la línea de las dos producciones que ya hemos visto, se convertirá en objeto de culto obligado para los amantes de la mejor acción.
Porque, y dejémoslo muy claro, la acción que rueda Chad Stahelski, un especialista profesional forjado a lo largo de más de cuarenta títulos, se aparta consciente del obscurantismo narrativo que ha marcado la acción durante mucho tiempo para hacer de la claridad expositiva su máxima inamovible. Situándose pues en las antípodas de las formas cinematográficas de Michael Bay —el máximo exponente de ese cine de acción que, a plano por segundo, evita que el espectador pueda hacerse una idea clara de qué diantres está pasando en la pantalla—, si ‘John Wick’ devolvía cierta elegancia al maltrecho género, ‘John Wick. Pacto de sangre’ (‘John Wick: Chapter 2’, Chad Stahelski, 2017) no hace sino corroborar que lo que nos encontramos hace tres años no fue fruto de la casualidad y sí de una fuerte voluntad de establecer un nuevo paradigma a seguir.
Así, las cuatro secuencias de acción que jalonan las dos horas de metraje —y no es una forma de hablar, es que son cuatro las set pieces y ni una más— evitan de principio a fin que la confusión sea la que haga presa de la fantástica doble tarea del realizador y de Evan Schiff, el editor del filme, y desde la persecución inicial en las calles de Nueva York y posterior asalto a un taller, al largo clímax en el museo, pasando por la incursión en Roma y esa asombrosa secuencia en la que el personaje de Reeves debe hacer frente a muchos de sus compañeros de profesión, todo lo que se nos muestra en ‘John Wick 2’ esta puesto ahí para hacernos desencajar la mandíbula y que salgamos del cine enardecidos por el superlativo nivel de «molonería» que gasta el conjunto.
Un nivel que, como ya pasara con la entrega anterior, parte de la dirección, sí, pero descansa sobremanera en el guión, en los diálogos y, por supuesto, en Keanu Reeves y el elenco de secundarios elegidos para sustituir Michael Nyqvist, Alfie Allen y Willem Dafoe, los tres intérpretes que le tomaban el pulso a ese asesino retirado que volvía a la actividad cuando unos macarras de la mafia rusa se atrevían a robarle el coche y matar al perro que le regalara su difunta esposa. Reemplazados aquí por Ricardo Scammarcio, Ruby Rose y Common —tranquilos, los geniales Ian McShane y Lance Reddick siguen por aquí— y con apariciones de Lawrence Fishburneng> o Franco Nero, es la forma en la que todos se lo pasan bomba esputando las sentencias escritas por Kolstad la que provoca que el nivel de chulería del filme aumente, como indico en el titular, un 200%.
Que eso mismo pueda aseverarse de ‘Fast & Furious 8’ (id, F.Gary Gray, 2017), la otra película de acción que no podéis perderos ni por asomo, habla con cierta fuerza del espléndido momento que parece vivir el género en la gran pantalla. Esperemos, primero, que los otros títulos que quedan por llegar este año —que no son muchos, la verdad, si bien el que uno de ellos venga firmado por Edgar Wright y que otro sea la segunda entrega de ‘Kingsman’ ya es más que suficiente— sepan estar a la altura del listón que han puesto los chicos comandados por Vin Diesel y el filme que hoy nos ha ocupado y, segundo, que éste encuentre en su tercera parte TODO lo que se espera de ella…que no es poco.