He tenido la oportunidad de ver la sitcom estadounidense ‘Big Bang Theory‘ como se suelen ver este tipo de cosas: por Internet y gracias a aquello del boca-oreja, ya que en España su emisión está limitada a Antena 3 Neox, en una estrategia incomprensible para una serie que, por su falta absoluta de mayores pretensiones y su humor permanente, podría haber tenido gran éxito en una cadena de mayor alcance, en horario de prime-time.
Viendo su «argumento» de primera mano, se puede caer en el (lógico) error de pensar que estamos ante una mezcla que combina las circunstancias de ‘Friends‘ y los personajes de ‘The I.T. Crowd‘. Ciertamente, es fácil buscar analogías, pero la verdad es que ‘Big Bang Theory’ va por su propio camino, y en ocasiones sorprende porque, a pesar de su estructura convencional, su ritmo es a veces endiablado y se agradece mucho que vaya en su mayoría «a tiro hecho».
En un piso conviven los cerebritos Leonard (Johnny Galecki) y Sheldon (Jim Parsons), que viven «felizmente» en su mundo de matemáticas, física, videojuegos y rutinas. De vez en cuando les visitan Wolowitz (Simon Helberg) y Rajesh (Kunal Nayyar), formando entre todos un auténtico grupo nerd que no tiene ni idea de cómo relacionarse con las personas, y especialmente con las chicas. En esto que al piso de enfrente llega una nueva vecina, llamada Penny (Kaley Cuoco), una rubia impresionante que alterará la vida de todos, de una u otra forma.
Penny es el contrapunto perfecto de los protagonistas. Todo lo que en ellos es sabiduría, erudición, vocabulario inmaculado… en ella es cultura limitada, una inteligencia no superior a la media, y en otras palabras, normalidad. Despierta el interés de Leonard desde el principio, y a menudo se ve abrumada por la perseverancia de éste para conseguir salir con ella.
Pero el otro personaje interesante es Sheldon, un irritante nerd extremadamente obsesionado con el orden y la perfección. Tiene un coeficiente intelectual de 187, y ha sido el más joven en conseguir el premio Stevenson. Todos los días, de forma inflexible, se despierta a las 6.15 de la mañana, se toma un tazón de cereales mientras ve un episodio de ‘El Doctor Who’ y se coloca en un lugar del sofá en el que aprovecha al máximo la luz solar que entra por las ventanas. Observa con escepticismo cómo Leonard persiste en conquistar a Penny, y antepone completamente la racionalidad a los sentimientos, hasta el punto de que le es imposible ponerse en el lugar del otro, o expresar amor o compasión. Lo mejor de todo es que, aun con todos sus excesos, resulta un personaje creíble sobretodo gracias a la esmerada interpretación de Jim Parsons.
‘Big Bang Theory’, creada por Chuck Lorre y Bill Brady, dista de ser una obra maestra, al menos por lo visto en esta primera temporada, y todo por la irregularidad del conjunto, ya que si bien algunos capítulos están inspiradísimos, otros están demasiado centrados en Sheldon, o no cuentan absolutamente nada. La historia apenas es lineal, y en lo único en lo que se observa una evolución es en la relación de Leonard con Penny. Algo que llama la atención es que Leonard, un flamante doctorado en física que sin embargo queda en un segundo plano respecto a la brillantez de Sheldon, suele ser la mediación de su grupo nerd con el mundo real, algo a lo que ayuda su actitud de cambio para impresionar a Penny.
En definitiva, Leonard y Sheldon saben de todo, pero carecen de esa experiencia que dan las relaciones sociales, de convivir con el mundo real y no con ellos mismos y su universo perfecto, donde sus mayores problemas es encontrar la solución de las fórmulas matemáticas que plantean. No nos engañemos, tanto la historia como los personajes beben mucho de los arquetipos y de los típicos chistes que suelen darse en una sitcom, pero la originalidad que busca (y normalmente encuentra), y el contexto exclusivamente humorístico, hacen de ‘Big Bang Theory’ una serie muy divertida, con momentos inolvidables, y con una duración perfecta para sus capítulos (18 o 19 minutos). Así, es normal ventilarse esta primera temporada en muy poco tiempo, y los capítulos suelen pasar como un suspiro.
Una serie muy recomendable, si no se le exige más que entretenimiento puro, en la que es posible disfrazarse de efecto Doppler o donde tener en cuenta la teoría del gato de Schrödinger es un planteamiento válido para motivarse a la hora de salir con una chica. Además, no es necesario (aunque se disfruta más) ser un estudiante de ciencias para apreciar los aciertos de las situaciones que se muestran. Y las risas están más que aseguradas. Por cierto, que antes de que alguien lo pregunte, la pegadiza canción de los créditos iniciales es ‘History of Everything’ de Barenaked Ladies.
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