Todos los que pertenecemos a las generaciones cuyas imaginaciones fueron forjadas a golpe de sable láser y grito de wookie, tenemos nuestras particulares historias sobre lo que ‘La guerra de las galaxias’, ‘El imperio contraataca‘ y ‘El retorno del jedi’ supusieron en nuestras VIDAS. Así, sin acotar y en mayúsculas, porque si algo se ha hecho bien evidente a lo largo de las décadas, y si algo dejó muy claro, qué sé yo, el acuerdo multimillonario al que llegó George Lucas con Disney, es que Star Wars ha logrado trascender el tiempo y el mero carácter cinematográfico para convertirse en parte inherente de la cultura de este nuestro pequeño planeta, en casi un modo de vida para los millones de seguidores que este insigne universo de fantasía ha ido generando desde aquél mes de mayo de 1977.
En mi caso —y os aguantáis, pero es imposible estar escribiendo sobre lo que significa Star Wars en nuestras existencias y no contar alguna «batallita»— los recuerdos más tempranos que tengo asociados a la saga de Luke, Leia y Han Solo son de una carrera cuesta abajo de la mano de una de mis tías paternas cuando sólo contaba con cinco años para asistir un sábado por la tarde a ‘El imperio contraataca’ en uno de los dos únicos cines que había entonces en mi ciudad: no hizo falta haber visto la anterior entrega de la saga galáctica para que aquellas dos horas causaran una fortísima impresión en un pequeñajo que, desde dos años atrás, lo único que hacía era pedirle cine a sus padres, fin de semana sí, fin de semana también.
Lo que encontré en aquella aventura de pequeñas criaturas verdes de curiosa habla, malvados cascos oscuros, gusanos gigantes que casi engullen naves que viajan a la velocidad de la luz —bueno, que NO viajan a la velocidad luz—, duelos con sables de luz en una ciudad en las nubes, héroes que son congelados en algo llamado carbonita…es lo que, alrededor del mundo encontramos gentes de todas las edades: un imaginario común que nos acompañaría el resto de nuestras vidas y que, perpetuado a través de las décadas por novelas, cómics, videojuegos y, eventualmente, más producciones para la gran pantalla, conforman algo más que una mera saga con la que pasar el rato.
Sólo de esta manera se pueden explicar, por poner un ejemplo reciente y llamativo, las estridentes actitudes de una buena parte del fandom galáctico ante el estreno de la última incorporación a la saga y el hervidero de encendidos y muy airados comentarios que fue la red cuando, al hilo de ‘Episodio VIII: Los últimos Jedi’, se pudieron leer mensajes de odio profundo hacia aquello que estaba mancillando la infancia y la verdadera esencia de lo que significa Star Wars. En fin…
De todo lo anterior —de todo lo positivo anterior, cabría precisar— se dejó imbuir J.W. Rinzler para redactar, no sólo el libro que hoy nos ocupa, sino los otros dos anteriores que, junto a éste, conforman una terna tan imprescindible como las propias películas acerca de las que desvela hasta el más ínfimo de los detalles: cuando el primero de ellos cayó en mis manos en su versión en inglés hace ya cosa de una década, la cantidad de datos, de anécdotas de toda índole, de imágenes que nunca había visto de la pre-producción, el rodaje, la post-producción, el estreno y toda la campaña de promoción que rodeó a ‘La guerra de las galaxias’, ya me dejó completamente patidifuso y, por supuesto, con ganas de más.
Unas ganas que quedaron saciadas a finales del año pasado cuando unos buenos amigos tuvieron a bien regalarme por mi onomástica la edición de Planeta del volumen correspondiente a ‘El imperio contraataca’ y que ahora, pocos meses después, han encontrado un apoteósico final en ‘Cómo se hizo El retorno del jedi’ y sus profusas 372 páginas. Unas páginas en las que hay lugar, como ya lo hubo anteriormente en sus antecesores, para una miriada tal de datos, que incluso a los que llevamos toda nuestra vida «mamando» Star Wars, echando mano de revistas de cine y libros, de documentales y extras de ediciones en DVD y Blu-Ray de las películas, nos sorprenden, y muy a menudo, la infinita cantidad de detalles que podíamos llegar a desconocer.
Dar cuenta de ellos aquí sería interminable, pero baste decir que, ya en la posibilidad que se nos brinda de asistir a cómo fue evolucionando el guión a lo largo de sus varios tratamientos previos y de las reuniones a tres bandas entre productor, director y guionista —quizás lo mejor del libro—; ya en todo lo que Rinzler dedica a desgranar el proceso de selección que llevaría a Lucas a elegir a Richard Marquand como el encargado de cargar sobre sus hombros con la tarea de realización; ya en los mil y un avatares que se fueron sucediendo durante el rodaje —es genial ir descubriendo aquellas escenas que se filmaron y nunca han visto la luz— o cuáles de las tomas que llegaron al montaje final fueron pickups de última hora..lo que todavía nos queda por conocer de Star Wars en general, y de ‘El retorno del jedi’ en particular, toma aquí una forma sublime en un libro al que se le queda algo ajustado el apelativo de «de cabecera».
Mi único pesar, por más que la trilogía de las precuelas no sea santo de mi devoción —algo que sería asunto para otro artículo mucho más largo que éste—, es que, cuando ya se encontraba preparando el primer volumen llamado a cubrir ‘La amenaza fantasma’, a Rinzler se le retirara la oportunidad de descubrirnos, como aquí hace, de manera tan amena y tan íntima, tan seria y tan divertida, qué se coció entre bambalinas a finales de la década de los noventa. Para suplir esa carencia tenemos, afortunadamente, tres libros sobre los que volver una y otra vez, sea para ojearlos fugazmente, sea para detenernos en un capítulo en concreto y redescubrir, una vez más, detalles perdidos en nuestra memoria, sea, por supuesto, para viajar a esa galaxia, muy, muy lejana, que nunca habrá estado tan, tan cerca. Que la fuerza os acompañe.
Cómo se hizo El retorno del jedi
- Autores: J. W. Rinzler
- Editorial: Planeta Cómic
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 372 páginas
- Precio: 47,50 euros en