Quedaría precioso si dijera que mi reseña de ‘Gattaca‘ fue la primera que jamás publiqué en Internet (a día de hoy llevo más de ciento cincuenta), pero lo cierto es que fue la segunda.
‘Gattaca’ representa el cine de ciencia-ficción más puro, más honesto, y su limpieza puede verse desde varios puntos de vista:
* Su estética minimalista y coherente, que presume de elegancia y de constituir una rarísima mezcla entre la oscuridad distante y el colorismo más esperanzador.
* La idiosincrasia no ya fría, sino gélida que se enfrenta en un duelo imponente con las preciosas melodías vitalistas de Michael Nyman.
* El ambiente de prosperidad «a regañadientes» que se adivina en la sociedad de Gattaca, un sistema de opresión pseudofascista con el que Adolf Hitler habría disfrutado, que ha tenido éxito y supone la alternativa a la inestabilidad de lo anterior.
Pero lo que más impresiona de ‘Gattaca’ no se reduce sólo a términos cinematográficos o argumentales. El propio principio del film lo deja bien claro, cuando indica, o más bien avisa: «En un futuro no-tan-lejano». ‘Gattaca’ es posible. Está, en definitiva, siendo cada vez más posible. Da igual si hablamos en el año 2011, 2035 o 2078. ‘Gattaca’ es la película que adoran los biólogos e interesa especialmente a los ingenieros (el colmo de lo geek, que diría alguno).
Su director y guionista es Andrew Niccol, que por su trayectoria podemos adivinar que el tema que le obsesiona es la identidad. Escribió el guión de ‘El Show de Truman’, ‘La Terminal’, ‘S1mOne’ y ‘El Señor de la Guerra’, y dirigió algunas de ellas. La identidad. Nuestro lugar en el mundo. Quiénes somos y por qué. Y (casi) siempre en una dimensión paralela que es tan cercana a la actualidad que coquetea con ella. Conecta el futuro con el presente. Fernando Ortiz, estudiante de Biología por la universidad de Sevilla, me ha asegurado que todo lo que aparece en ‘Gattaca’ «está inventado ya» o «es cuestión de tiempo». Tanto la ‘operación’ para alargar las piernas, como determinar porcentajes de riesgos con una simple inyección en el momento del parto, elegir la raza del embrión…, y hay detalles que están preparados meticulosamente para hechizar a los estudiosos, como el hecho de que la palabra ‘Gattaca’ está formada por las letras G, A, T, C (iniciales de los componentes del ADN); o la escalera de caracol que sube con esfuerzo Jude Law (nuevamente el ADN, esta vez como símbolo de la dificultad de franquear sus barreras genéticas).
‘Gattaca’ toma la tesis de la novela ‘Un mundo feliz’ de Aldous Huxley, la moldea a su manera, le da la vuelta, la humaniza y la pone con los pies en la Tierra, en una sociedad de carne y hueso que podemos ver y sentir. En el mundo de ‘Gattaca’ todos son guapos, inteligentes, sanos, diestros, mentalmente estables… fruto de un nacimiento totalmente controlado, una proeza de la ingeniería genética que no admite fallos. Los que no, son denominados ‘no-válidos’, despojados de libertad, ambición, presunción de inocencia, esperanza, y erigidos como emblema de la imperfección del mundo, una imperfección que la sociedad en sí intenta suavizar.
Muchas personas me han preguntado de qué género son las cosas que escribo, o que tengo en mente. Y limitarme a decir que tengo tendencia a la ciencia-ficción, sin más, me molesta un poco, ciertamente. Así que ha tenido que llegar el escritor José Ángel Muriel, autor de la exitosa novela ‘Ladrones de Atlántida’, para decirme qué narices es lo que escribo. Ha inventado el concepto sólo para describir el tipo de ideas literarias que creo en mi mente. Futurismo posible. Como ‘Blade Runner’. Como ‘Gattaca’.
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