Vamos. No lo neguéis. Si en los noventa ya eráis usuarios habituales del cine de vuestra zona, admitid que cuando visteis por primera vez el cartel de ‘El otro guardaespaldas’ (‘The Hitman’s Bodyguard’, Patrick Hugues, 2017) no pudisteis contener una bien merecida carcajada. Porque, seamos francos, el póster es la leche y todo un alarde de imaginación de los responsables de la campaña de publicidad de esta comedia de acción protagonizada por Ryan Reynolds y Samuel L.Jackson que, desafortunadamente, prometía mucho más sobre el papel que en lo que uno termina encontrándose en la sala de cine.
Porque si bien el objetivo de los responsables del filme es claro, y la cinta se dirige de forma directa a rescatar el espíritu de las buddy movies de acción de los ochenta y noventa, harina de otro costal es que lo que logran quede a un nivel bastante mediocre, quizás no en lo que a la mitad de acción se refiere —y ahora volveremos sobre ella— pero sí, de manera indudable, en lo que a hacer reír compete. Dicho en otras palabras mucho más claras: que resulta harto complicado esbozar más que una forzada sonrisa aquí y allá durante las excesivas dos horas de metraje. Y eso, teniendo como protagonistas a Reynolds y Jackson no sólo es complicado de narices, sino un «crimen» contra la más que probada vis cómica de ambos intérpretes.
Hay química entre ellos, de eso no cabe duda desde que la cámara los une por primera vez, pero dicha complicidad no es ni de lejos suficiente para justificar que las muecas se transformen en carcajadas —de hecho, creo que la risa más sonora que servidor profirió se debió a la primera intervención de Salma Hayek y tampoco fue como para ensordecer a nadie— y todo intento de la cinta de provocar reacciones en el respetable queda echado por tierra por unos diálogos a los que le falta mucho para pasar de las meras chorradas que se profieren ambos personajes al talante más cáustico y menos inofensivo que el conjunto pedía a gritos.
Ahora bien, dado que la cinta no para ni un segundo y que la acción que ofrece es tan loca y desabrida que puede llegar a compensar la ausencia de «gracia» de sus personajes, cabe perdonarle al guionista la falta de chispa cuando ‘El otro guardaespaldas’ nos deja secuencias como la persecución por las calles y canales de Amsterdam. Quizás tanto a esta como a las otras les falte algo de control por parte de un Patrick Hugues que ya demostró con ‘Los mercenarios 3’ (‘The Expendables 3’, 2014) que la claridad expositiva continua no era lo suyo, pero lo cierto es que el descerebrado festival de tiros, vehículos estrellándose y gente muriendo queda ejecutado de forma tan «feliz» que, llegado el momento, lo mejor es desconectar neuronas, agarrar el paquete de palomitas y disfrutar de la proyección como si no hubiera un mañana. Porque, qué diantres, el filme no exige mucho más que eso y, para colmo, nos deja un villano memorable de mano de Gary Oldman. Sí, del montón, pero de la parte alta del mismo.