Si hay algo que, por encima de otras disquisiciones, ha sido el mayor hallazgo de la saga de John Wick —porque con tres películas ya estrenadas y una cuarta en miras, ya se le puede llamar saga, ¿no?— eso ha sido la forma en la que Chad Stahelski ha conseguido cambiar el paradigma de cine de acción dejando obsoletos, a golpe de set-piece tras set-piece, tanto la compulsión por un-plano-por-segundo de Michael Bay, como el nervio de Paul Greengrass en el universo de Jason Bourne. Y lo ha conseguido planteando toda la acción de los filmes protagonizados por Keanu Reeves abriendo plano, haciendo uso de una narrativa clarísima y confiando en la labor de los especialistas y los actores para coreografiar secuencias en las que la edición sea un protagonista secundario.
Claramente observable en cualquiera de las dos entregas anteriores, esa idea de claridad expositiva es la que se lleva aún a mayores cotas en ‘John Wick: Capítulo 3- Parabellum’ (‘ John Wick: Chapter 3 – Parabellum’, Chad Stahelski, 2019), un filme que es un auténtico festival para lucimiento del realizador y que, como ya pasara con sus predecesores, minimiza el impacto del argumento y la tensión dramática para apostar fuerte por la construcción de esas escenas llamadas a que a los aficionados al género se nos caiga la mandíbula al suelo a la mínima de cambio al contemplar las locas y maravillosas ideas que la cinta nos va poniendo por delante.
Esa minimización del hilo argumental que llevaba a reducir las dos horas de metraje de la primera en «un antiguo asesino se venga de los criminales que matan a su perro» —genial el chiste de Angelica Houston a costa del can en esta entrega— se traduce aquí, por primera vez, en un cierto descenso del interés cuando, llegando al final del segundo acto, el personaje de Reeves vaga por el desierto en busca del Ilustre —la figura de mayor poder de la hermandad mundial de asesinos—. De hecho, asociado a un desinterés que tampoco es que se prolongue en exceso —la citada escena no llega a los ¿diez minutos?—, hay una toma de decisión por parte de Wick que se antoja potente y que, a los pocos minutos, se abandona en pos de otros aires que hacen que uno se plantee el por qué de la inclusión de lo anterior.
Quitando esto, que ya aclaro que es por sacarle alguna vergüenza a un filme que va a lo que va y al que no se le pueden buscar problemas de guión en cuanto a desarrollo de personajes, porque nunca ha buscado desarrollarlos en ningún momento de la saga, ‘John Wick 3’ es IRREPROCHABLE como vehículo de la mejor acción que se puede encontrar hoy por hoy en la gran pantalla: su primer acto es un continuo pasar de una localización a otra de Nueva York haciendo que el carismático asesino protagonista dé y se lleve hostias como panes y nosotros tengamos el gustazo de verlo interactuar con un escenario hecho a su medida o utilizar un medio de transporte tan inusual como efectivo en sus manos.
El final de esta primera parte invierte esfuerzos en aumentar la mitología que rodea a los asesinos y al Continental —el hotel santuario que tanto protagonismo ha ostentado en las dos primeras entregas— e introduce un segundo acto que traslada al anti-héroe a la Casablanca marroquí —aunque todo fue filmado en Essaouira, ciudad costera a considerable distancia de la capital cultural de nuestros vecinos al otro lado del estrecho—, lugar en el que aparece Halle Berry y que es escenario de otra de esas set-pieces que no dan descanso alguno al espectador.
Tras la citada e innecesaria transición, la acción vuelve a la ciudad que nunca duerme y, toda vez allí, es un no parar de violencia desatada en sus mejores formas visuales. Por ponerle un pero más al goce que es la producción para los amantes del cine de acción, quizás, sólo quizás, la franquicia vaya necesitando ya de cierta reinvención de cara a su próxima entrega, si bien todo parece indicar que los propios responsables de la misma se han dado cuenta y que lo que nos encontraremos en ‘John Wick: Capítulo 4’ será, hasta donde pueda ser, distinto a lo que hemos visto en una primera terna al que el calificativo alucinante se le queda muy corto. La espera, como siempre, se hará muy larga…