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V. Kingdom Come

‘Cómo entrenar a tu dragón 3’, emotiva maravilla

Afortunadamente, sólo dos años nos separan de ese evento marcado a fuego en el calendario.Comienza la cuenta atrás…

Reseña de ‘Cómo entrenar a tu dragón 2’, publicada el 4 de Agosto de 2014.

Ya estemos hablando de la primera parte, de la que nos separa casi una década; ya lo hagamos de la segunda, que vimos hace casi un lustro, las dos entregas que conformaban hasta el momento la saga de ‘Cómo entrenar a tu dragón’ suponían sendos considerables hitos en el mundo del cine de animación. Unos hitos que, a mi parecer, colocaban a Dreamworks a la misma altura que Pixar, tanto en calidad de animación como, sobre todo, en lograr dar con una historia con la que cautivarnos y con unos personajes llenos de carisma que sentir cercanos y con los que implicarnos.

Así las cosas, haber tenido que esperar cuatro años y siete meses y medio para poder asistir a la conclusión de la franquicia no ha sido fácil, sobre todo cuando el par de retrasos en la fecha de estreno parecían indicar cierta desconfianza por parte de la productora hacia el producto final —la explicación más común hacia cambios en el día de estreno siempre suele ser que la película de turno arrastra no pocos problemas—. Pero lo cierto es que, vista ‘Cómo entrenar a tu dragón 3’ (‘How to Train Your Dragon 3’, Dean DeBlois, 2019) no puedo imaginarme qué problemas, de haberlos tenido, ha podido encontrar un filme que considerado en solitario o en unión con los otros dos que le precedieron, se alza como una auténtica maravilla a la vez épica y emotiva.

Todo lo que hemos llegado a adorar del traslado del universo literario de Cressida Cowell permanece aquí incólume. Es más, si así se quisiera ver, el hecho de que parte del entramado argumental de esta tercera entrega no difiera mucho de lo que pudimos ver en la segunda, podría ser considerado por los detractores de la saga como la brecha sobre la que abrir fuego para hacer mella en ella. Y sería un argumento aceptable sino fuera porque, al contrario que en la segunda parte, donde el interés principal descansaba, casi por igual, en el villano por un lado, y los asuntos familiares y de amistad por otro; en esta, el protagonismo del malo, aún considerable, no es más que catalizador del viaje emocional por el que deben transitar Hipo y Desdentao cuando éste último encuentra el amor en la forma de una dragón de su misma especie.

La inclusión de la «Furia diurna» y todo lo que ella implica, genera todo un renovado conjunto de intereses hacia el microcosmos de Isla Mema y sus habitantes. Un interés que reposa, fuerte, sobre los mismos pilares que ayudaron a levantar a sus predecesoras. Ahí está el mismo fresco humor que encontráramos en primera y segunda entrega, continuando con las mismas bromas entre personajes sobre las que se han construido Chusco, Brusca, Patán, Patapez o Bocón. Ahí está el mensaje sobre el poder de una amistad, de una verdadera amistad, capaz de vencer cualquier obstáculo que se ponga por delante. Ahí está la fuerza con la que nos agarra el corazón todo lo que concierne a sus dos protagonistas. Y ahí están, de nuevo, esas lágrimas de emoción que no pueden contenerse, que ya aparecían en los dos primeros escalones de la historia, y que en éste último peldaño son aún más intensas si cabe.

Y eso si lo que estamos tratando es todo aquello que concierne de manera estricta al desarrollo de la historia, porque si hemos de departir sobre aspectos meramente técnicos y/o artísticos, ‘Cómo entrenar a tu dragón 3’ raya a unos niveles que, en ocasiones, rozan la perfección: manteniendo similares cotas en lo que a personajes se refiere —que ya en la segunda habían dado un salto considerable con respecto a la primera en cuanto a, por ejemplo, detalles de la piel, la vestimenta o el grado de definición del cabello—, es en los escenarios en los que se mueve la acción donde la producción da un espectacular salto, dejándonos la boca abierta en la «construcción» de los cielos nublados, el mar, la asombrosa entrada a ese mundo oculto que es eje central del filme o, por supuesto, lo que vemos de él.

Más si hay un aspecto que, en términos artísticos, destaca de nuevo por encima de todos los demás y corona el viaje emocional que suponen estos 104 minutos, eso es, sin lugar a dudas, la música de John Powell. Las expectativas vertidas sobre ella, a la luz de las dos enormes composiciones que el músico había hilvanado para la primera y segunda parte, han ido superándose con creces en las múltiples escuchas que, a lo largo de la dos últimas semanas, he podido ir haciendo a un score prodigioso que no se amedrenta ante el peso del asombroso material temático creado con anterioridad y encuentra hueco para seguir sorprendiendo, ya con nuevas formas de integrar sus maravillosos leit motifs, ya con un par de incorporaciones a éstos que encuentran su mayor y más magistral exposición en el tema que acompaña a Desdentao y la Furia Diurna en una de las más prodigiosas secuencias del filme.

Lo que dicha escena consigue, cabalgando a lomos de la música, es de un calado inmenso, el mismo que después repetirá Powell al describir a través de los pentagramas, tanto el clímax como ese más que necesario cierre y despedida que suponen los cinco últimos minutos de metraje previo a los créditos. Cinco minutos que enardecen al espectador y que, emotivos como ellos solos, son sin lugar a dudas el cierre perfecto a una trilogía inolvidable que queda ya, y lo hará siempre en nuestra memoria y en nuestros corazones, como una de las más grandes que ha dado el cine de este s.XXI.

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