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Ghost in the Shell [Cine Distópico]

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Una de las cuestiones recurrentes en la ciencia-ficción es la relación entre el hombre y la máquina a medida que esta última va evolucionando a pasos agigantados. En medio de esta vorágine tecnológica y de nuevas formas de comunicación, las relaciones sociales cambian y también la concepción que el ser humano tiene de sí mismo. Muchos autores se han preguntado qué será de nosotros cuando las máquinas sean capaces de pensar por sí mismas y apenas se diferencien de las personas.

En ‘Ghost in the Shell’, esta pregunta cambia de protagonista y son ahora los cyborgs quienes se cuestionan su propia humanidad. ¿Hay hueco para eso que llamamos alma entre su amasijo de cables e implantes cibernéticos? ¿Qué es lo que define a un ser humano; el simple hecho de estar compuesto de carne y hueso, o hay algo más? Estas son algunas de las preguntas que se plantea Motoko Kusanagi, la protagonista de la película, que además forma parte de la Sección 9 del gobierno especializada en crímenes tecnológicos.

La faceta existencial de la cinta convive con la trama detectivesca relacionada con la captura del Maestro de Marionetas, que se dedica a “piratear” seres humanos a los que crea recuerdos artificiales para conseguir sus propios fines. Sin embargo, todo esto no es más que un punto de cohesión entre las reflexiones que hay desperdigadas por el metraje, que son el verdadero leit-motiv de ‘Ghost in the Shell’.

Los personajes se mueven por un mundo virtual en el que los límites de la realidad ordinaria son cada vez más difusos. La ambientación es excelente, con calles posiblemente inspiradas en los barrios de Hong Kong y otras ciudades similares, en las que se despliega un caos urbano plagado de cables eléctricos, carteles inmensos y multitud de personas anónimas que deambulan de un lado a otro.

No es un mundo muy alejado del nuestro, ya que las grandes redes de información están empezando a suplantar las relaciones humanas habituales. Y en cuanto a las reflexiones sobre la propia identidad, es una cuestión que todos los filósofos de la Historia han tratado de desentrañar a través de sus diferentes ópticas. El caso es que seguimos casi como al principio, y quién sabe si encontraremos nuestro lugar en el gigantesco hormiguero en el que vivimos como hace la protagonista de esta historia.

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Junto a su elaborado guión, lo que convierte a ‘Ghost in the Shell’ en una obra maestra de la animación japonesa es precisamente la calidad de su animación y de la banda sonora. La canción con el coro de voces agudas y el acompañamiento de la percusión te pone los pelos de punta, creando una atmósfera fría e inhóspita como el mundo cibernético que se nos presenta.

También es destacable el peculiar contraste que se produce en las escenas de acción. Y es que en lugar de venir acompañadas de melodías épicas y dinámicas, se nos muestran con tonadas reposadas y minimalistas que incrementan su crudeza, de modo que no se convierte en el típico film de tiroteos y persecuciones.

‘Ghost in the Shell’ se estrenó en 1995 y desde entonces pocas producciones han conseguido repetir sus logros. El equipo de Mamoru Oshii subió al podio del anime gracias a esta adaptación del manga de Masamune Shirow, y casi una década después, en 2004, trataron de repetir fortuna con la secuela, ‘Innocence’, que aunque no alcanza a la primera también tiene escenas memorables.

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