De un tiempo a esta parte, cada vez que he tenido que referirme por la razón que sea a la comedia estadounidense actual, lo he hecho en términos de nostalgia extrema hacia el pasado —más o menos lejano, más o menos cercano— de un género que lleva años pasando por el peor momento de su historia. El que otrora fuera uno de los mejores ejemplos de cómo hacer reír a públicos de cualquier edad, ha pasado a ostentar el dudoso honor de servir de escaparate a lo que este redactor considera que es lo último que debería hacerse si lo que se busca es la complicidad del respetable y, en primera y última instancia, arrancarle la carcajada cada vez que se pueda.
La tendencia que más o menos comenzara con ese incomprensible adalid de la comedia en que se erigió Judd Apatow, y que fue impregnando poco a poco los cuatro rincones del género, ya es la tónica reinante en un tipo de cine que, quizás haga gracia en Estados Unidos —y si es así, explicaría muchas cosas…— pero que al otro lado del charco no sirve ni para esbozar media mueca cuando a lo que ha de soportarse son diálogos supuestamente tronchantes que carecen de ingenio, situaciones que no llevan a nada, personajes estúpidos de los que al parecer hay que reírse porque…¡son estúpidos! y chistes que han abandonado toda cualidad de inteligencia y aluden a los resortes más bajos, entendiéndose por tales los mismos de caca, culo, pedo, pis que hacen que un infante «se parta y se monde».
Ese es el esquema que este reboot de ‘Cazafantasmas’ (‘Ghostbusters’, Ivan Reitman, 1984) —todo un clásico con humor del de verdad sobre el que ahora a mucho enterado le ha dado por decir que está sobrevalorado para desmarcarse, que es lo que se lleva— sigue al pie de la letra desde que, después de un prólogo más o menos interesante, y la anodina presentación del personaje de Kristen Wiig, mete el primer chiste zafio y facilón en cuanto aparecen en escena Melissa McCarthy y Kate McKinnon: la una por hacer lo mismo de siempre, la otra por lo estrambótico y exagerado de un papel que más que parecerse a Harold Ramis, de quién es equivalente, micciona de forma inmisericorde sobre la tumba del flemático Spengler y se asemeja a una versión pasada por una sobredosis de ácido de aquél que encarnara Bill Murray hace treinta y dos años, consiguen que nos exasperemos por lo ramplón de todo lo que vemos en pantalla.
El panorama no mejora cuando quiénes hacen irrupción son Leslie Jones —que tiene el único chiste afortunado del metraje…y ya lo vimos en uno de los tráilers— o Chris Hemsworth, ese personaje estúpido al que antes hacía referencia por el que lo que se termina sintiendo es vergüenza ajena a cada lamentable aparición. El fornido marido de Elsa Pataky sirve además para señalar con el dedo la increíble previsibilidad que rezuma un conjunto que se ve venir a la legua, que en ningún momento pretende sorprender con algún giro inesperado —lo del villano es de risa…en el sentido más peyorativo de la expresión, claro— y en el que la nula habilidad de Paul Feig para describir personajes, escribir diálogos y plantear un conjunto con cierto encanto supera con mucho a lo desangelado de su labor tras el objetivo.
Cerrando el conjunto de desencuentros que es ‘Cazafantasmas’, ni siquiera los efectos visuales rozan el talante memorable al que siguen aferrándose los que Richard Edlund y su equipo concretaron para la cinta original y, además, demuestran una vez más —y ya van…— el espectacular desaprovechamiento que se hace del 3D a la mínima de cambio, no añadiendo nada la experiencia tridimensional a un filme que falla tan estrepitosamente en su sustrato más básico. Como decía una de mis acompañantes el pasado martes «Lo bueno de ‘Cazafantasmas’ es que ha hecho que mire con otros ojos a ‘Escuadrón suicida’ (‘Suicide Squad’, David Ayer, 2016)»…lamentablemente, no le falta razón.
¡Vaya! Pues no me resultó bochornosa en absoluto. Lo más criticable es que aporta poco nuevo respecto a la original. Sin embargo, comparte la esencia de aquélla: humoristas de Saturday Night Life en una aventura fantástica en Nueva York. Las cuatro actrices son muy divertidas (soy especialmente fan de Wiig y McKinnon) aunque su humor no es el del SNL de 1984, sino del actual. En mi opinión, aunque no está (ni mucho menos) a la altura de la original, es una película disfrutable, en contraposición con la insufrible ‘Escuadrón Suicida’ que mencionas. Pero es cuestión de gustos.
Tienes mucha razón en que el humor de ahora de SNL no es el de hace treinta años, de hecho, casi cabría apuntar al programa como la fuente de la que mana lo que hoy se entiende por comedia en Estados Unidos. A mi, como comento en la entrada, no me hace ninguna gracia, pero es obvio que hay muchísima gente a la que sí.
Y, atendiendo a otros términos, permíteme que aplauda tu talante…ojalá hubiera más comentarios como este, y como el que has dejado abajo, comentarios que se dejan con el ánimo de crear debate mesurado y no de polarizar extremos que no llevan a nada.
Muchas gracias por la parte que me toca 😉
Hater. Patriarcado.
Y respecto al fenómeno «troll» que ha despertado esta película, ¿por qué ahora todo es «Haters VS. Lovers», «Hombres VS. Mujeres», «Marvel VS. DC»? ¿No puede gustarnos (o disgustarnos) algo sin necesitad de alinearnos con un bando? Yo a esta ‘Cazafantasmas’ le pondría un 7 de nota. Ni suspenso ni sobresaliente. Ni «hater» ni «lover».
Pues porque, desafortunadamente, vivimos en un mundo polarizado que cada vez entiende menos de escalas de grises, Jaime 🙁