Cuando Peter Jackson firmó la realización de ‘El Hobbit’ en la gran pantalla, el proyecto original, como todos sabéis, era el de producir dos películas adaptando la novela de J.R.R. Tolkien. A algunos tal empresa ya les parecía un despropósito. ¿Cómo realizar dos películas basándose una novela de alrededor de 300 páginas? Hasta cierto punto era algo comprensible gracias a las numerosas elipsis que Tolkien dejó plantadas en la obra original, lo cual permitía a Jackson, Fran Walsh, Philippa Boyens y Guillermo del Toro poblarlas con contenido sacado de otras obras de Tolkien o de la propia imaginación del cuarteto de guionistas.
Pero la situación cambió en el momento en el que Peter Jackson anunció, para regocijo de unos y pesar de otros, que el binomio pasaba a ser una trilogía debido a la gran cantidad de material que ofrecía su guión. Me posicioné en su día en el grupo de los regocijados, como casi cualquiera que disfrutó y sigue disfrutando tanto con la obra de Tolkien como con el trabajo realizado hasta la fecha por Jackson sobre la obra de este. Es simple, si me gusta el Cola-cao, prefiero tres tazas en lugar de dos. Lógica infantil pero certera.
Y aunque los temores a sufrir un ritmo sosegado y unos añadidos a la trama original no deseados estaban ahí, si estos últimos resultaban interesante y decoraban con gracia el cuadro final, no tendría nada que temer en realidad. Con ‘El Hobbit: Un viaje inesperado‘ se cumplió esta situación a la perfección, con ‘El Hobbit: La desolación de Smaug’ lamentablemente no ha sido así.
Entiendo que es complicado sacar material de donde no lo hay, y que es mucho más complicado enarbolarlo a una altura similar a la que ofrece el resto del conjunto de tal forma que el parche no quede como algo ajeno, algo extraño que no parece seguir con el cauce y el ritmo de la idea principal. En este nudo dentro de la trilogía hobbit se pueden identificar perfectamente esos parches y no es necesario haber leído la obra de Tolkien para darse cuenta de ello. Cuando en una película se va al grano en un tramo y se divaga en otro, el resultado final es absolutamente irregular y deja al espectador contrariado, tal como me dejó a mi.
El inicio de la película, y en realidad gran parte de los primeros compases de la misma, es continuista con ‘El Hobbit: Un viaje inesperado’, no hay excesos y la aparición de cierto nuevo personaje (tranquilos, no haré spoilers maliciosos) se produce de forma calmada aunque efectiva. La cosa adolece ligeramente en el momento que Bilbo y los enanos se adentran en el Bosque Negro, uno de los momentos más recordados de la novela original y que personalmente más deseaba ver. El encuentro con los elfos, liderados por un altivo Thranduil al que encarna un sobreactuado Lee Pace y mejor representados por un retornado Legolas más «fucker» que nunca y la novata Tauriel (he aquí un tándem perfecto entre parte rescatada de otras obras y parte totalmente inventada para la película), se desenvuelve de buena manera, a pesar de cierto idilio amoroso, y desemboca en el primer momento de gozo técnico y emocional de la película. Pero he aquí que también sufre de cierto alargamiento innecesario, aunque en este caso el disfrute compensa el exceso.
La cuestión cambia cuando la compañía de Thorin llega a la Ciudad del Lago, uno de los momentos más asequibles para nuestros héroes en la novela original pero que aquí se convierte en uno importante escollo tanto para ellos como para el espectador. Y es que aunque la presencia de Luke Evans derrochando personalidad en el papel de Bardo sorprende gratamente, es el resto del contexto el que lastra a toda la película. Situaciones innecesarias, personajes anecdóticos en la obra original que toman un giro hacia las primeras líneas en esta adaptación pero que después no pueden ofrecer nada más, así que son usados de la manera más estúpida colocándolos donde no deberían estar y apariciones milagrosas «in extremis» que cuesta asimilar.
Fue en este tramo, asediado por un creciente tedio, cuando decidí poner mis esperanzas, al igual que los enanos, en Erebor y más concretamente en el dragón durmiente que habita en su interior, Smaug. Siendo pilar y detonante del inicio de toda esta historia era de esperar que Peter Jackson volcará gran parte de su trabajo en tratarlo como lo que es, un gran personaje, y no como lo que aparenta ser, una bestia descomunal. Al final Jackson ha conseguido que sea ambas cosas. Puedo afirmar sin tapujos que Smaug es lo mejor de esta película. Sentía cierto miedo por ver cómo iba a ser adaptado el encuentro entre Smaug y Bilbo ya que incluso en la obra original resulta demasiado campechano y un tanto inverosímil (sí, y sé que se trata de un dragón y un mediano).
Pero al igual que ocurrió con el encuentro entre Gollum y Bilbo en la anterior entrega, el buen hacer como director de Jackson se vuelca en ofrecer una secuencia inquietante y divertida a partes iguales. Y aunque aún no he podido disfrutarla en versión original, sé que en el momento que escuche la voz de Benedict Cumberbatch saliendo de la enorme boca de Smaug, la cosa mejorará aún más.
Lástima que el recorrido que acompaña a este encuentro hasta el abrupto final de la película sea otro de los puntos negros de la película. Un derroche de efectos visuales (que sorprendentemente van empeorando a medida que se suceden las escenas) que no consigue esconder un hecho irrefutable a estas alturas, que no sabían elegir el momento en el que marcar el fin de la película y que, una vez elegido, no sabían cómo alcanzar un clímax apropiado antes de servirlo. De nuevo el fantasma de la excesiva dilatación hacía mella en el guión.
En el preciso momento en el que acaba ‘El Hobbit: La desolación de Smaug’ uno asume, por muy entusiasmado que esté, que la decisión de realizar una trilogía basada en ‘El Hobbit’ tal vez no fuera tan buena idea. O que lo hubiera sido si los añadidos extras (no me quiero imaginar qué meterán en la edición extendida) hubieran estado a la altura merecida. A pesar de estos lastres, esta segunda parte del viaje de Bilbo Bolsón es un entretenimiento de gran calibre con momentos realmente inspirados (no le he mencionado antes, pero Gandalf protagoniza alguno) y que cumple una inesperada y curiosa función, calmar los ánimos antes del, presumiblemente, descomunal final que será ‘El Hobbit: Partida y regreso’, donde los excesos serán mejor bienvenidos.
El Hobbit: La desolación de Smaug
- Director: Peter Jackson
- Guión: Peter Jackson, Fran Walsh, Philippa Boyens y Guillermo del Toro
- Reparto: Martin Freeman, Ian McKellen, Richard Armitage, Orlando Bloom, Evangeline Lilly, Luke Evans, Benedict Cumberbatch
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3 comentarios en «‘El Hobbit: La desolación de Smaug’, una película gris»
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Yo sigo sin entender que se le pasó por la cabeza a Peter Jackson aparte de $$$$$. Dos películas hubieran servido para que alargara todas las historias que quisiera y metiera todos los añadidos que necesitara pero no se hubieran hecho desproporcionadas. Pero meter tres películas, y encima no películas cortas sino películas innecesariamente largas de dos horas y media me parece un despropósito.
De todas formas, y más habiendo leído en varios sitios que esta mejora a la primera, no voy a ser tan tonto de quedarme en casa cuando puedo escuchar la voz de Cumberbatch en Dolby Surround en el cine 😀
Pues a mi Smaug aunque estética y visualmente me encantó, a medida que avanzaba su parte se convirtió en uno de los grandes chascos…
Basicamente pasa de ser un dragón astuto, taimado e inteligente a una bestia sin un par de dedos de frente a la que torean unos cuantos enanos. Nada que ver con el Smaug de la novela.
Tampoco me gustó nada que cambiasen toda la historia de su «armadura» de oro y gemas, probablemente su caracteristica más memorable, por el cuento de la flecha negra :/
Aparte de lo las flechas negras y la armadura de Smaug, me decepcionó mucho que no hicieran la humorística historia de «Un amigo o 3», donde Gandalf dice a los enanos que vayan viniendo de 2 en 2 cada 5 minutos a la casa de Beorn y va contando una historia a Beorn, donde va introduciéndoles justo antes de que vayan llegando, consiguiendo así meter en la casa del hosco Beorn a todos los enanos.