Un club de jazz. En el escenario, una gatita muy sensual de voz aterciopelada. Entre el público, un gato inquieto que bebe los vientos por la cantante. Y no, no estoy hablando en metáfora utilizando a los felinos. Es que ese fue el primer contacto que servidor tuvo, hace la friolera de 31 años, con la animación stop-motion salida de esa genial factoría que son los estudios Aardman. Guardado en la memoria el vídeo musical de ‘My Baby Just Cares for Me’ de Nina Simone como uno de esos descubrimientos que nunca se olvidan, no sería hasta algo más de una década después que, casi de forma simultánea, pude disfrutar como un enano, ya de ‘Chicken Run: Evasión en la granja’ (‘Chicken Run’, Peter Lord y Nick Park, 2000) ya de, gracias a Amazon UK y a mi primer reproductor de DVD, de todos los cortos de ‘Creature Comforts’ que los chicos de la compañía, con Nick Park a la cabeza, habían producido para la televisión británica a finales de los ochenta. Poco después desembarcarían en mi salón, cómo no, los brillantes Wallace & Gromit, asentando en muy poco tiempo mi enorme filia hacia el trabajo con muñecos de plastilina y refinado humor que nos llegaba de la pérfida Albión.
En los dieciocho años que casi nos separan de las aventuras de Ginger, Rocky y el resto de gallinas de la granja Tweedy, seis han sido las cintas que Aardman ha estrenado en la gran pantalla con muy desiguales resultados: a ‘Chicken Run’ le siguió la fantástica puesta de largo de Wallace y su perro Gromit en una cinta fantástica y desternillante. Sólo un año después, y bajo el auspicio de Dreamworks, Aardman intentaba probar suerte en el mundo de la animación digital con diseños que reproducían su personal sello, ofreciéndonos ‘Ratónpolis’ (‘Flushed Away’, David Bowers y Sam Fell, 2006) un espectáculo, a ratos divertido, a ratos inane. Los resultados de taquilla tremendamente discretos, debido al enorme coste de producción de la cinta en comparación con sus predecesoras —’Ratónpolis’ necesitó de 143 millones de dólares para ponerse en pie mientras que ‘Chicken Run’ se hizo con 45 y ‘Wallace & Gromit’ con 30—, parecieron desalentar momentáneamente a los responsables de Aardman, tanto, que tardaríamos cinco años en volver a tener un filme suyo en los cines.
Esta vez con el respaldo de la Columbia y de Sony, los británicos nos proponían, de nuevo con animación digital, una aventura navideña cuya fantástica acogida impulsaba de nuevo los ánimos de Aardman. Y no era para menos, ‘Arthur Christmas: Operación regalo’ (‘Arthur Christmas’, Sara Smith, Barry Cook, 2011) es una cinta memorable que actualiza la mitología de Papá Noel siendo fiel al concepto base establecido en la cultura popular, y lo hace de una forma tan entrañable como cómica con unos personajes llenos de carisma. Alentados pues por el éxito de esta nueva propuesta, el siguiente paso de la factoría, de regreso a la stop-motion, fue un mazazo para los que habíamos aplaudido desaforados que Aardaman volviera por sus antiguos fueros, y todo lo que parecía prometer ‘¡Piratas!’ (‘The Pirates! In an Adventure with Scientists!’, Peter Lord, 2012) se quedaba en agua de borrajas en un vehículo irregular con tremendos altibajos.
Así las cosas, y entibiado el ambiente de cara a lo que la productora fuera a proponer a continuación, no fue ‘La oveja Shaun: La película’ (‘Shaun the Sheep Movie’, Mark Burton y Richard Starzark, 2015) la recuperación de formas que uno hubiera deseado, y aunque el camino que tomaba esta comedia era correcto por muchos factores —carecía de diálogos, estaba completamente animada usando stop-motion—, resultaba algo pesada y sus 85 minutos se hacían demasiado largos. Con la duda pues de si alguna vez volveremos a ver la frescura, el ingenio y el espléndido humor que Aardman derrochó en el pasado, el regreso de Nick Park a la dirección parecía ser garante de que ‘Cavernícola’ (‘Early Man’, 2018) era el camino correcto para recuperar glorias pretéritas. Y la clave de esta aseveración era ese «parecía ser»…
Porque, una vez más, de las apariencias a la realidad hay un trecho que, aquí, resulta casi insalvable. No me malinterpretéis, esta particular visión del origen del fútbol como deporte que data desde la prehistoria entronca de lleno en la misma ucrónica idiosincrasia que Uderzo y Gosciny siempre practicaron en ‘Astérix’, utilizando elementos contemporáneos en una ambientación de siglos atrás, pero más allá del ingenio visual que Park y los animadores de Aardman demuestran seguir poseyendo —una virtud que nunca ha decaído en las producciones de la compañía, por muy irregulares que hayan sido en términos de guión— a ‘Cavernícola’ le cuesta, y le cuesta mucho, mantener el interés del respetable, da igual la edad que éste tenga. Y aquí me refiero, cómo no, al amplio margen que separan los seis años de mi pequeña de los cuarenta y dos que este redactor ya gasta, no logrando la cinta atrapar nuestra atención más que en instantes puntuales.
Previsible hasta decir basta —quizás sea cosa mía, y ver tanto cine haga que termines adelantándote por sistema a aquellas cintas cuyo guión es lineal y carente de giros—, algo que sin duda tenga que ver con lo mucho que recuerda a ‘Evasión o victoria’ (‘Victory’, John Huston, 1981); ‘Cavernícola’ cojea en atesorar personajes memorables, en exponer situaciones que estimulen nuestra imaginación, en dotar al villano de cierto talante memorable —algo a lo que no ayuda el horrendo doblaje de Mario Vaquerizo…y, si eso, mejor no hablamos de lo que hacen perpetran Hugo Silva o Chenoa— o, en términos más generales, en impedir que el tedio haga acto de presencia en la sala pocos minutos después de que la función arranque. De acuerdo, alguna risotada esporádica hay y, de nuevo, la inventiva puesta en el diseño de producción es encomiable, pero al no encontrar traducción en una historia que atrape como lo hacía la de ‘Chicken Run’, es la indiferencia la que termina haciendo presa de las butacas.
Sé lo que estáis pensando. ¿Ya está? ¿Seis párrafos de entrada para dedicar sólo dos a la película en cuestión? Creedme, no hay mucho más que decir. Sólo que es probable que la cinta gane algo en versión original —aunque tampoco creo que mucho— y que hubiera sido deseable un mayor esfuerzo porque la originalidad que ostenta en lo visual hubiera tenido traducción en lo argumental. Queda esperar que el proyecto que los chicos de Aardman tienen actualmente en cartera, la secuela de las aventuras de la oveja Shaun —titulada ‘Farmaggedon’— consiga devolver, al menos en parte, el espíritu que una vez hizo de la compañía una de las voces más singulares en el mundo de la animación. Total, soñar es gratis, ¿no?