Algunos llevan nueve años esperando. Otros muchos (en los que me incluyo) llevamos décadas aguardando pacientes el momento en el que alguien se decidiera a llevar a la gran pantalla áquel curioso libro que despertó nuestra imaginación y nos llevó a un mundo que la gran mayoría seguiría explorando con la trilogía de ‘El señor de los anillos’. Y por fin ha llegado el momento, la primera parte del que lo comenzó todo llega a los cines de medio mundo precedida de contradictorias críticas y encendidas disputas acerca de la nueva tecnología inventada por Peter Jackson para su filmación. Ha llegado ‘El hobbit: un viaje inesperado‘.
Crítica “tamaño hobbit” para los más impacientes
Si habéis hecho un mínimo scroll os habréis dado cuenta de que la crítica de esta primera entrega de ‘El hobbit’ hace justicia a la duración de cerca de tres horas del filme e intenta tocar todos los aspectos posibles de la misma. Para aquellos que no quieran leerse el tocho, o no hayan visto aún la cinta y prefieran ahorrarse los spoilers, vayan estas preguntas y respuestas rápidas para que se hagan una idea sucinta de lo que pueden esperarse.
¿Vale la pena ver ‘El hobbit? Rotundamente SÍ
¿Es buena película? No, es MUY BUENA
¿Es mejor que ‘La comunidad del anillo’? No (y si quieres saber las razones para ello, tira para abajo, truhán)
¿2D o 3D? 3D sin duda alguna
¿Normal o HFR? HFR sin duda alguna
¿Qué nota le pondrías? En principio creo que 4 estrellas, aunque lo mismo le pongo 4 y media cuando termine de reflexionar sobre ella.
Espero que os haya servido. Ahora, la crítica en condiciones
Peter Jackson vuelve al mundo de Tolkien
Era el rumor que estaba en boca de todos nada más finalizar ‘El retorno del rey‘. Los magistrales resultados que Peter Jackson había obtenido con la trilogía, que después refrendarían los 11 Oscars con los que la Academia reconoció por primera vez en la historia a una cinta de fantasía, no podían quedarse en tan sólo tres películas. No cuando Tolkien había imaginado muchísimo más que la historia de Frodo y la Compañía del Anillo y, sobre todo, no cuando parte del vastísimo tejido creado por el autor sobre la Tierra Media era ese cuento llamado ‘El hobbit’.
Pero Jackson zanjó rápidamente las voces que ya clamaban que su siguiente proyecto sería meterse de lleno en la adaptación de las aventuras de Bilbo afirmando que el grado de saturación que le había impuesto la producción de la trilogía había sido de tal calibre que era muy poco probable que fuera él el responsable de rodar el ineludible traslado a la gran pantalla de la novela.
Dejando así la puerta abierta a que otro realizador se hiciera cargo de la monumental tarea de volver a la Tierra Media y reservándose la tarea de productor de la empresa, los nombres de cineastas que podrían estar interesados en relevar a Jackson se sucedieron como la pólvora toda vez que New Line anunció que ‘El hobbit’ sería una realidad. Pero de todos ellos uno se terminaba llevando el gato al agua: Guillermo del Toro. El mexicano, de filias muy similares a su colega neozelandés, se adentraba así en 2008 en un mundo en el que permanecería durante dos años.
Mayo de 2010. Del Toro pone fin a varios meses de constantes rumores en los que se afirmaba que el mexicano iba a terminar abandonando el barco antes de que éste zarpara. En sus palabras
A la luz de los constantes retrasos en la fecha de inicio del rodaje de ‘El Hobbit’, debo afrontar la decisión más dura de mi vida. Después de dos años de vivir, respirar y diseñar un mundo tan rico como la Tierra Media de Tolkien, debo, con gran pesar, abandonar la tarea de dirigir estas maravillosas películas.
El jarro de agua fría a un fandom que veía de nuevo alejarse la posibilidad de volver a la Tierra Media fue descomunal. ¿Los motivos? la delicada situación económica de la MGM llevaba meses impidiendo el arranque del rodaje, obligando al mexicano a postponer otros proyectos que tenía en cartera. Hasta el punto de que la situación se torno en insostenible.
Fuera Del Toro, y tras un breve periodo de incertidumbre, Jackson anunciaba que (no podía ser de otra manera) volvería a ponerse tras las cámaras para regresar al mundo de Tolkien.
Los tiempos cambian, las tecnologías también
Herencia de unos tiempos en los que las necesidades de sincronización entre sonido e imagen exigían que no se pudiera rodar de otra manera, Jackson veía a los 24fps del celuloide como algo que la era digital tenía que superar. En un momento en el que la obsesión por el 3D ha hecho presa en Hollywood y raro es el filme de gran presupuesto que no se presenta en dicho formato, el cineasta tenía claro que el paso siguiente era cambiar de forma radical los modos de rodar, duplicando para ello la tasa de fotogramas por segundo.
Las reacciones, como siempre, no se hicieron esperar, y muchos quisimos ver en el movimiento del realizador una forma más de exprimir los bolsillos de los aficionados ya que, en principio, no quedaba nada claro si esta nueva tecnología iba a implicar un aumento de precio en las entradas del cine.
Desde el momento en que se empiezan a ver secuencias terminadas y, más aún, desde que termina el veto impuesto a aquellos que acuden a los pases previos, la red se convierte en un hervidero de comentarios acerca de las cualidades “Bennyhillescas” o de “culebrón venezolano” de la imagen, aduciendo así al rápido movimiento que acusa una gran parte del metraje en el primer caso o al hecho de que, al estar rodada en una calidad mucho mayor a la usual, la película parece más una serie que un filme destinado a la gran pantalla.
Percepciones de un cerebro que se ha acostumbrado desde siempre a ver las películas de una manera concreta en el cine, muchos llevan las quejas hasta afirmar que la cinta da náuseas y vómitos. Nada más lejos de la realidad. Sí, es cierto que en un par de momentos (el prólogo de la cinta y la secuencia en la cabaña de Radagast el pardo, para ser concretos) la imagen se acelera de forma extraña. Pero no, para nada lo es el que la extraordinaria nitidez que consigue el nuevo formato llegue a provocar síntomas de ningún tipo.
Y en lo que respecta al 3D (un formato del que no soy nada partidario), mi opinión queda resumida en esta afirmación: BEST 3D EVER!!!
La profundidad de campo que logra Jackson es una salvajada que supera a la que, hasta ahora, seguía siendo la mejor muestra de cómo utilizar la tridimensionalidad, ‘Avatar’. De hecho, si para algo sirven los 48fps es para que evitar que las secuencias de acción sigan mostrando la poca claridad que habíamos visto en filmes como ‘Ira de titanes’, y ejemplos de ello tenemos cuatro en la cinta a cada cual mejor: el prólogo en Erebor; la batalla de los enanos contra los orcos a las puertas de Moria (legendaria); la alucinante huida de las cavernas de los trasgos y la lucha final contra los orcos montados en huargos (atención a la llegada de las águilas).
¿Tres películas de un libro de 300 páginas? ¿Estamos locos o qué?
No perdamos el norte. Por mucho que nos cueste verlo así en numerosas ocasiones, el cine es un negocio y, como tal, cualquier maniobra que pueda generar beneficios a las productoras será siempre recibida con los brazos abiertos por los ejecutivos de turno.
En el caso de ‘El hobbit’, y aunque Peter Jackson después haya afirmado que se trata de una decisión basada en lo contento que había quedado con lo rodado para las dos primeras partes de la nueva trilogía y el deseo de abundar más en escenas que no quería que se quedaran fuera, lo que se lee entre líneas es el que estas tres cintas son la oportunidad de oro para la Warner de obtener millones en recaudación ahora que las sagas del Batman de Nolan y de Harry Potter ya han dejado de reportárselos.
Así las cosas, esta claro que tres filmes de cerca de tres horas suponen, en términos de guión, unas seiscientas páginas, casi el doble de lo que tiene la novela original de Tolkien. ¿Qué hacer para rellenar? Muy simple, tirar de los apéndices, del ‘Silmallirion’ y de las muchas invenciones que Fran Walsh, Philippa Boyens y Jackson ya demostraron que eran capaces de insertar en ‘ESDLA’ para hacer que las películas funcionaran, aunque ello supusiera que los Tolkinianos más recalcitrantes se rasgaran las vestiduras.
Considerando que no me cuento entre aquellos que armaron “la marimorena” cuando Tom Bombadil se quedó fuera de ‘La comunidad del anillo‘ y que soy de los que piensan que a medios diferentes, necesidades narrativas diferentes, las decisiones tomadas por los tres guionistas de cara a lo que podemos ver en esta primera parte de ‘El hobbit’ me parecen tan acertadas como lo fueron aquellas que vimos hace una década.
Es más, si como yo eres de los que no lee el libro desde hace poco más de tres décadas y ha hecho un esfuerzo consciente por no caer en la típica relectura previa al visionado del filme, es probable que coincidas conmigo en que, en términos de guión, lo único que no funciona del todo es la inclusión de Radagast el Pardo, una suerte de alivio cómico innecesario que queda justificado en una escena posterior.
Dicha escena, el “mini concilio de Elrond”, está puesta en el filme con un único propósito, el que, una vez se finalice esta nueva trilogía y se puedan ver las seis películas como un todo unitario, ‘El hobbit’ sirva como prólogo a los tres filmes anteriores, en términos de sentar las bases sobre la reaparición de Sauron y cómo el mal va extendiéndose sobre la Tierra Media.
Por lo demás, el que el inicio en la Comarca se alarge más de lo que el libro indica o el que las escenas de los trolls, la aparición de los gigantes de piedra o la lucha contra los trasgos estén mucho más detalladas que lo que Tolkien comenzaba a escribir hace casi un siglo queda plenamente justificado, de nuevo, por las muy diferentes exigencias que el medio escrito y el cinematográfico tienen desde el punto de vista narrativo.
Una nueva trilogía, un nuevo Bilbo
Estaba claro que, por mucho que su interpretación de Bilbo nos hubiera encandilado en ESDLA, Ian Holm no estaba ya para los trotes que, desde el punto de vista físico, requería la interpretación de su yo 60 años más joven. Lógico era pues que, comenzada la producción, se buscara un actor con las cualidades suficientes para encarnar con convicción al hobbit. Creánme cuando les digo que la elección de Martin Freeman no podía haber sido más acertada.
El actor inglés, al que conocimos en ‘Love actually’ (él era el doble de luces de la cinta porno que suponía uno de los segmentos de la genial comedia), que protagonizó la hilarante ‘Guía del autoestopista galáctico’ y que ahora ha conseguido un merecido reconocimiento internacional por su genial interpretación del Watson de la serie ‘Sherlock’, logra meterse al espectador en el bolsillo en la primera escena en la que interviene, la precisa traslación de la conversación inicial entre Bilbo y Gandalf.
A partir de ahí, la interacción con el mago y con los trece enanos (Thorin y Balin en particular) no hace sino refrendar el hecho de que Jackson ha vuelto a tener un ojo inmejorable a la hora de elegir a un intérprete que sepa capturar la esencia de su personaje como ya hiciera Holm diez años atrás, dando Freeman con la justa medida entre comicidad, heroismo y nobleza que el personaje requería.
Actores a la “altura” de las circunstancias
Más allá de que Ian McKellen vuelva a estar espléndido como Gandalf; y de que las apariciones de Cate Blanchett, Hugo Weaving o la inesperada de Christopher Lee supongan el feliz reencuentro con personajes que ya forman parte de nuestro acerbo cinematográfico, se hacía también muy evidente que en el correcto cásting de los trece enanos protagonistas Jackson se jugaba buena parte de la credibilidad de la cinta.
Demostrando que los responsables de la elección del reparto se equivocan poco, los trece actores elegidos para interpretar a, allá va, Bombur, Bofur, Bifur, Nori, Ori, Dori, Thorin, Balin, Dwalin, Oin, Gloin, Fili y Kili, son trece aciertos de entre los que cabe destacar, por su especial relevancia, a Richard Armitage. El actor británico consigue dotar a Thorin Escudo de Roble de un porte regio que no puede ocultar la honda tristeza que le provoca no tener un hogar, sentimientos que se mezclan con la intensa rabia y el inmenso valor que se desprende de su mirada.
Mención aparte vuelve a mercer Andy Serkis en la piel de un Gollum al que los años han tratado estupendamente desde el punto de vista de los efectos visuales, consiguiendo Weta nuevas cotas de perfección a la hora de capturar y animar al que ya fuera su mayor logro en la trilogía original.
Mismo equipo artístico, ejemplares resultados
No podríamos enfilar la conclusión de este largo artículo sin antes hacer un alto en el camino para mencionar al grandioso equipo artístico que levantó ‘La comunidad del anillo’, ‘Las dos torres’ y ‘El retorno del rey’ y que ahora vuelve a hacer lo propio con ‘El hobbit’.
Contando de nuevo con John Howe y Alan Lee como diseñadores conceptuales (incluso Mike Mignola aparece acreditado en este apartado), Richard Taylor en el vestuario, Andrew Lesnie en la fotografía, Howard Shore en la música (volver a la Tierra Media de mano de su batuta y de los leitmotivs asociados a hobbits, elfos y orcos es una gozada) y con todo el equipo humano de Weta y Weta Digital puesto de nuevo al servicio de Jackson, pocas cosas podrian haber salido mal.
Es por ello que en ‘El hobbit’ las miniaturas vuelven a ser de una calidad impresionante, el maquillaje y las prótesis siguen dejando con la boca abierta, los efectos visuales alcanzan una perfección sobrenatural y, en general, el diseño de producción muestra el mismo cariño y calibre que áquel del que ya hicieran gala los tres filmes originales.
“¡Voy a vivir una aventura!”. Conclusiones sobre la primera etapa del viaje
Apuntaba al comienzo de la crítica que ‘El hobbit: un viaje inesperado’ no llega a las cotas que sí alcanzó, en 2001, ‘La comunidad del anillo’. Y ello se debe, fundamentalmente, al hecho de no contar en su núcleo con la solidez que en la segunda aportaba la relación entre Sam y Frodo, auténtico motor de la trilogía. Lo más cercano que podemos encontrar aquí es la que se intuye entre Thorin y Bilbo, pero Jackson, Walsh y Boyens no terminan de explorarla y sólo al final vemos el potencial que puede alcanzar de cara a los dos filmes que quedan por venir.
Por lo demás, y salvando el ya citado detalle de Radagast, ‘El hobbit’ es un filme redondo, con un ritmo envidiable (al termómetro que para esto es mi esposa no se le han hecho para nada pesados sus 166 minutos), momentos memorables y un preciso equilibrio entre la épica de las secuencias de acción y el candor del comienzo en la Comarca. Peter Jackson vuelve a lograr que nos quedemos boquiabiertos con sus increíbles recursos narrativos y visuales y, como ya comenté, el uso del 3D HFR consigue que nos adentremos aún más en una historia que, potenciada en su vertiente más adulta, no pierde en ningún momento la esencia del cuento que Tolkien concibió.
- Director: Peter Jackson
- Guión: Peter Jackson, Fran Walsh, Philippa Boyens y Guillermo del Toro
- Intérpretes: Martin Freeman, Ian McKellen
- Género: Fantasía, aventuras // 169 minutos
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