Es probable que la primera pregunta que uno se haga antes de acudir a ver la nueva versión de ‘It’ (id, Andy Muschietti, 2017) que New Line estrenaba el pasado viernes en nuestras salas —sobre todo si sois de los que visteis la versión televisiva de tres horas a principios de los noventa— es hasta qué punto vale la pena gastarse los euros en la misma historia y cuánto se separa ésta de lo que pudimos ver hace veintisiete años de la mano de Tommy Lee Wallace con Tim Curry como el temible payaso Pennywise. La respuesta no es de fácil concreción, pero para avanzarla antes de entrar en materia, dejemosla en que vale la pena —y bastante— desembolsar el coste de la entrada y que, al contrario de lo que hacía la miniserie, el filme centra en exclusiva su atención en la primera parte de la novela de Stephen King, dejando la otra mitad para una segunda parte en la que, debido al éxito ya cosechado por ésta, ya se ha comenzado a trabajar para su más que probable estreno en 2019.
Olvidándose pues de mostrar nada de lo concerniente a la versión adulta del «Club de los Perdedores», y cambiando la ambientación de finales de los años 50 por la más cercana de finales de los ochenta, ‘It’ es, en este último sentido, todo un homenaje al cine de hace tres décadas, ese que nunca nos cansaremos de reivindicar como el que mejor supo entender a toda una generación de cinéfilos en formación y que ha sabido envejecer con muchísima más autoridad que mucho del que nos llegó en los diez años posteriores. De hecho, de forma más que obvia dadas las evidentes conexiones que el libro original guarda para con él, la primera referencia que ‘It’ resuelve durante sus dos horas y cuarto de metraje es hacia ‘Cuenta conmigo’ (‘Stand By Me’, Rob Reiner, 1986) y la forma en la que ambas producciones versan sobre el difícil tránsito de la adolescencia hacia la edad adulta a través de asuntos como el despertar sexual, la toma de conciencia de la muerte o el enorme poder de la amistad incondicional.
Dando su larga duración para un análisis mucho mejor hilvanado de tales cuestiones que el que se hacía en la miniserie de 1990, ‘It’ reposa una considerable parte de su enorme eficacia en la elección de un reparto juvenil que se descubre como una de las mejores fortalezas de la producción. Compuesto por cinco completos desconocidos, uno de los chavales de la excelente ‘Stranger Things’ (id, 2016) y el familiar rostro que es Jaden Lieberher para aquellos que seguimos ‘Masters of Sex’ (id, 2013-2016), es precisamente en lo anónimo de casi todos, en la sinergia que se crea entre ellos y en la frescura que ambos factores aportan donde ‘It’ encuentra sólidas bazas para ganarse las simpatías del respetable desde el primer minuto de proyección.
De entre todos ellos, acaso sea Sophia Lillis la que más impresiona por la soberbia forma en la que da vida a la única fémina del «Club», una Beverly que se aleja de la imagen mojigata que de ella daba la miniserie de los noventa y que, aguerrida y muy liberada, es epicentro del terremoto hormonal que sacudirá a los seis restantes integrantes del grupo. El verismo que acompaña a la natural belleza de la joven de mirada azul intenso se hace muy palpable en múltiples instantes, pero quizá nunca con tanta intensidad como la que observamos en las escuetas escenas que comparte con su ficticio progenitor o aquella calcada del libro en la que un manantial de sangre —metáfora nada sutil de la llegada de su menstruación— salpica todo el cuarto de baño de su hogar.
En que dicha secuencia golpee con fuerza al espectador como otras muchas a lo largo del metraje tiene mucho que ver la más que efectiva labor de Andy Muschietti tras el objetivo. Quizás el trabajo del cineasta argentino no sea un dechado de imaginación constante y peque, en el enfrentamiento final entre los chavales y Pennywise, de cierto talante confuso; pero la forma en la que el director huye de forma consciente de los típicos golpes de efecto asociados al cine de género que tanto daño han hecho al terror en tiempos recientes y que, en lugar de ellos, opte por la construcción de una atmósfera tangible y malsana acorde con la idea original de la novela de King es motivo de numerosos instantes para recordar de una proyección cargada de ellos.
Sin querer citar aquí a ninguno de ellos por lo que supondría revelar información de esa que es mejor descubrir por uno mismo, baste añadir que la más que efusiva recomendación de no perderse la cinta en la gran pantalla encuentra otros apoyos en la considerable ventaja con la que ésta juega con respecto a la de los noventa merced a sus muy concisos trucajes digitales, la espléndida caracterización de Pennywise que lleva a cabo Bill Skarsgård haciendo que nos olvidemos de la muy recordada que en su momento concretó Curry y, en última instancia, las muchas ganas de saber qué forma tomará una segunda parte que ya esperamos con abundante expectación.